Nuestra América en disputa: Un balance sociopolítico en medio de la pandemia

Costa Rica

1. América Latina un continente desigual, asimétrico y excluyente:

La región lamentablemente ocupa el primer lugar a nivel mundial, como el continente más desigual del planeta. De los 10 países más desiguales del planeta 8 son de nuestra región (Haití, Honduras, Colombia, Brasil, Panamá, Chile, Costa Rica y México)[1].

Las desigualdades históricas entre el mundo rural y el mundo urbano se han acentuado con la imposición de las políticas neoliberales en la región desde la década del ochenta del siglo XX. El rol del Estado desapareció dejando desamparadas a millones de personas, sin educación, sin salud, sin acceso a servicios esenciales para la vida.

Por otra parte, la concentración de la riqueza se fue agudizando, 105 multimillonarios en América Latina tienen un patrimonio neto combinado de $446.900 millones de dólares, mientras que 2 de cada 10 personas tiene carencias alimentarias. En promedio el 10% más rico de la población en América Latina concentra el 49% de la riqueza regional, hay países como Chile, México y Brasil en que ese sector se apropia del 57% de la riqueza nacional. El 1% más rico se apropia del 21% de la riqueza regional[2].

La inserción laboral ha tenido como eje la precarización y la informalización, ello implica empleos no sólo peligrosos e insalubres, sino que en términos salariales totalmente precarios e inestables, el Estado abandonó su función de normar la actividad laboral y lo ha dejado a las fuerzas del mercado, ello ha provocado que el 50% de la fuerza laboral en América Latina esté laborando en condiciones de informalidad, sin acceso a salarios dignos, sin protección social y sin ningún derecho laboral.

No es de extrañar que la pobreza sea un flagelo permanente para la región, previo a la pandemia para el año 2019 la pobreza se situó en el 30.8% de la población total de América Latina, ello representó 191 millones de personas, de los cuáles 72 millones vivían en pobreza extrema. Es necesario señalar que, durante la primera década y media del siglo XXI con la irrupción de los gobiernos progresistas principalmente en América del Sur, las políticas sociales y económicas redistributivas impulsadas lograron reducir sensiblemente la pobreza y la pobreza extrema, ese ciclo se cortó abruptamente con la reinstauración de gobiernos neoliberales que desmantelaron dichas políticas.

El crecimiento económico de la región fue para el 2019 de apenas el 0.1%, el peor desempeño económico de la región en siete décadas, es decir un escenario de desaceleración económica generalizada como región. Que acentúo las dificultades fiscales y de endeudamiento público en todos los países. A nivel fiscal se ralentizaron los ingresos tributarios producto del bajo crecimiento económico, ello impulsó el crecimiento tanto de la deuda interna como externa por cuanto se convirtió en el mecanismo para financiar los gastos de los Estados nacionales.

2. La protesta social como respuesta al modelo neoliberal

Entre los años 2018 y 2019 principalmente vimos la explosión social en distintos países de América Latina, aunque con motivaciones diferenciadas en cuánto a los detonadores de la protesta, lo común era la configuración de pliegos reivindicativos que tenían que ver con el cuestionamiento a la exclusión y la desigualdad social vigente en la región.

Las protestas cubrieron a casi toda la geografía del continente, desde Haití, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Chile, Perú. Se articularon demandas por mayor democratización política y reformas constitucionales, contra la corrupción institucional promovida desde los círculos del poder político, reformas económicas al modelo neoliberal y búsqueda de un modelo económico incluyente.

Emblemáticas por su carácter multisectorial, fueron las protestas en Ecuador, Chile y Colombia que en algunos casos implicaron levantamientos populares, con un rol protagónico del movimiento indígena y campesino. Ese sentido multisectorial, demostró que sectores sociales históricamente postergados convirtieran el lema “Basta Ya” en un estandarte de lucha y de reivindicación frente a décadas de despojos de sus territorios y comunidades.

Es importante reseñar que en Ecuador se evidencia la oposición popular/indígena a la restauración neoliberal del gobierno de Lenin Moreno; en el caso de Chile emblema neoliberal del modelo exitoso desde la dictadura de Pinochet, se materializa en las calles la oposición a una Constitución Política heredada de la dictadura y a un modelo económico neoliberal que creó una sociedad absolutamente fragmentada y segmentada en términos sociales; en el caso de Colombia es la oposición al modelo de sociedad bajo la lógica de la “seguridad nacional” sostenida como la retaguardia militar de los Estados Unidos para América Latina y la precarización económica del conjunto de la sociedad como eje del aumento de la tasa de ganancia de las élites económicas colombianas.

Una situación excepcional durante el 2019 fue el golpe de estado en Bolivia, demostración de que las élites a nivel regional, en ese momento, estaban posicionadas en acabar con cualquier resquicio que quedara de algún gobierno progresista, en este caso era acabar a sangre y fuego con el gobierno del dirigente indígena Evo Morales, uno de los últimos vestigios de gobiernos progresistas, recuérdese que sólo el Gobierno de Andrés López Obrador en México 2018 y de Alberto Fernández en Argentina que asume en diciembre 2019 podrían ser señalados como gobiernos progresistas en la región.

