Liderazgo femenino en las rondas campesinas: la experiencia de las mujeres en la defensa comunitaria de Cajamarca

Reseña – Asociatividad

Autora

Dra. Maritza Isabel Martinez Loli, Docente asociada de la Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión, Lic. en Trabajo Social, magister en docencia e investigación universitaria y doctora en ciencias de la educación

Resumen

La reseña recoge la experiencia de desarrollo y consolidación de las rondas campesinas en Cajamarca, resaltando cómo esta forma de organización comunitaria surgió como respuesta asociativa frente al abigeato y la inseguridad. Se destaca el papel de las mujeres campesinas a través de comités femeninos, quienes han superado resistencias culturales y el machismo estructural de la zona rural. Asimismo, se enfatiza que las mujeres ronderas han sostenido la organización incluso frente a contextos adversos, como el encarcelamiento de dirigentes, la defensa territorial contra proyectos extractivos y la presión de políticas neoliberales, manteniéndose vigentes como actores comunitarios clave en seguridad ciudadana y defensa de derechos colectivos. Esta experiencia configuró a la autora como educadora social, con un trabajo muy ligado a las mujeres campesinas de los comités femeninos de esta organización.

Descripción

Tratar el tema de la organización de las rondas campesinas implica remontarse a las últimas décadas del siglo XX, cuando los chotanos, cansados de tanto abigeato en la zona, lograron forjar una organización que les permitió defender sus propiedades y garantizar la seguridad de sus familias. Hoy, más de 30 años después, se encuentran establecidos mediante una ley que respalda su accionar político.

Las rondas campesinas se originan de una necesidad colectiva, pues son estructuras comunales vinculadas a la promoción del desarrollo social de sus integrantes, al control social y a la administración de justicia. Nacieron a partir de la decisión de los pobladores de la comunidad de Cuyumalca (1976) y se expandieron por toda la provincia de Chota, luego a provincias vecinas, a todo el departamento de Cajamarca y a otras regiones del país. Más específicamente, como lo señala Bazán, son “organizaciones de campo, constituidas por decisión de los propios campesinos o vecinos de un sector, estancia o caserío, con el objetivo de servir a su localidad en la lucha y la prevención de la delincuencia y la violencia”.

Esta organización rural se gestó en el siglo pasado y obtuvo el reconocimiento de su accionar social pese a la represión y la desconfianza de autoridades locales hacia ellas. Dicho reconocimiento llegó con la promulgación de la primera Ley de Rondas Campesinas, N.º 24571, aprobada en noviembre de 1986, tras casi diez años de existencia y luego de haber alcanzado beneficios legítimos en comunidades como Cuyumalca y Cutervo.

Tal como señala el dirigente rondero Sánchez en su libro Así nació la ronda, los logros iniciales incluyeron el control efectivo del abigeato y la delincuencia, la incorporación de la mayoría de las familias a la organización, el establecimiento de niveles democráticos de decisión (con la Asamblea como máxima expresión), el reconocimiento formal por la existencia efectiva de la ronda y, sobre todo, la recuperación de la tranquilidad y seguridad en la comunidad. Asimismo, se practicaban actos de solidaridad y auxilio con personas y familias en situación de abandono.

A inicios de la primera década del siglo XXI se promulgó la segunda Ley de Rondas Campesinas, N.º 27908, que incorporó legalmente su personería jurídica, los deberes y derechos de sus miembros y su inscripción en registros públicos y municipales. Esta norma promovía la coordinación con las autoridades en lo relacionado con la seguridad y la paz comunal. Se trata del reconocimiento de una necesidad social nacida desde la base (propuesta por la población ante el vacío del Estado en materia de seguridad) que se convirtió en política de Estado a través de la legislación.

En el ámbito rural, la cultura machista se manifiesta con especial arraigo, perpetuando una diferenciación marcada entre hombres y mujeres. Como advierte Daros, históricamente se asignaron funciones diferenciadas: “roles atribuidos a las mujeres y roles atribuidos a los hombres. Esta distribución no fue simétrica, sino que se dotó a los hombres de valores superiores y positivos (la guerra, la política), mientras que las labores femeninas se estimaron inferiores y negativas, haciéndose excepción con referencia a la maternidad y su función procreadora”.

Esta lógica jerarquizada, aunque cuestionada en otros contextos, se ha mantenido vigente en gran parte de la vida comunitaria del campo. El contexto ideológico, cultural y educativo hacía muy difícil erradicar estas ideas, perpetuadas por prácticas discriminatorias transmitidas de generación en generación. Por ejemplo, al trasladarse de un lugar a otro, las mujeres iban a pie junto al caballo que montaba su pareja; los esposos, además, no permitían que participaran en las rondas por temor a que aprendieran demasiado sobre cómo desenvolverse y, al asumir funciones ronderiles, abandonaran sus labores domésticas y el cuidado de los hijos. Estas acciones contradecían el carácter organizativo, territorial, autónomo, democrático y de autodefensa de las rondas campesinas. La desigualdad e inequidad hacia las mujeres campesinas afectaba así el fortalecimiento de una organización que había transformado positivamente la vida en el campo.

