Tendencias de las políticas sociales en el contexto de la pandemia

Guatemala

Julio César Díaz Argueta

1. Resumen

La Pandemia Covid.19 ha sorprendido a todo el mundo, desde una visión simplista de considerarse una gripe común, hasta que pasa la factura de una débil gestión institucional al cobrar miles de vidas de hombres, mujeres, niños, sin diferencia de edades, sexo, situación económica, o religión.

Dicha contingencia ha demostrado las debilidades del Estado y la gestión realizada que denota su actuar burocrático y la prevalencia de intereses particulares ante el bien común. En medio de ello sus mecanismos de acción para legitimarse ante la población, sucumbieron mediáticamente ante el énfasis de la política de salud pública que, aunque amparado en recursos abundantes, no ha sido ágil en buscar las soluciones que la población demanda, causando desencanto, temor, sacrificio de vidas útiles, que, de implementarse medidas oportunas y efectivas, posiblemente se hubieran salvado.

Aun así, se ha priorizado la reactivación económica con razón, pero sin el contrapeso necesario del bien común, lo que evidencia a su vez el desprecio por la vida misma, al no tomar las medidas de contención oportunas para evitar mayores contagios, dotar de la vacunación masiva necesaria hasta alcanzar la inmunidad de rebaño, todo ello debido a negociaciones poco transparentes, combinadas a la falta de información amparadas en estados de calamidad que no reflejan el beneficio esperado para las grandes mayorías.

En medio de todo ello, las políticas sociales han demostrado no incluir la gestión de riesgos y estar diseñadas para tiempos normales, limitando la acción de profesionales del Trabajo Social y otras disciplinas, que, aunque estén en primera línea, no cuentan con los recursos y las condiciones necesarias para buscar su efectividad, en perjuicio de la población en general, que, si bien prioriza su salud, también necesita de otros bienes y servicios que brindan dichas políticas en tiempos normales. Sobre ello versa el presente artículo.

2. El contexto de la pandemia

A continuación, se comparten una serie de reflexiones críticas que se sistematizan a partir de las tendencias de las políticas sociales frente a la pandemia del Covid-19 en el contexto guatemalteco y que sin lugar a dudas refleja en mucho lo sucedido en otros países de la región.

Según lo planteado por el suscrito en el artículo sobre la Naturaleza y especificidad. Un desafío por enfrentar. Reflexiones para el debate publicado por la revista Katalysis (2006) El Trabajo Social necesita accesar al conocimiento amplio y complejo para situarse en la realidad y vencer una serie de estereotipos y estigmas asignados en la etapa inicial de la práctica profesional con una visión de profesión subsidiaria a otras, pero ello no niega la especificidad, como pretende hacer el orden mundial para deslegitimar a las ciencias sociales haciendo gala de la misma postmodernidad y su proceso de cambio de paradigmas ideológicos. La especificidad de la profesión, a diferencia de muchas otras profesiones, hace que tenga un espacio y cercanía privilegiada con la población. Lejos de los seres humanos individuales o colectivos, la profesión se vuelve burocrática, sin romper el límite para llegar a ser una profesión liberal. Eso no niega que dentro de su contribución al bienestar de los sectores poblacionales ayuda a la reproducción social, y de hecho a que con los programas de redistribución del ingreso que aún existen, el capital gaste menos en el pago de los salarios, aprovechando el salario social que se brinda a través de las políticas sociales sobrevivientes, o a costa del aporte de los propios ciudadanos, como sucede actualmente con las políticas neoliberales, que priorizan el poder local, el desarrollo local y la autogestión como forma de empoderar a la población pero también de des responsabilizar al Estado de muchas de sus obligaciones. (Díaz, 2006, 12)

