Tras largos años, meses, días, horas, minutos y segundos de cuidado intensivo a mi querido padre en un hospital de Sevilla, tuve la gran oportunidad de convivir con mujeres cuidadoras de personas adultas mayores (en adelante PAMs), que se encuentran enfermas o en una etapa terminal de sus vidas. A partir de esta experiencia y los estudios que he venido realizando en el Perú durante varios años, he conseguido identificar algunos aspectos comunes del trabajo de los cuidados de las PAMs, que tienen como actoras principales a las mujeres, lo que por sí sólo justifica hablar en femenino como “cuidadoras”.
Dada la extensión del presente artículo, se resaltan los aspectos más sustantivos sobre el trabajo de cuidado de las PAMs, así como los principales hallazgos respecto a la problemática observada en términos de conclusiones y el rol del trabajo social, a manera de propuesta.
Características del cuidado de las PAMs
El trabajo del cuidado de las PAMs, presenta las siguientes características:
– La cadena de cuidado lo realizan habitualmente las mujeres (ya sea esposas, hijas, nietas) o mujeres contratadas (preferentemente migrantes), brindando cuidado material y psicológico.
– Las tareas que se cumplen incluyen una simultaneidad de roles tangibles e intangibles en un hospital (darles soporte afectivo y paliar el dolor. alimentarlos, gestionar la entrega de medicamentos, la limpieza, movilizarlos, lavarle los dientes, informar en casos de urgencia, etc.) y luego del alta en el domicilio, las labores se multiplican (sustituir los cuidados hospitalarios como es asearlos, darle los medicamentos, servicios de limpieza, planchar, cocinar, planificar compras, pagar los servicios, buscar agua o leña, gestiones con el centros de salud, etc.), las mismas que no son fácilmente traducibles en estimaciones de tiempo, intensidad o esfuerzo.
– Muchas de ellas, terminan sobrecargándose y frustrándose, porque es una carrera no a mejorar sino a empeorar; o en algunos casos de afrontar la muerte (he podido presenciar más de 20 fallecimientos en sólo 3 meses), más aún cuando no se tiene mecanismos de protección o tiempo libre a diario.
– Los horarios son intensos e interminables, sobre todo cuando se trata de mujeres que, por tradición, no cuentan con apoyo familiar y tampoco tienen otra opción. Ellas tienden a internarse en el hospital entre 20 a 40 días, o salir cuando el enfermo o enferma ha dejado de vivir.
– En el caso de las mujeres que cuidan a sus familiares, mayormente lo hacen como expresión amorosa de su rol de género en la familia. Tienden a actuar de manera desinteresada, otorgándole al cuidado una dimensión moral, así como emocional.
– Aislamiento y silencio es lo que les caracteriza a este tipo de trabajo, gran parte de ellas tienden a ocultar sus contribuciones porque socialmente no está bien visto reclamar la implicación de ‘los otros’, lo que produce la invisibilidad y reconocimiento de su trabajo, no sólo en la sociedad, sino también en las propias familias.
– Las condiciones de cuidado no siempre son las más justas y equitativas, éstas están entrecruzadas, además del género por variables como la posición económica, la etnia o país de orígen. Así, las mujeres de familias con escasos recursos económicos y/o marcadas por su condición de raza y etnia, por su posición social y condiciones estarán destinadas a cuidar, aunque también otras pocas pueden tener la posibilidad de recibir cuidados.
Esto tiene consecuencias relevantes para las segregaciones intra-género y la feminización del desempleo y la pobreza, puesto que muchas de ellas señalan que, por los cuidados han tenido que dejar sus empleos o enfrentar serias dificultades para articular el trabajo productivo y el reproductivo.
“Soy cuidadora desde los 17 años para ganarme la vida. Pero es más difícil cuando los cuidados lo realizas en tu familia, cuando lo haces sola (…) a pesar que mi padre tiene varios hijos, ninguno viene y algunos se resisten a cuidarlos porque argumentan que el padre no fue buen padre. Desde hace un mes, me fui a cuidarlo a mi padre a su casa porque vivía sólo, desde ese entonces sigo cuidando a mi padre en el hospital. Me siento muy cansada y agotada (…) he dejado mi trabajo por cuidar a mi padre”
(Mujer, Cuidadora, Sevilla, 2017).
