Perú
Por profesión soy trabajador social con las especialidades de psiquiatría y trabajo comunitario. Soy británico de nacimiento y actualmente resido en el Perú.
Al principio de los años setenta estaba trabajando en Guy’s Hospital en Southwark, Londres en el “Bloomfield Clinic”, una clínica ambulatoria, multidisciplinaria (médicos, psicólogos, trabajadores sociales y profesores de rehabilitación entre otros) profesionales con consultorios con su propia entrada desde la calle, mi especialización era de trabajador social psiquiátrico. Como era un hospital de enseñanza a médicos, de mucho prestigio, muchos pacientes vinieron especialmente de todo el sureste de Inglaterra pero por lo menos la mitad de los pacientes vinieron de los municipios adyacentes de Lewisham, Lambeth, Southwark y partes de Greenwich y Newham. El puerto original de Londres durante dos siglos había proveído empleo seguro para miles de familias: los hombres trabajando como operadores de grúas y estibadores; y las mujeres trabajando en la administración del puerto y en oficinas de flete y bodegas de las importaciones más finas como puros, vinos, oportos y licores. Hasta los años sesenta el puerto había tenido un crecimiento más o menos continuo[1] por doscientos años.
Para fines de la década de los sesenta era obvio que Londres necesitaba construir un nuevo puerto, cuarenta kilómetros rio abajo, que pudiera recibir buques mucho más grandes para mas contenedores. Estaba construido en una zona verde (de campo) – una zona casi sin viviendas, tiendas o servicios de salud y educación y poco atrayente para los ex empleados y sus familias, que requerían desarrollar nuevas habilidades y experiencias. Fue en esta zona antigua en el Centro de Londres donde se situaba la Clínica Bloomfield.
Por el año 1971, cuando empecé a trabajar en la Clínica, la zona alrededor donde antes estaba el Puerto de Londres era un gran desastre, sin empleo (en muchas partes el desempleo llego a 100%), sin transporte público, sin tiendas, sin oficinas de correo (las oficinas responsables para pagar los beneficios del Estado, incluyendo la pequeña bonificación para desempleo) – sin servicios médicos y sin “pubs” (los bares populares). Todo esto resulto en mucha violencia familiar, hombres acostumbrados a ser quienes proveen a sus esposas y sus hijos todo lo que ellas necesitaban, de repente están en la casa todo el día soportando el ruido de sus hijos que ya no tenían donde ir, comiendo mal y solamente una o dos veces el día, sin un bar para ir y emborracharse, echando la culpa a sus esposas y sus hijos por sus desastres y pensando que solo a golpes mantenían un cierto orden.
Las madres cuando buscaban apoyo en nuestra clínica de la zona por la razón del mal comportamiento de sus niños especialmente los de diez u once años, traían toda su familia caminando bajo el sol por tres o cuatro kilómetros, llegando tarde generalmente. Un día una madre con tres hijos pequeños, referida por su médico, llegó a nosotros buscando cómo calmar al mayor de sus hijos que tenía diez años y llegó como diez minutos tarde. El Director de la clínica, Dr. Gerard Vaughan, médico psiquiatra dijo a ella que como no llegó en hora él no iba a atender a su hijo. Yo indignado, pregunte al Dr. Vaughan si él sabía de donde ella había venido y cuanto tiempo le había tomado para llegar a la Clínica y el dijo que no, entonces yo explique que ella había venido caminando casi tres horas bajo el sol, empujando la bebé en un cochecito y más bien había demostrado una enorme determinación para llevar a su hijo a la Clínica. De mala manera me dijo que no sabía y arregló que un doctor de un rango menor entreviste a ella conmigo.
He entrado en detalle sobre este incidente porque fue lo que provocó un profundo cambio en la forma en que nosotros funcionábamos como Clínica y como profesionales. Decidimos admitir el niño en el otro Hospital llamado Evelina que era un pequeño nosocomio para niños y niñas asociado con Guy’s Hospital para su observación por cinco días.
Las razones para el internado que conversamos como equipo fueron los siguientes:
- Que el niño estaba en un ámbito tranquilo y seguro y con una buena alimentación.