Ese planteamiento constituye un buen punto de partida para considerar al Trabajo Social en la coyuntura actual en su desempeño dentro de diversas políticas sociales y sobre todo, enfrentando como todos los seres humanos la contingencia generada por la pandemia del Covid-19, que sorprendió a todos, poniendo en el escenario una serie de percepciones en el imaginario colectivo, que se quedó corto en la gravedad de la misma, a la vez que demostró lo endeble de las políticas sociales, que aún buscan emerger con la fortaleza y contundencia que al menos, teóricamente se les ha asignado, evidenciando la falta de planificación estratégica para hacer efectiva la protección social, al manifestar sus debilidades al enfrentar contingencias, cada más complejas y agudas, dejando a la población en un marco de incertidumbre, desasosiego y desencanto, que aún no supera y tardará en hacerlo en lo que quede de la pandemia y aún en la pos pandemia.

Las políticas sociales denotan que, en general, se formulan para tiempos normales, abstraídas y formuladas desde realidades racionalistas sin contemplar amenazas crecientes y contingencias enraizadas en la debilidad de una de las variables centrales de los derechos humanos y desarrollo humano, como es la salud pública; que al debilitarse, opacó la vigencia de otras que se han planteado en el Estado como entes omnipresentes y que por sí mismas se fetichizan en la legitimidad del poder público, pero que una ola de contagios cada vez más incontrolables, al menos en la región centroamericana y en Guatemala en particular, evidencian su carácter focalizado y politizado, sin mostrar sus fortalezas y alcances atribuidos en su ejecución, en el marco de su formulación como política de Estado, gobierno, municipio o territorio.

Por lo anterior ha sido difícil que el Estado y su aparato institucional reaccionen con prontitud en la atención de prioridades derivadas de la pandemia misma, surgidas desde los cambios abruptos de las decisiones políticas tomadas, capitalizando los efectos predecibles del temor causado por la gestión de la crisis de salud evidente, donde colapsa el sistema de salud, para tomar el control y unidireccionalidad de la comunicación e información con fines bien intencionados respecto a lo humano al inicio, pero que poco a poco se convirtieron en perversos, al ser absorbidos por los tentáculos de la ineficiencia y hasta corrupción, sesgando muchas de las acciones en beneficio de sectores tradicionales de poder económico.

Las políticas sociales siguen su tendencia al debilitamiento cediendo ante la economía pandémica y la ansiedad financiera que logra permear a las autoridades para priorizar la recuperación económica a costa de mayores contagios, sin atender otras necesidades básicas o servicios, no obstante, la falta de vacunas, la ineficiente gestión del proceso de vacunación, negando lo que afirman varios teóricos al fundamentar el desarrollo humano e insistir que el crecimiento económico, no tiene sentido sin lo humano y la protección de la vida.

Es común enterarnos por los medios de comunicación que aún gozan de cierta credibilidad, que muchos países han implementado políticas para priorizar la contención del contagio y estratégicamente generan políticas económicas alternativas para no afectar el crecimiento económico; sin embargo, no en todos los países ha sido igual. Aunque se haya forzado a ciertos quiebres hacia la vigencia temporal de programas asistencialistas temporales con fines compensatorios, dándolos como bonos de emergencia, estos combinan la politización de la ayuda, con el temor y la necesidad de la gente, ya no tanto con fundamento en el enfoque de derechos o como parte de la responsabilidad social por el bien común.

Uno de los efectos mayores de la pandemia es la generación del miedo y la ansiedad. Esta funciona como una epidemia en sí misma, a lo que contribuye el manejo mediático de la información centralizado y aislando a los medios independientes. El aumento del miedo desde una influenza a un coronavirus, ignora intencionalmente que coexisten muchas otras enfermedades que matan más, pero que pasan a un segundo plano o se toman como condicionantes de desenlaces por el Covid-19; eso desde su origen, constituye una política estratégica que sujeta a todas las instituciones del Estado y las políticas, programas y proyectos que impulsan. Dejando en agenda únicamente al Covid-19, y de paso provoca un centralismo otrora superado bajo los principios democráticos, transparencia, rendición de cuentas y de participación ciudadana. Por eso, los esfuerzos se volcaron a la salud pública, pero también a dar apoyos económicos para conservar el consumo o pago de servicio.