“Hace seis meses murió mi mamita a quién también cuide con mucho cariño, pese a que fue duro porque corría entre el trabajo, los estudios y la atención de mi casa. No tenía tiempo para descansar lo suficiente y tampoco para cuidar de mí. El cuidado de mi mami era muy complicado, ella tenía diabetes y no obedecía, comía todo lo que no podía comer”
(Mujer Adulta, Comerciante, Lima, 2015).
Si bien, el trabajo de cuidados es de larga data, los mayores problemas se presentan cuando las mujeres incursionan masivamente al mercado laboral dado que aumenta su carga de trabajo pero no se descarga o comparte los roles socialmente adjudicados.
Así muchas ven limitadas las alternativas laborales y otra proporción importante sufre jornadas extenuantes, enfrentando una gran tensión y culpa por no reconocer lo que supone sobrellevar los tiempos que le demanda el trabajo de cuidado remunerado y no remunerado; es decir, trabajan ajenas al desbalance social existente –de partida- en la dedicación de hombres y mujeres en los cuidados.
“Desde niña soy una esclava porque mi padre me controlaba mucho, luego mi esposo y ahora mi nieto, toda una vida me he pasado cuidando. Y ahora mi padre me pide que lo cuide que no lo deje, pero a mis hermanos les dice que vayan a descansar porque “ellos trabajan”. No he dormido tres noches seguidas, estoy tan cansada. Mi padre estuvo muy mal pero ahora ya está mejor. Todo esto es muy difícil”
(Mujer adulta, Temporera, Sevilla, 2017).
“A las 7.30 am estoy saliendo de mi casa para ir al comedor, ahí estoy hasta las 11.00 am de la mañana porque a esa hora mi mamá que es anciana, almuerza, entonces de lo que yo cocine en el comedor llevo su porción para que ella almuerce, y así, luego regreso para culminar con la limpieza (…)”
(Mujer Adulta Mayor, Trabajadora del hogar, Lima 2016).
Asimismo, la frágil presencia o ausencia de políticas sociales frente a la situación de las personas adultas mayores también incide en la vida de las cuidadoras, a veces, se difunde por delante los avances legales pero reales, en una suerte de espejismo ellas tienen que sortear las ofertas públicas con su realidad. Además, el cambio en las estructuras familiares no sólo en Europa sino también en los países de América Latina ha condicionado que muchas familias no puedan asumir el cuidado de sus familiares adultos/as mayores, lo que pone en evidencia que la relación entre la esfera familiar, que exige cuidados y atenciones, y el mundo laboral que requiere de trabajo constante, se ha convertido en una fuente constante de tensiones para las personas, tal como refiere la OIT (2009), situación que incluso lleva a situaciones de violencia, la pérdida de la calidad de vida y que acarrea grandes costos sociales.
“Son más de 23 años cuidando a mis padres, realmente toda una vida. Mi mamá murió hace 5 años y ahora cuido a mi padre, lo hago con todo el cariño. Lamentablemente, no tengo el apoyo de mis hermanos (…) y ahora que está muy grave mi padre, han venido después de cuatro años a gritarme, maltratarme en el hospital, en medio del dolor por la partida de mi padre, mis 3 hermanos no han sido capaces de apoyarme, muy por el contario han venido con sus esposas a maltratarme delante de mi hijo”
(Mujer adulta, Funcionaria, Sevilla, 2017).
En suma, se trata de un trabajo cotidiano, exigente, agotador y que se suma a las otras tareas profesionales y domésticas mayor vulnerabilidad femenina, peor aun cuando se trata de mujeres inmigrates. Cuando las mujeres migran, los arreglos del cuidado se reajustan en función de las circunstancias, algunas mujeres señalan que los lazos familiares se debilitan y los cuidados directos se dificultan, incluso les genera sentimientos de culpabilidad.
“Me genera sensación de culpa haber aceptado que mi hija viaje al extranjero y me deje a mi nieta de año y medio y a mi otro nieto de seis años. Veo pasar el tiempo y como ella se pierde los mejores años, sus primeros logros, sus alegrías, sus tristezas, sus abrazos, su cariño. Ella tenía pensado volver pero a su pareja le han detectado leucemia y ahora por la enfermedad se ve amarrada a ese país, porque allá el seguro si les facilita la medicina para mantener su cáncer (…)”
(Mujer Adulta, Temporera, Lima 2015).
