Perú
Estudiante Ibhonn Hanjy Bruno Reyes
V Ciclo de la UNMSM
Resumen:
Durante el 2020, la aparición de la COVID- 19 género diversas modificaciones, principalmente cambios sociales. La sociedad se enfrentaba a una situación desconocida, las restricciones aumentaban y los recursos cada día se limitaban más. El presente artículo se propone como objetivo principal visibilizar la situación de la persona adulta mayor durante la pandemia, incluyendo el rol que cumple el Estado y la familia. Asimismo, se resalta las cualidades que durante mucho tiempo no fueron reconocidas. Finalmente, se concluye que la pandemia de la COVID-19 permitió conocer la situación en la que se encuentran los adultos mayores. A su vez, se destaca el rol que debe desempeñar el Estado y la familia como instituciones encargadas de garantizar bienestar y ser el soporte de la población adulta mayor. Por último, desde el Trabajo Social se promueve el envejecimiento saludable.
La vejez tiene sus placeres, que, aunque diferentes, no son menos que los placeres de la juventud.
Somerset Maugham
Introducción
El Perú es un país muy diverso, al igual que su población, cada hogar peruano representa una situación diferente, sus capacidades y limitaciones están en relación a su condición económica, social y cultural. Durante los últimos años, se ha progresado en materia de políticas públicas, cada una de las propuestas con el objetivo de buscar un país más equitativo y justo, en donde toda la población goce de calidad de vida y de igualdad en derechos. Sin embargo, este proceso se ha visto limitado por un evento no planificado. El 6 de marzo del 2020 se confirmaba el primer caso de coronavirus en el Perú, desde ese día la forma de convivir y relacionarse cambió, la sociedad afrontaba un problema desconocido.
Uno de los grupos más afectados es la población adulta mayor, principalmente por sus condiciones físicas, psicológicas, sociales y económicas. Según estimaciones del Instituto Nacional de Estadística e Informática(INEI), para el 2018, el 22% de la PAM se encontraba en situación de pobreza o pobreza extrema. Asimismo, dentro de la pirámide poblacional, el adulto mayor representa uno de los grupos no priorizados, son diversas las razones y entre ellas está el modelo económico que lo considera un sujeto no productivo y no funcional dentro de los valores del mercado. La Encuesta Mundial de Valores indicaba, en el 2018, que el 9,3% de los adultos entrevistados considera que las PAM no son competentes en el ámbito laboral, mientras que el 10,5 % de las PAM entrevistadas considera lo mismo. Aquellos factores permiten construir estereotipos que reducen sus derechos y los observan como sujetos que representan un gasto social.
Otro aspecto importante a mencionar, es cómo los estereotipos basados en la edad fueron reforzados en un inicio de la pandemia, dejando como consecuencia la percepción de que la vida de un adulto mayor tenía menos valía que la de un joven. Igualmente es importante resaltar que durante la pandemia se desestimaron muchos estereotipos que subestimaban a la población adulta mayor. En los siguientes párrafos analizaremos cuatro aspectos fundamentales relacionados con la población adulta mayor.
El Estado como garante de protección hacia la población adulta mayor
Durante la pandemia, el sistema de salud asumió la responsabilidad de brindar atención física y emocional a todos aquellos que resultaron afectados por la pandemia de la COVID-19, no obstante, en muchos casos su intervención fue limitada, principalmente por la falta de recursos y personal capacitado para la atención. La vejez es un proceso que cada sujeto transita de manera singular dando lugar a múltiples formas de envejecer. A lo largo del curso de vida las personas acumulan desigualdades que se resignifican en la vejez. (Lehner y Cataldi, 2020)
En relación a la población adulta mayor, según la Defensoría del Pueblo, entre las primeras personas fallecidas a causa de la COVID-19, 326 (67%) tenían 60 años o más. Este porcentaje fundamenta el grado de afectación de este grupo.
Las necesidades de este sector vulnerable, no fueron atendidas completamente, a pesar de la existencia de políticas públicas y normativas que tienen como principal objetivo buscar su bienestar. Como lo menciona la Ley 30490 en el artículo 27, el Estado en sus tres niveles de gobierno, debe fomentar el buen trato a favor de la persona adulta mayor a través de acciones dirigidas a promover y proteger sus derechos fundamentales, priorizando el respeto por su dignidad, independencia, autonomía, cuidado y no discriminación. De igual forma, el Perú, el 13 de enero del 2021, formalizó su adhesión a la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, esta Convención es importante porque busca garantizar la igualdad y la no discriminación por edad.