- Que las enfermeras pudieran observar su comportamiento y si la madre necesitaba podían darle algún apoyo con su crianza.
- Que se pudiera hacer una evaluación educativa para ver si él necesitaba algún apoyo adicional.
- Que la madre pudiera pasar hasta ocho horas al día con su hijo trayendo sus otros dos hijos también.
- Que yo como trabajador social psiquiátrico pudiera visitar al padre en su casa y su profesor en la escuela.
Arregle entonces visitar al padre cuando la madre e hijos estaban en el hospital; inicialmente el estaba muy sospechoso de este joven de clase media, haciéndole tantas preguntas. Empecé explicando que yo sabía algo de la historia del Viejo Puerto y su repentino cierre y traslado kilómetros rio abajo. Su primer comentario fue que el nuevo Puerto no tenia alma, lo que fue cierto y que él se sentía muy estresado por la pérdida de su empleo estable y que ahora era totalmente dependiente de su esposa que cortaba el cabello en su casa a sus vecinos. El dijo no soy así normalmente. Yo le pregunto cómo y qué quiere cuando dice “no soy así” y el dijo que el ruido en la casa lo hace reaccionar con violencia contra sus hijos y su esposa. Entonces le pregunto dónde podemos reunirnos para conversar, y él me devolvió la pregunta.
Conversé con mis colegas y ellos sugieren que en el pub a lado del hospital este tenía un “snug” (un pequeño cuarto privado dentro del pub, donde supuestamente las mafias de la zona se reunían para planificar sus golpes) Hablé con el dueño del bar y él dijo encantado de proporcionarlo; yo lo podía usar en las noches de siete a nueve y media. Compré un cartel de ocupado/libre, señal que pudiera colgar de la manilla de la puerta del cuarto. Invité al estibador que yo había entrevistado a venir a las siete al día siguiente. Cuando llegué un poco antes de las siete, él ya estaba esperando en su traje formal. Conversamos entonces de cómo él pudiera reducir la violencia y cambiar su actitud. El dijo que tenía que sentirse útil con algo qué hacer, yo le pregunté qué hacía los fines de semana cuando el Puerto estaba todavía funcionando y él dijo que organizaba campeonatos de futbol juvenil (había un área grande con cinco o seis canchas de futbol a lado de las viviendas). Entonces yo le dije “A trabajar”. Para esto, yo ya estaba viendo siete u ocho ex estibadores cada semana. Nos reunimos en la casa de uno de ellos con dos colegas del trabajo, fanáticos del futbol y encontramos un pequeño fondo de algunos cientos de libras para pelotas, uniformes, refrescos y botas de futbol. Empezamos con dos equipos y terminamos con doce o catorce equipos – suficiente para un campeonato. Mis dos colegas (un psicólogo y un trabajador social) se presentaban como entrenadores y luego árbitros.
En menos de un año se habían formado doce equipos y organizaron un campeonato deportivo, y se logró algo muy importante: los niveles de violencia intra-familiar estaban disminuyendo.
Al mismo tiempo visité la escuela del lugar y encontré una escuela sin suficiente personal y en gran parte dependiente de profesores recién graduados haciendo su año de prueba. Hubo en esa época en general una cultura de violencia en todas las escuelas con profesores y profesoras mal preparados que actuaban autoritariamente para mantener el control. Hablamos con el departamento local de educación y juntos diseñamos un curso de métodos de control educativo no-violento. Empezamos a dar clases a todos los profesores y profesoras, eventualmente incorporando algunos padres de familia. Las escuelas empezaron a cambiar, la violencia y el bullying se fueron reduciendo y las escuelas empezaron a abrir sus puertas a la comunidad ofreciendo instalaciones y servicios deportivos y artísticos. Muchos parientes de las familias ofrecieron sus servicios como voluntarios.