En este sentido la migración se convierte en otro elemento de vulnerabilidad agregado para las mujeres que migran y sus propias madres que se quedan frente al cuidado de los nietos, generando con ello la ‘cadena de cuidado de las mujeres’, como lo señala Amaia Pérez.1


Esta realidad exige pensar y/o repensar en el problema del trabajo del cuidado porque por un lado está las necesidades de cuidado de las PAMs y, por otro, las condiciones de vida de las mujeres cuidadoras, exige pues, pensar socialmente, teniendo en cuenta aspectos particulares de cada país (muy especialmente los coeficientes de desigualdad económica y social existentes en cada sociedad) pero también vinculado premisas comunes para un mejor funcionamiento, especialización y regulación de los mercados de trabajo y sobre todo para avanzar en la globalización o internacionalización de derechos de las mujeres.
A partir de esta primera reflexión, queda claro la conveniencia de un análisis con perspectiva de género para promover el envejecimiento activo, no sólo se debe a la feminización de este colectivo que se encarga del cuidado de las PAMs, sino a otros muchos aspectos como la propia naturaleza de la actividad como extensión del rol tradicional atribuido a la población femenina, las expectativas sociales y culturales sobre esta atención, las repercusiones del cuidado en la vida de las cuidadoras y la falta de reconocimiento y apoyo social a esta labor, como señala Batthyány (2008).
Problemas que afectan a la población adulta mayor
Respecto a la situación de las personas adultas mayores, según refiere la Comisión Económica para América Latina y El Caribe – CEPAL “El aumento de la proporción de personas mayores es cada vez más significativo en los países de la región. Entre 1975 y 2000 el porcentaje de la población de 60 años y más, pasó de un 6,5% a un 8,3% en América Latina y el Caribe. Para el año 2025 se espera que esta cifra sea cercana al 15,1%, lo que sin duda hará que este grupo adquiera una mayor notoriedad al interior de la población. Ya para 2050 las personas de edad representarán aproximadamente el 25,5% de la población, de tal manera que una de cada cuatro personas tendrá 60 años o más”2.
“En valores absolutos, la población de 60 años y más, formada en la actualidad por unos 76 millones de personas, tendrá un período de fuerte incremento que la llevará a alcanzar 147 millones de personas en 2037 y 264 millones en 2075. No obstante lo anterior, si bien la región en su conjunto está entrando en una etapa de envejecimiento acelerado, en la mitad de los países —algunos de los cuales corresponden a los más pobres—ese proceso es aún incipiente”3.
Por otro lado, es importante destacar que el estudio realizado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la promoción y la protección de los derechos de las personas adultas mayores,4 pone de manifiesto los principales asuntos que preocupan a los Gobiernos y las oficinas nacionales de derechos humanos en relación con este tema. Del total de respuestas analizadas de ambos estamentos, se tuvo los siguientes resultados: “El 41,2% se identificó como una de las principales problemáticas el cuidado, en el 35,3% se señaló la falta de toma de conciencia sobre la realidad y los derechos de las personas mayores, en el 32,4% la salud, en el 26,5% las pensiones, en el 21% la discriminación y el maltrato, y en el 17,6% el trabajo”5.
Específicamente para “los Gobiernos de los Estados Miembros, el mayor problema que afrontan las personas de edad es el relativo al cuidado, seguido en orden de prioridad por los problemas en materia de las pensiones, el trabajo, la falta de toma de conciencia, la salud, la discriminación y el maltrato. Para las oficinas nacionales de derechos humanos, por su parte, el problema principal es la falta de toma de conciencia, seguido por los problemas relativos al cuidado, la salud, la discriminación, el maltrato, las pensiones y el trabajo. Con independencia del lugar en que se ubique cada uno, estos son identificados como los siete ámbitos más importantes en que se requiere una acción positiva para incrementar el ejercicio de los derechos de las personas mayores”6.