En los años 2018 y 2019 empiezan a expresarse las fisuras y agrietamientos del modelo, es real que una situación social en la que la falta de oportunidades es la norma general, en la que la reproducción del círculo de la pobreza es el único horizonte para las mayorías latinoamericanas, tuviera que encontrar en la protesta social, el único vehículo para expresar el descontento. Diversas encuestas y mediciones en los últimos años venían demostrando los cuestionamientos a las democracias formales sin participación real de la gente, también el desapego cada vez mayor a la participación política, el relacionar la política y la corrupción como algo idéntico y la carencia de expectativas positivas sobre la situación económica.

A pesar de las protestas sociales en general las élites se mostraron renuentes a abrir espacios y hacer cambios, apostaron por la vía del desgaste social de las protestas y decidieron “pasar página” sin hacer ninguna concesión a la diversidad de demandas planteadas. El único caso en el que las élites no pudieron “pasar página” del todo, fue en Chile en donde el tema de la constituyente y el referéndum no pudieron eliminarlo, se vieron obligados a transitar por esa vía aun poniéndole todas las restricciones posibles a fin de no posibilitar un ejercicio democrático real, estableciendo el 2020 como momento para realizar el plebiscito a ver si la sociedad chilena estaba de acuerdo o no en promover un nuevo instrumento constitucional, que sustituyera la constitución pinochetista.

3. El Tsunami sanitario, social y económico provocado por la pandemia del COVID-19 en América Latina

En términos sanitarios América Latina ha sido la región a nivel global más impactada por la pandemia, a pesar de concentrar solamente el 8.4% de la población global, datos disponibles a diciembre 2020 señalan que la región concentró el 18.6% (un poco más de 15 millones de contagios) de los contagios mundiales acumulados y el 27.8% (cerca de 700.000 mil fallecimientos) del total de fallecimientos causados globalmente por la enfermedad[3].

La pandemia ha evidenciado por un lado el deterioro y la precariedad de la mayoría de los sistemas públicos de salud en América Latina, resultado de años de desmantelamiento con el propósito de fortalecer a los sistemas privados de salud, pero principalmente ha demostrado que las mayorías de las sociedades latinoamericanas están totalmente desprotegidas sin acceso a ningún sistema de salud ni público, ni privado.

Esta precariedad de los sistemas de salud y la vulnerabilidad en la cobertura ha acentuado el impacto tanto en la extensión de los contagios, como en el incremento de las defunciones. Y la imposibilidad material de los países de poder contener la expansión de la pandemia.

La pandemia ha ocasionado que en términos económicos sea la crisis más grave de los últimos 120 años. La contracción económica para el 2020 se estima en un -7.7% del PIB a nivel regional. A nivel subregional, México más Centroamérica es la subregión más afectada por su directa dependencia económica con los Estados Unidos, para la subregión se estima una contracción económica de un -9.2% y para los países de América del Sur se estima en la misma cantidad que la contracción regional -7.7%[4].

El efecto económico de la crisis se ha reflejado con una fuerza devastadora en el mercado laboral, efecto de las medidas sanitarias ha sido la pérdida de empleos por cierre de actividades económicas, la suspensión temporal de contratos laborales, la reducción de jornadas laborales con reducción de salarios, por lo que la estimación de los ingresos laborales se sitúa en un 10.1% del PIB regional. Los sectores económicos más afectados son la industria manufacturera, la construcción, el transporte, el comercio y el turismo en el sector servicios.

En términos laborales el impacto de la crisis económica por la pandemia tiene dimensiones dramáticas, la tasa de ocupación laboral en el 2020 cayó un 10.0% se pasó de tener en el 2019 una tasa de 57.4% al 2020 a una tasa de 47.4% ello implica que se perdieron en ese año 2020 un total de 47 millones de puestos de empleos en América Latina y el Caribe[5].

El fenómeno en términos laborales y que no se había presentado en las anteriores crisis económicas, es que ante la pérdida del empleo los trabajadores no volvieron a buscar uno nuevo, simplemente se tuvieron que retirar del mercado laboral, por la imposibilidad de buscar otra opción laboral, ante el cierre de la actividad económica y las prohibiciones de movilidad humana.

La pandemia ha provocado que en un solo año la región tenga 30 millones de personas más viviendo en condición de pobreza y pobreza extrema. El efecto social de la pandemia ha sido que 22 millones de personas han pasado a vivir en condición de pobreza llevando el número de pobres en la región a 209 millones y 8 millones de personas en sólo el año 2020 han pasado a vivir en condición de pobreza extrema llevando la cifra a 78 millones de personas[6].