Trabajamos con las enfermeras y jóvenes médicos en el Hospital Evelina para ser mejores observadores y anotar sus observaciones para presentarlas en las visitas relámpago del Doctor Vaughan. Uno de los problemas que tuvimos es que a nivel psiquiátrico era común el uso del medicamento Tryptizol como anti-depresivo, y que con frecuencia tiene el efecto colateral de causar urinacion en la cama. Ahora en 2019, leyendo las contra-indicaciones de este medicamento dice “no debe ser usado con menores de 18 años porque no hay estudios confiables sobre sus beneficios o los efectos negativos colaterales”; o sea casi 50 años han pasado de recomendar este medicamento y todavía no se ha aprobado su uso para niños y niñas. Felizmente justo estaban saliendo los escritos del terapeuta norte-americano Truax quien fue muy influenciado por Carl Rogers con la perspectiva centrada en la persona. Truax uso el abrazo como un instrumento terapéutico con mucho éxito. Entonces sugerimos que las enfermeras pueden abrazar a los niños y niñas y a acostumbrar a las mamás a abrazar a sus propios hijos e hijas. Rápidamente la depresión en muchos casos desapareció o se redujo sustancialmente y entonces los médicos dejaron de recetar el Tryptizol y desapareció la orina en la cama.
O sea, se lograron mejoras sustantivas usando métodos multidisciplinarios y extendiendo el trabajo de la clínica hacia la comunidad y la escuela y con ello fue posible logra cambios importantes tanto a nivel del individuo, como de su familia, la escuela y su comunidad.
Todo fue bien por mucho tiempo hasta que la administración del hospital fue privatizada y uno de sus primeras actas era un cambio radical en el Bloomfield Clinic estableciendo que estaba prohibido trabajar en la comunidad con lo que su personal no-medico fue despedido o reducido. Luego, el mismo Dr. Gerard Vaughan, como Ministro de Salud para Margaret Thatcher empezó un proceso de recortes al NHS (Servicio Nacional de Salud) y la introducción de cobros para recetas médicas publicas entre otras medidas.
Como posdata, otro trabajo que hicimos en la Clínica fue la evaluación de bebes, niños y niñas afectados por la tragedia de Talidomida – produciendo muchos informes individuales indicando todo el apoyo que cada niño o niña necesitaría en su vida para tener una vida digna, incluyendo la provisión de madres y padres sustitutos para permitir a sus propias madres y padres descansar y la inversión económica necesaria sobre su vida. La gran mayoría murieron antes de llegar a los quince años. Fue con una profunda tristeza que leí, hace unos diez años, en un artículo del BBC de Londres, comentando que el productor de esta droga había aprobado una compensación para los padres y madres afectados de 50 millones de libras mucho tiempo después cuando ellos habían sufrido y se habían sacrificado cuidando toda la vida de sus hijos y hijas afectados y solo con un mínimo de apoyo estatal o privado.
Fuera de los pequeños y cortos intentos de apoyar las comunidades pos-crisis, como nuestra labor en la Clínica Bloomfield, (después del cierre del puerto, de las minas de carbón, de las fabricas de acero y de fabricación de carros y otros) miles de ex trabajadores y sus familias fueron completamente abandonados por el Estado. Ellos no eran oídos, particularmente no fueron escuchados, durante más de treinta y cinco años por el Partido Laborista y los sindicatos. Y con las elecciones que llevaron al Brexit, estos mismos trabajadores que fueron olvidados, sus familias y sus hijos votaron junto a los fascistas para que Gran Bretaña saliera de la Unión Europea. Estos hechos invitan a una reflexión sobre el crecimiento del fascismo y la ultraderecha en los propios sectores sociales afectados por las políticas neoliberales.
Es nuestro rol como trabajadores sociales, psicólogos o profesores contribuir a la recuperación de la memoria histórica y asegurar que este trabajo que logró tantos buenos resultados e impacto en la comunidad sea reconocido y que las voces, especialmente de los que son más desoídos, sean escuchadas por toda la sociedad civil.
[1] El puerto sufrió graves daños por los bombardeos alemanes pero era rápidamente reconstruido.
LIC. RICHARD HARTILL Trabajador Social. Actualmente dedicado a brindar asesorías a las agencias de cooperación internacional que tienen programas en América Latina. Ha trabajado más de 30 años en cargos de representación regional de Oxam UK y Save the Children.