En ese marco, el desafío de reducir las brechas de desigualdad para los siguientes años se relaciona con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, desde donde se señala que, “la reducción de la pobreza se vincula a la protección social, a la garantía del derecho, a servicios básicos, a la mitigación de riesgos asociados a eventos catastróficos y climáticos extremos, y a la posibilidad de acceso al empleo y al trabajo decente, colocando un énfasis explícito en las personas que se encuentran en situación de discriminación, carencia, privación de derechos o vulnerabilidad, como es el caso de los niños y las niñas, las mujeres, las personas con discapacidad, las personas adultas mayores, los pueblos indígenas y las poblaciones afrodescendientes”7.
En el proceso de envejecimiento se debe tener en cuenta que las condiciones, muchas veces inadecuadas en las etapas previas de la vejez en especial de las personas que se encuentran en situación de pobreza y extrema pobreza, pueden acelerar e incrementar un proceso de envejecimiento patológico, afectando su capacidad funcional y, por lo tanto, dificultando el ejercicio pleno de su autonomía e independencia. Al respecto, Etxeberria señala que “el envejecimiento se ve acelerado e incrementado por una historia de vida con relaciones y contextos sociales discriminatorios y marginadores”8. Asimismo, los estereotipos y los prejuicios contra las personas adultas mayores causan un impacto dañino en su vida y en la salud mental. Por ello, tal como indica Sandra Huenchuán el Estado debe contrarrestar la naturalización de los comportamientos y prácticas sociales hacia las personas adultas mayores que son contrarias a la dignidad inherente del ser humano9.
Al respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) exhorta sobre “la necesidad de tener en cuenta que los problemas que afectan a la población adulta mayor en la actualidad tendrán efectos en el resto de la sociedad, sobre todo en un panorama de escasez de recursos, puesto que el rápido envejecimiento de la población en la región traerá consigo múltiples desafíos y exige acciones que garanticen la distribución justa de los recursos para responder adecuadamente a las necesidades de todos los grupos etarios”. Además señala que se requiere “el cambio en las actitudes, políticas y prácticas para mejorar la calidad de vida de las personas mayores”.
En este marco, destaca que “la efectiva inclusión de las personas de edad se relaciona con la equidad en el acceso a diferentes servicios y beneficios sociales y económicos, así como con la garantía de sus derechos”. Además enfatiza que se debe “crear nuevas oportunidades para ejercer la solidaridad intergeneracional”, y “eliminar las barreras físicas y simbólicas entre niños, adultos y personas de edad, y facilitar el contacto y la comunicación entre ellos”. Por ello destaca que “es fundamental avanzar hacia sociedades más inclusivas que, junto con habilitar, también cuiden”. Exhorta que “Hay que reducir al mínimo las posibilidades de segregación por edad y, simultáneamente, instituir políticas que frenen el crecimiento del número de personas dependientes por razones de salud, fomentando el envejecimiento sano, la prevención de accidentes y la rehabilitación de cualquier enfermedad en cualquier edad”, lo cual “obliga también a replantear y modificar prácticas e instituciones obsoletas, y a aunar esfuerzos en torno a una estrategia que capacite y motive a las personas de edad para continuar participando activamente en sus familias y comunidades, tanto desde el punto de vista económico como social”.10
Ahora bien, entendiendo que el envejecimiento activo es el proceso mediante el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez, según refiere la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos preguntamos cuál es el rol del Trabajo Social para promover el logro del envejecimiento activo.
Rol del Trabajo Social para promover el logro del envejecimiento activo
Si bien, hoy en día el problema de las personas adultas mayores no es la cifra, puesto que está claro que son muchos y van a seguir incrementándose, sino la forma como los y las profesionales, en particular trabajadoras/es sociales, vamos a responder a la profunda transformación que está sufriendo el proceso de envejecimiento. Desde mi experiencia de investigación, docencia y promoción con las PAMs, en mi calidad de Trabajadora Social, me permito plantear algunos aspectos a tener en cuenta en el ejercicio profesional:
Objetivos y funciones
El Trabajo Social, como profesión institucionalizada y legitimada para la atención de las PAMs, debe desarrollar los siguientes objetivos:
Objetivo general:
Promover el bienestar y la dignidad de las PAMs, así como su autonomía y la de su familia.
