Autores:
- Lisa Werkmeister Rozas, Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Connecticut
- Wayne Anthony Centrone, Puentes de Salud Internacional, Inc y Asociación Health Bridges International Perú
- Roberto Tarazona Ponte, Asociación Health Bridges International Perú
- Víctor Orlando Cruz, Universidad Estatal de Michigan y Asociación Health Bridges International Perú
Resumen
Este artículo reflexiona sobre el papel de los trabajadores sociales en el sistema peruano de protección infantil, con especial atención a los Centros de Atención Residencial (CAR), que forman parte del subsistema de protección especial para niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo o desprotección familiar. Se plantea la necesidad de ampliar las funciones y capacidades de estos profesionales más allá de la atención básica, incorporando enfoques informados por el trauma, metodologías basadas en evidencias, estrategias de compromiso familiar y trabajo interdisciplinario. El análisis se enmarca en la premisa de que fortalecer la formación y el desarrollo profesional de los trabajadores sociales es una estrategia clave para mejorar la calidad de la protección especial en Perú. El texto se presenta como una contribución de carácter reflexivo y propositivo, que busca abrir el debate y orientar futuras acciones de política pública y práctica profesional.
Palabras clave: Centros de acogida residencial, bienestar infantil, jóvenes vulnerables, trabajo social, Perú.
Introducción
En Perú, el sistema de protección infantil se compone de un conjunto de políticas, programas y servicios orientados a garantizar el desarrollo integral y la seguridad de los niños, niñas y adolescentes. Dentro de este marco, los Centros de Atención Residencial (CAR) constituyen un recurso del subsistema de protección especial para niños, niñas y adolescentes en riesgo o desprotección familiar debido a abandono, negligencia, violencia o pérdida de referentes parentales.
El presente artículo, de carácter reflexivo, expone ideas y propuestas orientadas a modernizar la práctica profesional en este ámbito, incorporando enfoques informados por el trauma, estrategias de prevención del abandono, comprensión de los determinantes estructurales de la vulnerabilidad y métodos de intervención que promuevan la colaboración familiar e interinstitucional.
El objetivo es aportar elementos conceptuales y prácticos que contribuyan al debate sobre cómo mejorar la protección especial en el país, reconociendo que la calidad del servicio depende en gran medida de la formación, el acompañamiento y las condiciones de trabajo de los profesionales que lo sostienen.
El necesario que el rol de los trabajadores sociales, en particular el de aquellos que forman parte de los equipos técnicos de los Centros de Acogida Residencial (CAR), se amplíe, para abordar con eficacia los complejos y polifacéticos retos a los que se enfrentan las familias vulnerables y desplazadas. Los CAR sirven como instalaciones residenciales para niños, niñas y adolescentes que han sufrido abandono, negligencia o desplazamiento. sin embargo, el enfoque tradicional de estos centros, que se limita a proporcionar refugio y cuidados básicos, se considera insuficiente para satisfacer las necesidades a largo plazo de los niños, niñas y adolescentes a los que atienden.
Este momento presenta una oportunidad apremiante y factible para avanzar en la formación, preparación y capacidades profesionales de los trabajadores sociales en Perú. Este avance debería priorizar específicamente el dotarles de metodologías basadas en evidencias y enfoques holísticos para el apoyo familiar. Mejorar el desarrollo profesional de los trabajadores sociales que prestan servicio en los CAR y en las instituciones de bienestar infantil relacionadas no sólo es un imperativo moral, sino también una estrategia pragmática para fomentar mejores resultados en las vidas de los niños, niñas y adolescentes las familias dentro de estos servicios. Este comentario pretende explorar cómo la ampliación de la formación, el alcance y la práctica de los trabajadores sociales puede hacer avanzar los servicios y apoyos de bienestar infantil en Perú. Los autores creen que unos profesionales bien formados y atentos son esenciales para garantizar que cada niños, niñas y adolescentes reciba el apoyo necesario para construir la vida que se merece.