La pandemia se produce en un momento en que se afrontan diferentes conflictos en diversos contextos territoriales, por lo que también actúa como un amortiguador de la problemática social. En el caso nacional brinda la oportunidad a un nuevo gobierno que asume el 14 de enero 2019, de gestionar cantidad de recursos bajo el pretexto de la pandemia y crea la articulación del ejecutivo, el congreso, el sector económico productivo organizado, ampliando la condición de vulnerabilidad extrema a los grupos excluidos, al sector trabajador y poblaciones indígenas, desempleados, economía informal, adultos mayores, y otros que reciben diversos ofrecimientos de apoyo que cuando se dan, son excluyentes o insuficientes, o marcados por el clientelismo que genera dependencia y desnaturaliza el sentido de los programas sociales emergentes, en desmedro de las políticas sociales y la labor misma de los Trabajadores Sociales y otros profesionales.

Uno de los efectos mayores de la pandemia es que no disminuye la desigualdad, sino la agudiza, dando lugar al surgimiento de iniciativas en lo privado y social para amortiguar necesidades básicas de la población vulnerable en situación de pobreza, en forma paliativa y espontánea, focalizada más en la dotación de alimentos para personas en vulnerabilidad, generando naturalmente muestras de la refilantropización de la acción social, al llenar los vacíos que no alcanza a cubrir el Estado y sus políticas sociales.

Desde el surgimiento de la pandemia aparecen muchas personas altruistas, que aparecen como ángeles salvadores, de gran corazón, donando equipos y diferentes artículos, que producen fotos con buenos réditos mediáticos, pero que no siempre fortalecen con su uso oportuno y adecuado el funcionamiento de hospitales, servicios de apoyo entre otros, y solo contribuyen a legitimar la imagen inicial de cobertura de la salud, que más adelante en su crudeza, la pandemia y su incremento inmisericorde, se desmorona, con muestras de insuficiencia, ineficacia y mala gestión, teniendo altos costos en vida humanas, falta de abastecimiento, condiciones inadecuadas para el desempeño óptimo del personal de salud, creando una imagen de vulnerabilidad, colapso, crisis, engaño y pone en duda el uso de los recursos abundantes que en su etapa inicial se situaron para la atención de la misma por el bien común y protección de los ciudadanos, tal como evidencian los diferentes medios de comunicación, independientes, redes sociales y organizaciones de la sociedad civil.

En los últimos días se habla de la existencia de varios prototipos de vacunas, gracias a los países amigos se reciben donaciones, aún insuficientes para cubrir a la población en general, pues las que se han comprado solo han sembrado dudas por su falta de abastecimiento oportuno y falta de información, lo cual pone en riesgo permanente a los ciudadanos, sin que los estados de calamidad y las compras sin licitación satisfagan en concreto las necesidades de la población.

La pandemia ha sido testigo incomparable de evidenciar las condiciones vulnerabilidad de los sectores sociales que están en el límite. A la vez denota las debilidades de muchas políticas sociales en su concreción institucional, y la ausencia de programas sociales y la necesidad de mejoras insoslayable; en tanto en el imaginario colectivo pareciera que solo la salud se focaliza, ocultando la ejecución de todas las demás políticas formuladas, careciendo de los mecanismos de rendición de cuentas y acceso a los alcances tenidos, ante la magnificencia de la prevalencia de la prioridad en salud creada, que oculta las demás que apenas emergen dando pequeños atisbos de su existencia, lo que se suma a la creciente focalización.