Objetivos específicos:
1. Conocer y analizar las dimensiones de la realidad personal, socio-económica y familiar de las PAMs, desde un enfoque de género y diversidad cultural, estableciendo prioridades para plantear una estrategia de intervención.
2. Promover la calidad de vida de las PAMs, familia y las cuidadoras a través de una estrategia integral.
3. Prevenir los miedos y angustias tanto de las PAMs, como de la familia, mediante la información clara y comunicación adecuada.
Para el cumplimiento de estos objetivos, la trabajadora social, debe desarrollar las siguientes funciones:
1. Realizar un análisis sistémico sobre las necesidades y demandas las PAMs, para definir la intervención profesional.
2. Asesorar y gestionar los recursos básicos disponibles (ayudas económicas, ayuda a domicilio, centros de día, de noche, residencias, programas de acompañamiento, aplicación de las normativas relacionadas con las PAMs).
3. Mediar entre la familia, las PAMs, y el equipo interdisciplinario e institución, buscando las soluciones más apropiadas y estableciendo relaciones cálidas y humanas.
4. Apoyar, acompañar y comprender la situación de las PAMs, incrementando la dimensión ética y los valores humanos del entorno que los rodea.
5. Orientar a las PAMs y a su familia sobre los recursos existentes y las gestiones a realizar en cada momento del proceso del cuidado.
6. Coordinar el trabajo con otros servicios y optimizar el uso de los recursos disponibles a favor de las PAMs.
7. Sensibilizar y capacitar a personas voluntarias y cuidadoras sobre aspectos centrales para el autocuidado y para favorecer la calidad de vida de las PAMs, incidiendo fuertemente en la inserción social de la población masculina y demás agentes sociales.
8. Realizar y sistematizar, las buenas prácticas realizadas con las PAMs, desde un enfoque multidisciplinario, visibilizando y valorando el rol de las cuidadoras.
9. Evaluar el proceso de cambio a partir de la intervención desarrollada con las PAMs.
En suma, se debe desarrollar funciones que tienen que ver con estrategias preventivas, asistenciales, promocionales y educacionales, tomando como unidad de atención a la PAM y la estructura familiar (no sólo mujeres). Lo cual requiere contar con un equipo interdisciplinario, que asista a las PAMs de una manera integral y cálida, donde el/la Trabajador/a Social como profesional, ha de asumir dentro del equipo un rol sustancial, así como la atención de los problemas sociales de las PAMs y su familia.
Es importante tener en cuenta que en el proceso de atención de las PAMs y su familia, ambos transitan por esta nueva experiencia y lo viven de distintas maneras y diferentes situaciones. Lo cual significa para la Trabajadora Social, identificar las necesidades y demandas, desde un enfoque de género y generacional, como primer paso de la intervención. De otro lado, no perder de vista que la familia, y especialmente las cuidadoras que se encuentran en el centro de interacción, deben recibir una atención especial por parte del equipo, es necesario que reciban apoyo permanente y capacitación, por parte de los/as profesionales, a fin de prevenir el agotamiento (programas para cuidar a las personas cuidadoras).
En definitiva, se trata de asistir a las PAMs y su familia, priorizando sus intereses vitales de manera participativa, brindándole una atención activa, integral y con calidad, desde un equipo multidisciplinario, intentando en todo momento, mejorar su calidad de vida y confort, en mutua definición con las PAMs, y su familia.
Desde el Trabajo Social y a partir de lo mencionado, es posible pensar entonces al profesional dentro del equipo, ubicándole como agente transformador del cambio de paradigmas frente al cuidado, dado que además de la función preventiva, asistencial, promocional tiene la labor educacional.
En este marco, es importante destacar como elemento fundamental, la formación general en Trabajo Social y la formación especial en los cuidados de las PAMs, para lo cual se puede prever desde las aulas universitarias, el desarrollo de prácticas preprofesionales, ya sea en hospitales, centros del adulto mayor y/o residencias en los que se encuentra un equipo interdisciplinario para los cuidados de las PAMs, así como también, participar de reuniones de equipos para discutir casos desde las distintas áreas, permitiendo a los/as futuros/as profesionales acceder a una experiencias donde predomine la intervención de calidad y con calidez.