Se puede mencionar otros aspectos, por ejemplo, el acceso a beneficios como la incorporación al Sistema Integral de Salud (SIS) o las pensiones de jubilación del total de la población adulto mayor, ambas atenciones todavía representan un reto para el Estado peruano. Según el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las pensiones monetarias representan un derecho fundamental que toda la población adulta mayores deberían poseer, a fin de satisfacer sus necesidades básicas y lograr una vida digna. En nuestro país, desde el 2008 se logró avances significativos respecto a la adquisición del seguro de salud, sin embargo, aún no se garantiza la universalidad del seguro de salud. Respecto a la incorporación a las pensiones del Estado, actualmente solo el 36,5% de la población adulta mayor en el país está afiliado a un sistema de pensión.
A pesar del avance en materia de leyes, la situación problemática aparece cuando al momento de ejecutar la normativa no se hace de manera completamente eficiente, gran cantidad de población adulta mayor carece de acceso a algunos servicios básicos de salud, los que, a su vez deben estar adaptados a las situaciones específicas de cada adulto mayor; el enfoque actual está en la búsqueda de lograr su bienestar, escuchando sus perspectivas y necesidades.
La familia y su rol en el cuidado de la población adulta mayor
Por otra parte, tenemos a la familia que es considerada como una de las principales instituciones garante de bienestar. Los adultos mayores, generalmente, dependen tanto física como emocionalmente, de los cuidados que la familia le pueda otorgar. En este contexto, se observó que muchas familias asumieron con compromiso la responsabilidad de proteger a los adultos mayores, no solo brindando ayuda económica, sino también cuidando su bienestar físico y psicológico, recordemos que la familia actúa como medio por el cual el adulto mayor expresa sus sentimientos y temores. En nuestro país, las familias son las que asumen con mayor frecuencia las tareas de cuidado de forma no remunerada y realizadas principalmente por las mujeres como parte del trabajo de la reproducción (Pautassi, 2007; Findling y López, 2015).
A su vez se observó gran cantidad de casos en los que la población adulta mayor estuvo en situación de abandono, negligencia y violencia; hechos que deberían generar preocupación entre los ciudadanos. Según cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), para el año 2019 los CEM han atendido a 11 074 adultos mayores a nivel nacional. De este total, el 74,2% son mujeres y 25,8% hombres; es decir, las mujeres adultas mayores tienen un mayor riesgo de sufrir algún tipo de violencia.
Desde otro ángulo, consideramos que un sector de la población adulta mayor no cuenta con familia que le brinde soporte, de acuerdo al INEI, el 38,4% del total de adultos mayores de 70 años en el Perú vive solo, y el 61,8% vive con otra persona adulta mayor. Frente a esta situación observamos problemas distintos, al no contar con un soporte familiar, el adulto mayor se encuentra desamparado y debe buscar sus propias formas de subsistencia. Este grupo, en el contexto de la COVID-19, al no poseer recursos económicos suficientes pasó a depender de la empatía de sus vecinos y en otros casos, de las organizaciones que realizan labor social.
Estereotipos “edadistas” y la nueva visión de la persona adulta mayor
Los estereotipos están presentes en muchos ámbitos de la sociedad; se constituyen por ideas, prejuicios, actitudes y opiniones preconcebidas e impuestas por el medio social. Asimismo, existen estereotipos que están en referencia a la edad y aluden a las capacidades, cualidades y limitaciones de la población adulta mayor. El edadismo hace referencia al mantenimiento de estereotipos o actitudes prejuiciosas hacia una persona únicamente por el hecho de ser mayor (Butler, 1969; Palmore, 1990). El asumir ideas basadas en la edad puede fomentar la realización de prácticas discriminatorias.