Desde el confinamiento la pandemia evidencia cuán vulnerable es la gente que vive en situación de pobreza y en situaciones de desigualdad, discriminación y muchas inequidades. A la vez del desencanto de toda una población que teme enfermarse ante la desesperanza de encontrar un sistema de salud colapsado y desfortalecido, con médicos sin equipo de protección adecuados, sin salarios dignos y oportunos en algunos casos y con la carencia de instalaciones adecuadas destinadas para atender la emergencia, dando lugar a la improvisación por cuestiones estructurales y coyunturales.

Pareciera que las políticas sociales se contraen y se focalizan a la preeminencia de la salud pública, que inicia bien pero conforme se incrementa el número de infectados o contagiados por Covid-19, desnuda que, como todo programa o servicio estatal, tiene sus carencias y limitaciones y no responde a la imagen de valor público que se le había atribuido, pasando la factura de lo que se ha dejado de hacer en décadas y la falta de previsión y legitimación con resultados concretos.

En medio de esa situación empieza el debate por el manejo político que determina un posicionamiento recriminatorio del Estado por la priorización del gasto y la aparente mejora del sistema de salud con la creación de hospitales temporales, que posteriormente se desnuda también y se convierte en una ilusión pasajera hasta que se asume la posición de “hemos hecho todo lo posible, ahora depende de ustedes, o les da o se salvan”, colapsando en el imaginario social la posición disfrazada desde el inicio de defensa del bien común. La política misma de salud pública pasa de ser una responsabilidad del Estado a ser responsabilidad al ciudadano, en sus cuidados y gestión de riesgos para no contagiarse al atender sus necesidades básicas, sobre todo al salir a trabajar para no desatender la subsistencia familiar, debilitando los controles y estrategias de contención fuertes ante pocos contagios y débiles ante miles de contagios diarios, que sientan pronósticos, hasta cierto punto incontrolables, en el futuro inmediato que predicen miles de contagios diarios en los próximos meses y así también fallecimientos, sin que en el horizonte brille una luz de esperanza para salvaguardar la vida y eficientar la atención en salud que requiere la pandemia, que nos pone ante la pared con las diversas cepas que aparecen constantemente y la agudeza de sus efectos en todos los grupos etarios.

A dicha situación se suma que el asumir la responsabilidad por la movilidad por cuenta propia ante las necesidades laborales, no garantizó conservar el trabajo, la estabilidad del empleo, y al quedar cesantes o suspendidos muchos trabajadores, tampoco garantizó accesar a los servicios de la seguridad social, también colapsados con el incremento de la pandemia, a las ayudas humanitarias focalizadas. Durante la pandemia se afianza el debate sobre la calidad y cobertura del Estado como proveedor de salud y pieza clave en momentos de crisis, así como la calidad del gasto, costo de oportunidad, valor público, justicia social, el derecho a la salud, entre otros.

Para refrendar lo planteado, en un reportaje de Oscar García en Prensa Libre de fecha 17 de septiembre, el Ministerio de Salud actualizó la información de los datos de la pandemia del covid-19 este viernes 17 de septiembre y da cuenta que en las últimas horas se efectuaron 15 mil 57 pruebas y se diagnosticaron 4 mil 68 nuevos contagios. También se reportan de fechas anteriores otros 40 muertos por la enfermedad. En total, Guatemala acumula 12 mil 947 fallecidos por el covid-19. Del 1 al 16 de septiembre 2021, los datos compartidos por el Ministerio de Salud suman 940 fallecidos por la enfermedad en Guatemala en lo que va de este mes. El último reporte de contagios activos detalla que actualmente hay 40 mil 315 personas. Siempre del 1 al 16 de septiembre, el promedio de casos activos de coronavirus en Guatemala es de 46 mil 360. De lo que va del mes, el día con registro más alto de contagios activos es el 2 de septiembre, cuando Salud reportó 52 mil 467. El día con el dato más bajo, siempre en este mes, es el 15 cuando la cifra fue de 39 mil 963. El total de casos acumulados registrados en Guatemala es de 525 mil 161. Los casos recuperados estimados son de 471 mil 892.