También se debe tener en cuenta, que por las propias exigencias del Trabajo Social, en esta área, la formación ha de ser permanente, además, del intercambio con otras colegas del sector, así como la evaluación de experiencias comparativas y del desempeño profesional. Por otro lado, se debe elaborar estrategias y diseñar programas de atención integral a las PAMs, en este proceso es necesario garantizar el trabajo en equipo donde el/la trabajador/a social debe jugar un rol importante. La profesional que atiende a las PAMs, debe mantener su gran sensibilidad humana y competencias profesionales sistémicas para incidir en el conjunto de estructuras presentes y entrelazadas de esta realidad.
Cabe subrayar la importancia que tiene considerar las propias necesidades personales y profesionales de los/as Trabajadores/as Sociales a fin de que puedan llevar a cabo su trabajo con las PAMs de manera eficaz y eficiente. Ello implica: en primer lugar que el/la Trabajador/a Social identifique sus potencialidades para afianzarlas y acepte sus límites para trabajarlas. En segundo lugar, es importante, el posicionamiento de el/la Trabajador/a Social en la estructura organizativa, no sólo como gestor de recursos, sino como un/a profesional, que investiga, diseña, ejecuta, evalúa y transforma, políticas, programas y proyectos para promover en envejecimiento activo. En tercer lugar, se necesita de una coordinación a nivel de los sistemas de cuidado para ofrecer una respuesta integral a las necesidades que presenta las PAMs. En cuarto lugar, será necesario mejorar nuestra intervención profesional, con propuestas creativas, innovadoras, propositivas y con un gran enfoque humano y de género, dirigidas a las PAMs.
No se debe perder de vista, el desarrollo de diagnósticos participativos para la intervención profesional, así como la realización de investigaciones sobre la situación de las PAMs, desde un enfoque de género e intergeneracional, a fin de desarrollar propuestas de políticas sociales para el envejecimiento activo. La sistematización de nuestras intervenciones con las PAMs, es un elemento sustancial para recuperar las experiencias y buenas prácticas desarrolladas, destacando, el modelo de prevención, promoción y educación, basado en las potencialidades y los recursos que las PAMs tienen en sí mismos/as y a su alcance.
Para promover un envejecimiento activo es importante visibilizar y valorar el trabajo de cuidado de las cuidadoras que juegan un rol sustancial no sólo en el cuidado de las PAMs, sino además en el funcionamiento de las familias, las empresas, el mercado y la sociedad. Se requiere recolocar el cuidado en el centro de la economía; es decir, cuantificar y equilibrar el tiempo del trabajo remunerado y no remunerado, además de una política amplia, integrada y proactiva que considere las necesidades e intereses estratégicos de las cuidadoras, así como las características multiétnicas y las diferencias sociales, económicas y culturales que se yuxtaponen en cada uno de los países.
Para concluir, quisiera agradecer de manera muy especial al Colegio Oficial de Diplomados en Trabajo Social y AA.SS. de Málaga, por permitirme la publicación del presente artículo, así como a todas las mujeres cuidadoras y las personas adultas mayores, que me permitieron compartir sus valiosas experiencias, no sólo en Perú, sino también en Sevilla. Así como a todas las personas y profesionales que me han enseñado y me enseñan a pensar frente a los cuidados de mi padre y madre, mejor aún para hacer que éstos gocen de calidad y calidez. Un reconocimiento, especial a mi hermana Miriam Bastidas, que vive Sevilla y mi hermano Juan Bastidas, que vive en Berlín, con quienes emprendimos el proyecto de amor para los cuidados dignos de los seres que nos dieron la vida.
Fuente: Revista TS Difusión
Número 124 diciembre 2017, España
* Este texto de María Bastidas Aliaga ha sido seleccionado por el comite editorial de la revista Nueva Acción Crítica.
Bibliografía de referencia:
BUTTHYÁNY: “El cuidado de los adultos mayores en los hogares de Montevideo”. Algunos elementos para el debate. Uruguay, 2008.
CEPAL, UNFPA: “El envejecimiento y las personas de edad. Indicadores sociodemográficos para América Latina y el Caribe”, Separata.
CEPAL: “Derechos de las personas adultas mayores: Retos para la interdependencia y la autonomía”, documento presentado en la Cuarta Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento y Derechos de las Personas Mayores en América Latina y el Caribe, que se celebrará en Asunción, del 27 al 30 de junio de 2017.