En términos fiscales y tributarios el impacto ha sido también muy severo, datos a septiembre 2020 indican que la caída de los ingresos tributarios del Impuesto Sobre la Renta a nivel regional ha sido de un -8.91% y del Impuesto al Valor Agregado a nivel regional ha sido de un -12.65%. Ello refleja la gravedad de la contracción económica que ha provocado la pandemia. Mientras que la demanda de recursos por parte de los Estados para poder enfrentar las necesidades sanitarias y económicas de la pandemia ha sido elevada, provocando una nueva espiral de endeudamiento para poder suplir algunas de las necesidades presupuestarias en inversión sanitaria y social, aunque es una respuesta muy limitada por el poco espacio fiscal disponible de los países[7].

4. Los desafíos sociales en medio de la pandemia

Durante el año 2020 en medio de la pandemia hubo tres momentos excepcionales de lucha política y social que marcaron a la región. Las elecciones generales en Bolivia en el mes de octubre que marcaron el regreso al gobierno por parte del Movimiento al Socialismo MAS dirigido por Evo Morales después de un sangriento golpe de estado con un 55% de la votación general se nombró a Luis Arce Catacora como Presidente Constitucional; el Plebiscito Constitucional en Chile, que significó la victoria de las fuerzas impulsoras de un cambio constitucional, frente a la postura de la derecha chilena defensora de la constitución pinochetista y las protestas multitudinarias en Perú por el tema de la vacancia del presidente Vizcarra que evidenciaron el descontento generalizado de la población peruana con sus representantes y con el mismo modelo político peruano.

Estos hechos políticos más diversas protestas puntuales en distintos países de América Latina en las que se cuestionaba el manejo político, económico y sanitario de diversos gobiernos, demostraron que a pesar del temor del contagio y de las restricciones a la movilidad individual y colectiva, los negativos impactos de la pandemia acentuaban el cuestionamiento social al modelo y al manejo que las élites económicas y políticas han hecho de la pandemia.

El año 2021 a diferencia de lo que se pensaba y esperaba, no ha traído una disminución de los efectos de la pandemia, la misma sigue provocando severos impactos sanitarios, la crisis económica sigue profundizándose a pesar de una tímida recuperación económica todavía no sostenible. La protesta social no ha bajado en intensidad, el caso de Colombia demuestra que las élites sólo pueden recurrir a la represión y la barbarie para tratar de contener el descontento generalizado. En Chile las elecciones a constituyentes responsables de la redacción del nuevo texto constitucional marcan el entierro de la derecha, al darle mayoría a candidatos independientes y a la coalición de izquierda. En Perú las elecciones nacionales en primera y segunda vuelta dan un resultado muy importante para los sectores de izquierda, progresistas y democráticos, se puede afirmar que las fuerzas más retardatarias que han sostenido el modelo neoliberal en el país han sido derrotadas a pesar de los intentos ilegales que tratan de llevar adelante.

Podríamos aventurarnos a afirmar que la pandemia al radicalizar todas las asimetrías y desigualdades sociales y económicas que representa el modelo neoliberal dominante en América Latina está provocando su propia crisis de legitimidad y por ende socavando el poder político de las élites que han sostenido dicho modelo. Se podría proyectar que estamos entrando en la región en un nuevo ciclo de irrupción del progresismo, con nuevas propuestas y necesidades marcadas en mucho por la pandemia, pero también con la responsabilidad de aprender de sus errores de lo que fue la irrupción del ciclo progresista de inicios del siglo XXI y el hecho significativo y más diferenciador es que es un nuevo ciclo progresista que viene impulsado desde lo profundo de lo popular, incorporando la ruralidad y la diversidad étnica, sexual y de género como potenciadores de una nueva narrativa política.

[1] Banco Mundial 2018.

[2] Informe de Desarrollo Humano 2021. “Atrapados: Alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe”. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD. Nueva York, Estados Unidos.

[3] “Panorama Social de América Latina 2020”. Comisión Económica para América Latina y El Caribe CEPAL. Santiago de Chile/Chile.

[4] “Balance preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2020”. Comisión Económica para América Latina y El Caribe CEPAL. Santiago de Chile/Chile.

[5] “Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe. La dinámica en una crisis de características inéditas: desafíos de política”. Organización Internacional del Trabajo OIT y Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL. Santiago/Chile.

[6] “Panorama Social de América Latina 2020”. Comisión Económica para América Latina y El Caribe CEPAL. Santiago de Chile/Chile.

[7] “Exoneraciones y privilegios fiscales una pesada carga para América Latina en tiempos de COVID-19”. Coronado Marroquín, Jorge. Internacional de Servicios Públicos ISP. Sao Paulo/Brasil.

LIC. JORGE CORONADO MARROQUÍN Sociólogo de la Universidad de Costa Rica, con especialidad en Economía Política de la Escuela Libre de Estudios Superiores de Berlín/Alemania, estudios en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica. Especialista en temas económicos y fiscales de la Red Latinoamericana por Justicia Económica y Social LATINDADD, de la Red de Justicia Fiscal de América Latina y el Caribe y de la Global Alliance for Tax Justice GATJ.

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