Durante la pandemia, los adultos mayores representaron uno de los sectores que más padeció las medidas de distanciamiento social, provocando dificultades físicas, afectivas y, en algunos casos, se agudizaron problemas psicológicos como la depresión, estrés y la ansiedad. La situación se complicó aún más en los albergues, centros y asilos. En estos grupos, las restricciones sociales aumentaron la desconexión ya existente antes de la pandemia COVID-19. La pandemia cambio muchas situaciones de la vida cotidiana, incluso las percepciones y comportamientos sobre los demás; en un inicio las conductas discriminatorias, en contra de la población adulta mayor aumentó en gran porcentaje. Aquella situación expresaba principalmente la vulneración de sus derechos, asimismo, la idea se reforzó con la participación de aquellos medios de comunicación que mostraban su rechazo con respecto a la atención prioritaria a los adultos mayores, por ejemplo, los reportajes que incitaban a usar las camas UCI en la población joven debido a que presentaban diversas oportunidades, tanto en el ámbito de salud como lo económico. Actitud que reforzó el rechazo y miedo a la vejez. Debemos enfatizar que los derechos de las personas adultas mayores están en la misma jerarquía que los de cualquier otro grupo social.
Como señala Huenchuan (2020), “Dividir a la sociedad entre frágiles y fuertes sería un desafortunado camino para una humanidad que hoy más que nunca pone en evidencia su interdependencia”
Analizando este contexto, encontramos que, a pesar de la situación complicada que atravesó la población adulta mayor, también lograron avances y se debe resaltar aquellas acciones que rompieron el esquema convencional que los cataloga como generación acabada o infantil; la pandemia trajo consigo nuevos escenarios sociales. La población adulta mayor se adaptó a la “nueva realidad”, aprovechando la tecnología o convirtiéndose en muchos casos en el soporte económico y emocional de las familias; algunos otros, utilizaron el tiempo de aislamiento para potenciar sus habilidades y talentos.
Ahora mediante las plataformas virtuales era factible socializar con sus familiares, reunirse con amigos, realizar talleres educativos o charlas informativas, incluso muchos de ellos utilizaron por primera vez redes sociales como WhatsApp, Facebook, Instagram, entre otros. Con estas acciones se demostraba que, la población adulta mayor y la tecnología, no son contrapuestos y que la edad no es un límite para dejar de aprender e innovar. Un punto esencial a mencionar es aquel en donde el adulto mayor descubrió una nueva forma de potenciar sus habilidades, si bien el distanciamiento social implica no mantener relación directa con el resto, era viable hacer uso de la tecnología y sus diversas plataformas; la población adulta mayor se enfrentó a lo desconocido y lo conquistó.
Se concluye que, la persona adulta mayor está compuesta, más allá de lo visible por sus canas o arrugas, por sus habilidades que se van a potenciar a través de la convivencia y el apoyo de su entorno social, principalmente por su familia. En muchos hogares, el adulto mayor por medio de una subvención económica aportó a la canasta básica familiar, otorgándole con esta acción el sentirse nuevamente parte del sistema económico familiar. En otros casos, asumió el papel de soporte emocional, brindando su fortaleza en la situación de crisis; la misma convivencia permitió al adulto mayor compartir tiempo de calidad con su familia, surgiendo así nuevos vínculos afectivos guiados por la comprensión y aprecio mutuo.
Aportes desde el Trabajo Social
En el contexto de la pandemia COVID-19, muchas profesiones se encontraron limitadas e incluso algunas paralizaron sus actividades, empero otras tuvieron que asimilar la situación de forma inmediata para poder contener las consecuencias negativas que se estaban produciendo a nivel nacional. Una de esas profesiones fue el Trabajo Social que, al estar relacionado con sectores vulnerables, tuvo que adaptarse y modificar su intervención, sin embargo, mantuvo el objetivo de favorecer el desarrollo y fomentar cambios sociales que generen bienestar para la mayor cantidad de personas.
Desde la mirada del Trabajo Social, el adulto mayor representa un sector importante al que se le debe brindar atención adecuada; sus funciones están orientadas a promover su autonomía e independencia, el objetivo es mejorar su calidad de vida. Si buscamos enfocarnos en un sector específico, podríamos mencionar a la Gerontología. La gerontología es una disciplina científica que estudia al adulto mayor bajo la perspectiva biológica, psicológica y social.
Buscando conocer más a profundidad la acción del Trabajo Social en el contexto COVID- 19, se realizó una entrevista a Silvia Tuesta Ruiz, Licenciada en Trabajo Social y con una especialización en Gerontología Social en la Pontificia Universidad Católica del Perú. De la entrevista pudimos apreciar mejor las acciones del trabajador social con el grupo de personas adulta mayor. Una de las primeras acciones, fue aportar en la elaboración de un plan de trabajo virtual. Otra de sus principales acciones estuvo orientada a brindar soporte emocional y orientación. La red de apoyo no solo se enfoca en la persona adulta mayor, también en sus familiares. Actualmente la labor de la profesional mencionada, está en la organización de diferentes talleres y la gestión del proceso de vacunación.