NACIONES UNIDAS: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Ver en: http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/2015/09/la-asamblea-general-adopta-la-agenda-2030-para-el-desarrollo-sostenible/
HUENCHUAN, S., RODRÍGUEZ, R. (editoras). “Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas mayores”. CEPAL. México, 2014.
OIT: “Trabajo y familia: Hacia nuevas formas de conciliación con responsabilidad social”. Santiago, 2009.
PEREZ, OMAIA: Miradas Norte. Cadenas globales de cuidado. Preguntas para una crisis. http://www.feministas.org/IMG/pdf/Cadenas_Globales_de_cuidados-_Preguntas_para_una_crisis.pdf
XAVIER ETXEBERRIA MAULEON: “Autonomía moral y derechos humanos de las personas ancianas en condición de vulnerabilidad” en: Sandra Huenchuán, „Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas mayores”. CEPAL. México, 2014.
Notas al pié de página:
1 http://www.feministas.org/IMG/pdf/Cadenas_Globales_de_cuidados-_Preguntas_para_una_crisis.pdf
2 CEPAL, UNFPA: “El envejecimiento y las personas de edad. Indicadores sociodemográficos para América Latina y el Caribe”, Separata.
3 CEPAL: “Derechos de las personas adultas mayores: Retos para la interdependencia y la autonomía”, Este documento fue preparado para la Cuarta Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento y Derechos de las Personas Mayores en América Latina y el Caribe, que se celebrará en Asunción, del 27 al 30 de junio de 2017, p. 11.
4 En el mencionado informe, se obtuvieron respuestas de Estados Miembros de las Naciones Unidas de todo el mundo, incluidos Gobiernos, instituciones nacionales de derechos humanos y académicas y organizaciones de la sociedad civil.
5 CEPAL: Ibíd.
6 Ibíd.
7 LA AGENDA 2030 PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE adoptada por la Asamblea General de la ONU en el 2015 plantea 17 Objetivos con 169 metas de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental. La nueva estrategia regirá los programas de desarrollo mundiales durante los próximos 15 años.
8 XAVIER ETXEBERRIA MAULEON: “Autonomía moral y derechos humanos de las personas ancianas en condición de vulnerabilidad” en: Sandra Huenchuán, „Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas mayores”. CEPAL. México, 2014, p. 61.
9 HUENCHUAN, S., RODRÍGUEZ, R. (editoras). “Autonomía y dignidad en la vejez: Teoría y práctica en políticas de derechos de las personas mayores”. CEPAL. México, 2014, p. 10.
10 CEPAL: Ibíd.


MG. MARÍA BASTIDAS ALIAGA
Trabajadora Social. Máster en Gestión de Servicios por la Universidad Politécnica de Valencia – España. Especialista en género y gerencia social por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Con estudios de Maestría en Política Social y Mención en Género, Población y Desarrollo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú. Diploma de Estudios Avanzados (DEA) y estudios de doctorado (tesis en curso) en la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla – España. Estudios del Máster en Autoconocimiento, Sexualidad y Relaciones Humanas en Terapias del Reencuentro, impartido por el Instituto Terapia del Reencuentro, acreditado por la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS).
Socia-fundadora y Directora Ejecutiva de la Asociación de Desarrollo Comunal (ADC). Ex funcionaria y consultora de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de ONU Mujeres, Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables del Perú (MIMP) y Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social del Perú (MIDIS). Asociada al Centro Latinoamericano de Trabajo Social-CELATS.
Experiencia en docencia universitaria en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú, Universidad Nacional Federico Villarreal del Perú y en el Centro de Altos Estudios Nacionales del Perú. Autora y coautora de diversas investigaciones, publicaciones y artículos sobre género, pobreza, trabajo doméstico remunerado, empleo femenino, sindicalismo, economía informal, economía del cuidado, envejecimiento activo y trabajo social, publicados por la OIT y diversas fundaciones y universidades nacionales e internacionales. Conferenciante invitada en actividades académicas, de formación, especialización y congresos, organizadas por entidades públicas, privadas, universidades, sindicatos, ONGs y organizaciones de mujeres en el ámbito nacional e internacional.