Fomento de la capacidad profesional de los trabajadores sociales
A los trabajadores sociales de los CAR se les exige, cada vez más, ir más allá de brindar refugio y cuidados básicos. Deben estar preparados para atender las necesidades psicológicas, emocionales y sociales de niñas, niños y adolescentes, a quienes tienen la responsabilidad de proteger y acompañar. Simultáneamente, se les encomienda la tarea de trabajar por la reinserción en las familias de origen o la identificación de opciones alternativas de permanencia. Esto requiere un nivel de experiencia que supera el estándar actual de la práctica, lo que subraya la necesidad vital de invertir en educación, desarrollo profesional y formación.
Los retos a los que se enfrentan los trabajadores sociales en el ámbito del bienestar infantil son intrínsecamente complejos. Los trabajadores sociales están legalmente obligados a actuar en el interés superior del niño y salvaguardar su bienestar, al tiempo que se espera que escuchen a los niños, niñas y adolescentes y actúen de enlace con las diversas partes interesadas, como las familias, los cuidadores y otras organizaciones pertinentes. Existe una tensión entre el derecho del niño a participar y el papel de custodia de los padres, así como un conflicto potencial entre la seguridad inmediata del niño y sus intereses a largo plazo. Los profesionales deben equilibrar el derecho del niño a participar con su derecho a ser protegido, así como el derecho de la familia a la autodeterminación.
La mejora de la formación de los trabajadores sociales tiene el potencial de transformar las prácticas de bienestar infantil al capacitar a los profesionales para abordar las causas subyacentes de la inestabilidad familiar. Estas causas suelen incluir dificultades económicas, violencia doméstica, abuso de sustancias y problemas de salud mental, factores que afectan de forma desproporcionada a las familias implicadas en el sistema de bienestar infantil. Aunque es posible que los trabajadores sociales no puedan mejorar las causas profundas que sustentan la inestabilidad familiar, al reconocer los patrones, pueden examinar, comprender y apoyar mejor a las familias implicadas en el sistema de bienestar infantil. Para lograr una lente ampliada de discernimiento, los programas de educación y formación profesional deberían incorporar una comprensión del papel del trauma en la vida de los niños, niñas y adolescentes y sus familias, estrategias de prevención, trabajo en equipo interdisciplinario, estrategias de compromiso familiar a través del trabajo relacional, y autorreflexión y concienciación críticas.
Junto con el aprendizaje sobre los determinantes sociales estructurales y sistémicos que llevan a las familias a estar en crisis, un área crítica para el desarrollo profesional es la atención informada sobre el trauma infantil (Walsh et al., 2018). Muchos niños y familias implicados en los CAR e instituciones similares han experimentado traumas significativos por abuso, negligencia o desplazamiento. Un enfoque informado sobre el trauma significa darse cuenta del impacto generalizado del trauma, comprender los caminos hacia la recuperación, reconocer los signos y síntomas del trauma en los niños, niñas y adolescentes y el personal, integrar este conocimiento en las prácticas y resistirse activamente a la retraumatización (Walsh et al., 2018). Sin una formación adecuada en metodologías informadas por el trauma infantil, los trabajadores sociales pueden tener dificultades para generar la confianza y la compenetración necesarias para realizar intervenciones significativas. La formación en atención informada por el trauma garantiza que los profesionales estén mejor equipados para abordar los retos únicos a los que se enfrentan sus clientes, especialmente aquellos cuyas vidas han estado marcadas significativamente por el trauma de la violencia familiar, el abuso, el abandono y la inestabilidad económica. Estos conocimientos deben abarcar el impacto del trauma en el comportamiento de los niños, niñas y adolescentes, el desarrollo y las relaciones, así como estrategias prácticas para mitigar estos efectos y establecer una conexión terapéutica más profunda (Walsh et al., 2018). Abordar el impacto de la exposición al trauma en la propia mano de obra también es importante para una práctica eficaz informada sobre el trauma, ya que los trabajadores deben ser conscientes de cómo el trauma les afecta personalmente (Walsh et al., 2018).