Un avance importante para mejorar la situación de las mujeres campesinas fue su reconocimiento como integrantes plenas en el proceso de fortalecimiento de la organización, establecido en el artículo 3 de la Ley N.º 27908: “Las rondas campesinas promueven el ejercicio de los derechos y la participación de la mujer en todo nivel…”. A ello se sumaron reglamentos, planes de trabajo y funciones específicas asignadas a mujeres organizadas en comités, incluidas responsabilidades en la ejecución de sanciones en la justicia campesina. Como afirma Sánchez, “la incorporación y participación de la mujer en la organización rondera constituye una enérgica respuesta frente al insistente acoso policial, contribuyen al fortalecimiento de la disciplina… e incluyen a todos los miembros de la familia”.

El evento más significativo para legitimar la presencia de las mujeres en las rondas fue el I Encuentro Femenino de Rondas Campesinas, convocado por la Federación Departamental y realizado en agosto de 1989 en el centro poblado de Huañambra (Celendín). Participaron cientos de mujeres de todas las provincias de Cajamarca con una agenda única: definir cómo su participación fortalecería las organizaciones fundadas por sus compañeros y evitar su aislamiento dentro de ellas.

Este espacio permitió que las dirigentes campesinas de la federación expusieran, con solvencia, sobre la realidad nacional y local, y sobre la necesidad de incorporar a las mujeres y familias en la tarea organizativa. Señalaron que su participación incrementaría la seguridad de los hogares, protegería a sus hijas del riesgo de violencia, enriquecería la organización en el cumplimiento de responsabilidades y elevaría la autoestima de ellas y de sus hijas. Como hecho simbólico, mientras las mujeres participaban, los ronderos varones preparaban el almuerzo y la cena para todas las asistentes.

En el marco de este evento se aprobó un plan de trabajo y capacitación para los comités de mujeres a nivel departamental, que se implementó en los años siguientes.

Hoy en día, las mujeres ronderas han alcanzado un rol protagónico y muestran gran sensibilidad ante las dificultades que surgen en el quehacer organizativo. No obstante, aún falta visibilizar plenamente sus esfuerzos sostenidos a lo largo de décadas. A pesar de las transformaciones sociales, la presencia de una política neoliberal en la región y la desaparición de otras organizaciones sociales y comunales, las rondas campesinas han permanecido firmes frente a circunstancias adversas, como el encarcelamiento de dirigentes por aplicar sanciones a delincuentes, la defensa de sus territorios y recursos naturales (caso Proyecto Conga, propiedad de Minera Yanacocha), el respeto ante intentos de autoridades por desvirtuar su labor y el apoyo a familias migrantes venezolanas.

En palabras de una rondera: “Llegar a Chota es estar en un lugar donde puedes andar seguro y confiado de que llegarás bien a tu casa” (Juana Vásquez Paredes).

Conclusiones

  • Las rondas campesinas nacieron de la necesidad colectiva de proteger bienes, familias y comunidad, consolidándose como una estructura democrática y autónoma capaz de administrar justicia y garantizar seguridad en contextos de ausencia estatal.
  • Aunque inicialmente enfrentaron barreras culturales y de género, las mujeres lograron integrarse a las rondas campesinas, pasando de roles invisibilizados a liderar comités femeninos y asumir responsabilidades estratégicas en la organización.
  • La Ley N.º 27908 y su reglamento incorporaron explícitamente a las mujeres en todos los niveles de las rondas campesinas, impulsando su formación, participación y ejercicio de derechos dentro de la estructura organizativa.
  • El I Encuentro Femenino de Rondas Campesinas marcó un punto de inflexión en la inclusión de mujeres, generando acuerdos y planes que incrementaron su participación y autoestima, y fortalecieron la seguridad comunitaria.
  • A pesar de cambios políticos, presiones externas y conflictos con autoridades y empresas extractivas, las rondas campesinas, con activa participación de las mujeres, se han mantenido como una organización sólida y respetada en la defensa de la seguridad, el territorio y los derechos colectivos.

Referencias bibliográficas

Bazán , J. F. (2011). El Nuevo Código Procesal Penal del 2004 y las Rondas campesinas. Escenarios de Conflicitividad y Coordinación. Lima: Agencia Suiza para el Desarrollo y la CoioperaciónCOSUDE.

Daros, W. R. (2014). La mujer posmoderna y el machismo. Franciscanum, LVI(162), 107-129. Obtenido de http://www.scielo.org.co/pdf/frcn/v56n162/v56n162a05.pdf/

El Peruano. (06 de enero de 2003). Ley de Rondas Campesinas N° 27908 y Reglamento DS. N°05- 203-JUS. Obtenido de https://diariooficial.elperuano.pe/Normas/obtenerDocumento?idNorma=60001

Sánchez, O. (2021). Asi nacio la ronda (segunda ed.). Chota, Cajamarca: Ediciones e impresiones Frias.

Agradecimiento

A los ronderos de Cajamarca que con sus enseñanzas forjaron en mi a una ciudadana con mucha fortaleza para dar mucho por la vida y reafirmaron mi vocación de ser trabajadora social comprometida.

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