3. Tendencias en la discusión de las políticas sociales

Previo a la pandemia uno de los debates se enfocaba en la necesidad de contar con políticas contributivas o redistributivas fortalecidas, incluyentes, transversales, de Estado y efectivas, posteriormente, desde el mes de marzo 2019 en que aparece el primer caso de Covid-19, aún prevalece la percepción del Estado como garante del bien común, proveedor y rector de las políticas sociales, especialmente la de salud, que subsumió o al menos emerge fortalecida con las primeras medidas por la declaración del Estado de calamidad y el confinamiento obligado ante la existencia de los primeros casos, y contradictoriamente se abrió el país cuando los casos promediaban entre 900 y más de 1000 casos diarios, hasta los más de 2000 diarios de los últimos meses, restando importancia y relegando la responsabilidad a los ciudadanos en lo individual.

Siempre las políticas redistributivas se han enfocado en los sectores de bajos ingresos y vulnerables, mientras la cobertura de la seguridad social fue cuestionada y recibió embates por su funcionamiento, poniendo en duda su eficacia y responsabilidad en la respuesta a los derecho habientes, hasta que esta reacciona y asume su papel relegando diferentes programas normales que atiende o al menos priorizando la atención al Covid-19, llegando incluso a la contratación de hoteles específicos para las personas, después del colapso evidente al atender en condiciones de hacinamiento.

También la política de seguridad social se eclipsó ante el rebase de la demanda y puso en cuestión su efectividad y calidad de atención, dando lugar al dilema del valor de la contribución permanente del trabajador ante la falta de atención oportuna que no dejaba opción para ejercer el derecho a la salud.

La educación pública, misma deja de impartirse en las escuelas e institutos, colegios privados y universidades, pasa al ámbito privado del hogar, solo que cambia de facilitadores, recargando generalmente a las madres de familia o hermanas mayores, aunque deja planteados en el tapete graves limitaciones como la dotación de guías de estudio, la poca eficacia de la educación por televisión, la falta de recursos accesibles para la conectividad, la falta de una disponibilidad adecuada de equipos de cómputo o teléfonos inteligentes; la brecha digital genera exclusión en el uso de la tecnología para lo cual no se había preparado a los estudiantes y maestros, con serias evidencias de la falta de dominio de herramientas tecnológicas de acceso libre. Aún los estudiantes universitarios carecen de los equipos y conectividad adecuada y son confinados a la educación a distancia o remota, sin que necesariamente se obtenga la calidad adecuada por la improvisación de algunos docentes y las pocas competencias en entornos virtuales y didácticas alternativas con tecnologías y pedagogías emergentes.

No solo la educación confinada en casa, sino también el teletrabajo o trabajo remoto, afectan la dinámica familiar, se extiende la jornada laboral y expolia al mismo trabajador que debe subsidiar al empleador, al poner sus propios recursos para su desempeño laboral y compartirlos para la inclusión de los estudiantes miembros de la familia para el cumplimiento de clases y/o tareas, pues corresponde recurrir a computadora personal, internet, papelería, servicios, al extremo de no marcarse las fronteras de la jornada laboral, ni ejercer el derecho a la privacidad y a la desconexión, causando estrés, somatizaciones, con repercusiones serias en la salud mental y sin tener accesos a la búsqueda de los servicios necesarios, por no contar con las acciones contingentes derivadas de las políticas sociales existentes. Las cuales denotan ser para tiempos formales en instituciones estáticas, pero no preparadas para la incertidumbre, ni la contingencia. Situación de la cual no se diferencian algunas de las instituciones de educación superior.