Otra área vital en el continuo de apoyo a los niños implicados en el bienestar infantil es la preparación y formación en la prevención del abandono infantil (Waid & Choy-Brown, 2021; Toros et al., 2022). Los trabajadores sociales formados para identificar y abordar las causas subyacentes de la inestabilidad familiar, como la pobreza, el desempleo y la falta de acceso a servicios de salud mental, pueden desempeñar un papel fundamental para mantener unidas a las familias cuando sea seguro y factible (dos Santos et al., 2024). Al proporcionar apoyo y recursos específicos, los profesionales ayudan a las familias a superar las dificultades y a crear entornos estables para sus hijos. Esto se relaciona directamente con la comprensión de cómo la pobreza se cruza con los problemas de bienestar infantil (Morris et al., 2018). Las investigaciones indican que existe una fuerte asociación entre la pobreza y el maltrato y el abandono infantil, y que los niños de los barrios desfavorecidos tienen muchas más probabilidades de recibir cuidados fuera del hogar familiar (Morris et al., 2018; Carbajal y Nicolle, 2023). Sin embargo, los trabajadores sociales pueden tener dificultades para apreciar plenamente esta asociación, ya que a veces consideran la pobreza como una circunstancia inevitable y se sienten abrumados por su magnitud (Morris et al., 2018).
La educación y la formación deben ayudar a los trabajadores sociales a comprender esta relación sistemática y estructural, a ir más allá de las perspectivas estigmatizadoras de las familias con bajos ingresos y a desarrollar marcos para abordar los determinantes socioeconómicos y políticos junto con los daños individuales (Morris et al., 2018). Esto incluye reconocer las consecuencias de la pobreza, como una vivienda deficiente o la inseguridad alimentaria, y evitar la tendencia a centrarse en la capacidad de crianza afectada por los determinantes sociales (Morris et al., 2018). La formación debería fomentar una reflexión crítica sobre cómo se enmarca la pobreza y equipar a los trabajadores para integrar esta comprensión en su práctica (Morris et al., 2018).
La práctica eficaz del bienestar infantil también requiere que los trabajadores sociales estén preparados para trabajar en colaboración con otros profesionales y partes interesadas de la comunidad (Kothari et al., 2022). Este enfoque multidisciplinar integra la experiencia de psicólogos, educadores, proveedores de atención sanitaria y profesionales jurídicos. Por lo tanto, los programas de formación también deben incluir componentes sobre el trabajo en equipo, la comunicación y la colaboración interinstitucional para garantizar que los profesionales puedan funcionar eficazmente dentro del equipo interdisciplinar de bienestar infantil.
Horwitz y Marshall (2015) sugieren que los trabajadores sociales requieren formación en estrategias eficaces de compromiso familiar. El compromiso familiar se considera clave para el éxito de las intervenciones de protección infantil, ya que las familias sólo pueden beneficiarse de las intervenciones con las que se comprometen a participar. A pesar de su importancia, a menudo se carece de un compromiso familiar adecuado debido a las dificultades para localizar a las familias, a la falta de formación profesional y a la autoridad inherente al sistema de protección infantil (Horwitz & Marshall, 2015). Una vía clara para mejorar la capacidad de un trabajador social para impulsar el apoyo y la defensa de la familia en el sistema de protección de la infancia es la formación y la preparación holísticas. Un enfoque de la formación que abarque las acciones que los trabajadores sociales pueden llevar a cabo para fomentar el compromiso, como aclarar las preocupaciones de la agencia, obtener el punto de vista de la familia, identificar y satisfacer las necesidades concretas, ampliar el círculo de apoyo de la familia, explorar las barreras al progreso, transmitir una perspectiva basada en los puntos fuertes y tratar a los miembros de la familia con dignidad (Horwitz & Marshall, 2015). El desarrollo de relaciones positivas entre las familias y los trabajadores sociales es necesario para fomentar el compromiso, promover la apertura familiar, la esperanza y el compromiso con las intervenciones (Horwitz & Marshall, 2015; van Bijleveld et al., 2013).
Existe una tensión inherente entre el compromiso y la autoridad; el papel de un trabajador social es apoyar a las familias y facilitar los pasos necesarios para encontrar las mejores soluciones para su situación actual (Mandell, 2008; Horwitz & Marshall, 2015). Aunque la autoridad permite a los trabajadores acceder a y supervisar las condiciones, también puede socavar la capacidad de practicar desde una perspectiva basada en los puntos fuertes que realmente implique y empodere a las familias. A pesar de esta tensión, los trabajadores sociales y las familias suelen encontrar formas de trabajar juntos con eficacia. La formación debe abordar cómo navegar por los peligros necesarios de la autoridad protectora, demostrando las mejores prácticas que implican y ayudan a las familias a la vez que las hacen responsables de su comportamiento con el objetivo general de garantizar la seguridad de los niños (Horwitz & Marshall, 2015). Los trabajadores sociales también necesitan formación sobre cómo mantenerse a sí mismos, dadas las exigencias del trabajo social relacional, que hace hincapié en establecer relaciones, aprender más sobre la familia y sus necesidades, y proporcionar apoyo y orientación. El creciente énfasis en la gestión de casos basada en datos puede restar importancia al tiempo dedicado al trabajo relacional, lo que repercute en el compromiso y la conexión familiares (Horwitz y Marshall, 2015).