“Los principales desafíos que se han presentado en el contexto pandemia, fue ubicar y agrupar a los adultos mayores en grupos de WhatsApp, conseguir camas UCI en un plazo de tiempo muy corto, la organización de talleres y eventos sociales virtuales, entre otros. Para lograr esto, inicialmente se tuvo que capacitar a los adultos mayores. En este contexto, el Trabajo Social fue una de las primeras profesiones en afrontar la pandemia”. (Tuesta, 2020)
Conclusiones
Finalmente, podemos concluir que la pandemia causada por la COVID-19 provocó grandes pérdidas, sin embargo, ha permitido conocer la situación en la que se encuentra la población adulta mayor. Por un lado, se ha evidenciado cómo el Estado cumple funciones en beneficio del adulto mayor, a pesar de su cobertura limitada. Frente a esta situación, se propone que las políticas y programas se orienten a conocer y atender las necesidades de la población adulta mayor, simultáneamente, realizar campañas contra el edadismo. Por otro lado, se rescata el rol de la familia, que es una de las instituciones encargada de brindar soporte a la población adulta mayor, puesto que atiende sus necesidades y potencia sus cualidades. Desde ese ámbito, se propone reforzar lazos familiares y valores como la empatía, paciencia, amor, gratitud, entre otros. El envejecimiento saludable es una cuestión que se promueve inicialmente desde la familia y se refuerza con las políticas del Estado y sus diferentes instituciones.
Más aún, es fundamental destacar que la intervención del Trabajo Social, debe contar con la participación activa del trabajador social, de la población adulta mayor y otros sectores vulnerables; de otra forma esta población se encontraría desamparada y con sus derechos vulnerados, principalmente el derecho a la salud.
Debido a la ardua labor de esta profesión, la población adulta mayor logró tener una base sólida y el apoyo necesario para desestimar estereotipos. Desde la Gerontología, que abarca el envejecimiento desde el ámbito social, biológico y psicológico, se hace evidente la necesidad de capacitar al personal que brinda atención a la población adulta mayor, impulsando el envejecimiento saludable y reforzando cualidades como la empatía y el respeto.
A su vez, el Trabajo social se propone establecer e implementar el enfoque gerontológico en todos los servicios estatales y privados. En definitiva, la experiencia desarrollada nos permite reconocer que un grupo poblacional no está por encima de otro, cada sector es importante y contribuye de forma distinta al progreso de un país.
Bibliografía
Butler, R. (1969). Age-ism: Another form of bigotry. The Gerontologist, 9, 243-246.
Findling, L. y López, E. (coords.) (2015). De cuidados y cuidadoras. Acciones públicas y privadas. Buenos Aires: Biblos.
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Lehner, P. y Cataldi, M. (2020). Las personas adultas mayores frente a la pandemia. En N. Goren y G. Ferron (comps.), Desigualdades en el marco de la pandemia. Reflexiones y desafíos (75-82). Jose C. Paz: EDUNPAZ. https://edunpaz.unpaz.edu.ar/OMP/index.php/edunpaz/catalog/view/53/64/204-2
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2020). Base de datos del registro de casos del Centro de Emergencia Mujer. Año 2019. https://www.mimp.gob.pe/contigo/contenidos/pncontigo-articulos.php?codigo=39
Palmore, E. (1990). Ageism: Negative and positive. New York: Springer.
Pautassi, L. (2007). El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos. CEPAL, Serie Mujer y desarrollo, 87, 9-14. https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/5809/1/S0700816_es.pdf
Romero, C., Aragón J. y Cruz, M. ( 2018). Encuesta mundial de valores Perú 2018. http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/133575/IOP_0918_01_R3.pdf?sequence=5&isAllowed=y
Tuesta, S. (2021). /Entrevistado por Ibhonn Bruno Reyes.
IBHONN HANJY BRUNO REYES Estudiante de V ciclo de Trabajo Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Asistente en el Área de psicología de la Organización Voluntarios en Acción Perú y practicante en el Área de Trabajo Social de la Fundación CALMA.
Ha sido practicante en el sector público: colegios y Centros de adultos mayores, y en el sector privado: ONG y Fundación. Recientemente, ha participado en la Organización Sin Fin de lucro SOMOS UNO.