Por último, un área relevante, aunque a veces descuidada, es el desarrollo de la autoconciencia y la reflexión crítica de los trabajadores sociales (Mandell, 2008). Esto implica comprender cómo la posicionalidad de un trabajador, incluidas las experiencias personales vividas, las emociones, los valores, los prejuicios, las actitudes, los antecedentes culturales y las identidades sociales, interactúan con las dinámicas de poder y vulnerabilidad en la relación trabajador-familia-niño (Napier & Fook, 2000). La reflexión crítica permite a los trabajadores sociales comprender su papel dentro de las relaciones de poder estructuradas, reconocer y abordar las contradicciones inherentes a su posición dentro del sistema más amplio de bienestar infantil (Mandell, 2008). También ayuda a identificar el impacto de la exposición directa e indirecta de un trabajador social al trauma, que puede conducir al agotamiento o al burnout, lo que puede alterar la confianza con las familias (Mandell, 2008; Walsh et al., 2018). La formación debe apoyar a los trabajadores en la gestión del estrés personal y profesional y en la integración de estrategias de autocuidado en la práctica (Mandell, 2008; Walsh et al., 2018).
Invertir en el desarrollo profesional de los trabajadores sociales puede permitir a Perú servir de modelo para otros países que busquen mejorar sus sistemas de bienestar infantil. Los trabajadores sociales bien formados, equipados con formas de evaluación e intervención informadas sobre el trauma infantil, relacionales y basadas en pruebas, pueden demostrar el poder transformador de los enfoques de bienestar infantil centrados en la prevención y en la familia. Esto, a su vez, puede inspirar iniciativas similares a nivel mundial, contribuyendo a un movimiento hacia una práctica del bienestar infantil más eficaz y basada en las relaciones. Los trabajadores sociales, con sus habilidades y perspectivas únicas, están en una posición ideal para desempeñar un papel vital en la forja de un futuro mejor para los niños, niñas y adolescentes y las familias vulnerables.
La importancia de la relación y el compromiso
La relación personal entre los niños, niñas y adolescentes y el trabajador social se considera uno de los facilitadores más importantes para el desarrollo infantil y la participación familiar (van Bijleveld et al., 2013). Sin embargo, existen múltiples obstáculos para crear esta relación. Entre las cualidades profesionales valoradas se incluyen la disponibilidad, la fiabilidad y la franqueza. Algunas características personales que los niños y las familias han identificado como necesarias son mostrar preocupación, desarrollar confianza, escuchar activamente, ser amable, utilizar el humor y ser capaz de no juzgar. Por el contrario, se sabe que la incoherencia, la mala comunicación, ser difícil de localizar y los cambios frecuentes de personal en el trabajo social repercuten negativamente en la relación laboral (Munro, 2001; Jobe y Gorin, 2012). Para los trabajadores sociales, la relación es igualmente esencial para facilitar su participación, comprender cómo intervenir, valorar las necesidades y perspectivas de los niños y determinar los siguientes pasos más adecuados para cada familia y niño.
Mejorar la participación de la familia también requiere que los trabajadores sociales aclaren las preocupaciones de la agencia, obtengan la perspectiva de la familia, identifiquen necesidades concretas, ayuden a satisfacerlas, amplíen el círculo de apoyo de la familia, exploren las barreras al progreso, transmitan un enfoque basado en los puntos fuertes y traten a los miembros de la familia con dignidad y respeto. Cuando las familias perciben al trabajador social como un defensor y comparten objetivos comunes, se muestran más accesibles, abiertas a la intervención y comprometidas con el trabajador social. Un compromiso significativo permite a los trabajadores sociales recopilar datos más precisos para la evaluación y la planificación, aumenta los recursos a través de las redes familiares y de parientes, y fomenta la sensación de empoderamiento de la familia a pesar de la participación del Estado (Horwitz & Marshall, 2015).
Enfoques: poder, cuidado y vulnerabilidad
El trabajo de bienestar infantil implica inherentemente una dinámica de poder. Debido a su edad, estatus social y derechos limitados, los niños, niñas y adolescentes son especialmente vulnerables. Los trabajadores sociales están legítimamente posicionados como ayudantes y protectores que poseen conocimientos, autoridad y poder de los que los niños y sus familias. En estas y otras condiciones socialmente establecidas, existe un inevitable desequilibrio de poder en la relación trabajo social-niño-familia. En su papel, los trabajadores sociales deben esforzarse por utilizar su subjetividad y su conciencia crítica para fomentar el reconocimiento mutuo, el respeto y la confianza con los niños con los que se relacionan (Rossiter, 2007).
El campo de la protección infantil implica navegar por un doble papel de autoridad y apoyo, especialmente cuando se gestionan los prejuicios implícitos y las tendencias a juzgar a los padres. Ser testigo de malos tratos, abusos y negligencia puede dificultar la toma de decisiones de los trabajadores sociales teniendo en cuenta los mandatos y las leyes de protección infantil. Para los padres que se implican a regañadientes, puede ser un reto conseguir un compromiso genuino en un proceso que se siente intrusivo por naturaleza. El componente de autoridad, aunque necesario, complica la capacidad de los trabajadores sociales para implicar y empoderar verdaderamente a las familias. Esta tensión pone de relieve los complejos dilemas morales y éticos a los que se enfrentan los trabajadores sociales cuando trabajan en un sistema dirigido por el gobierno que muchas familias pueden percibir como poco fiable (Morris, 2018).
Basándose en la autorreflexión y la conciencia crítica, una perspectiva vital del trabajo social hace hincapié en examinar el poder y la subjetividad que existen dentro de las relaciones. El racismo, el relativismo cultural, las actitudes y los prejuicios implícitos sobre la clase y los grupos culturales/racializados diferentes de los propios repercuten en la forma en que los trabajadores sociales evalúan las prácticas de crianza y la capacidad familiar.
La necesidad de avanzar el alcance y la profundidad de la práctica del trabajo social en Perú es a la vez urgente y factible. Al priorizar el desarrollo profesional de los trabajadores sociales en los CAR y entornos afines, Perú puede avanzar hacia un sistema de bienestar infantil que no sólo responda a las familias en crisis, sino que también trabaje en la prevención y la intervención. Esto requiere un compromiso con la educación profesional en torno al bienestar infantil, intervenciones informadas sobre traumas, prácticas basadas en evidencias, una comprensión holística de los retos a los que se enfrentan las familias vulnerables y desplazadas, y la capacidad de adoptar un enfoque relacional. Cuando los trabajadores sociales están capacitados para abordar estos retos con eficacia, pueden ayudar a garantizar que todos los niños, niñas y adolescentes puedan prosperar en un entorno familiar estable y de apoyo.
Conclusiones
- La efectividad de los Centros de Atención Residencial (CAR), como parte del subsistema de protección especial, depende de un programa sostenido de capacitación para trabajadores sociales que abarque la prevención, la intervención y la reintegración familiar, cuando sea posible y seguro.
- Dado que gran parte de los niños, niñas y adolescentes atendidos han vivido experiencias traumáticas, la práctica profesional debe incorporar de manera transversal estrategias de atención informada por el trauma, orientadas tanto a los beneficiarios como al propio personal, con el fin de reducir la retraumatización y aumentar la efectividad de las intervenciones.
- La articulación con otros sectores (salud, educación, justicia) y el establecimiento de relaciones de confianza con las familias son elementos esenciales para garantizar la sostenibilidad de las intervenciones. La práctica profesional debe promover el empoderamiento familiar, equilibrando la autoridad protectora con un acompañamiento respetuoso.
- El desarrollo de la autoconciencia crítica y la implementación de estrategias de autocuidado son indispensables para preservar la salud mental de los trabajadores sociales, prevenir el agotamiento profesional y asegurar la calidad y continuidad de la atención en los CAR.
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