En concreto en la planeación estrategia de políticas sociales, pone en cuestión incluso la incorporación de la estrategia de gestión de riesgos, cuando llega un momento donde todo se politiza y se olvidan las grandes directrices creadas como políticas sociales, y se cae a la improvisación, lo cual constituye un debate permanente, debido a que no se incluyó a las profesiones especializadas en la gestión y distribución de la ayuda social, por ejemplo, entregando el manejo de la crisis a instituciones estatales o al sector privado. Contando también con la complicidad en la comodidad de las unidades formadoras que tampoco han tratado de vincularse con sus voluntariados, salvo honrosas excepciones como iniciativas grupales, no tanto institucionales.

La pandemia ha costado ya varios miles de contagiados, miles de fallecidos y muchas familias han perdido el sustento al quedar sin empleo el jefe de familia, o al haber fallecido; sin embargo, los impuestos no se suspendieron por lo que se supone que hay fondos, para mantener los gastos redistributivos proyectados, sumado a ello los fondos extraordinarios aprobados y los millonarios préstamos obtenidos como complemento, mientras las políticas contributivas se ajustan por sí mismas.

Otro debate dentro de la pandemia es el acceso al trabajo y al salario, lo cual sufrió vaivenes importantes sujeto a los intereses empresariales. De ahí deriva la vulnerabilidad en el acceso a una dieta saludable, al acceso a los medicamentos necesarios, y tantas otras necesidades importantes para satisfacer y subsistir que han afectado a la población en general.

En el país se tuvo un confinamiento aproximado de cuatro meses seguidos, en ese entorno se dan muchos problemas y acciones de política que se realizan derivadas de las necesidades planteadas, emergiendo de la dinámica cotidiana en los diferentes contextos. Así, derivado del encierro y la gestión de la pandemia, surgen prioridades necesarias de atender y que aún al abrir el país a la actividad cotidiana, no encuentran respuestas institucionales consistentes por el temor que existe en retomar las acciones planteadas en los marcos de políticas sociales, como las siguientes:

  • Formas alternativas de subsistencia familiar
  • Situaciones marcadas de violencia intrafamiliar
  • Notorio incremento de violencia contra la mujer
  • Maltrato infantil, y violencia contra los niños, niñas y adolescentes
  • Embarazos en adolescentes
  • Salud mental por problemas económicos enfrentados y producto del encierro
  • Problemas de salud en general y del Covid-19, en particular
  • Acceso limitado a la salud pública y a la seguridad social
  • Obtención de medios tecnológicos y la conectividad para asumir la educación a distancia con seguimiento en casa
  • Cuidado de adultos mayores confinados por edad y enfermedades vulnerables, limitados en su movilidad por las mismas restricciones establecidas
  • Migración, trata de personas, extorsiones, ciberacoso
  • Atención a niños, niñas y adolescentes y adultos mayores en situación de calle
  • Combate al hambre de poblaciones vulnerables
  • Exclusión social manifiesta en el incremento de los nuevos pobres temporales
  • Problemas de movilidad para accesar al trabajo y servicios
  • Disposición a servicios públicos, pero sin subsidios, ni suspensión de pagos
  • Incremento y desatención al control de vacunas
  • Supeditación de enfermedades comunes o crónicas a la atención del Covid 19
  • Desabastecimiento del sistema de salud y acceso a medicamentos
  • Prestación de servicios públicos con apoyo de las municipalidades
  • Políticas públicas municipales respecto a albergues para personas en situación de calle, agua potable, disposición de excretas y desechos sólidos.

Lo anterior se hace más complejo dentro de la contextualización de un país multiétnico, plurilingüe y multicultural, con marcados índices incrementados de pobreza y pobreza extrema, exclusión, desigualdad, falta de oportunidades, lo que resalta la necesidad de atención pluridimensional efectiva, pronta e integral.

Muchos de los programas surgidos en apoyo a los diferentes sectores tomaron como referencia la vivienda y los servicios públicos sin tomar en cuenta la heterogeneidad existente al respecto y dando lugar a problemas derivados en acaparamiento de las ayudas por los propietarios o quienes tenían registrados los contadores de energía eléctrica, por ejemplo.

La necesidad del teletrabajo, el dominar herramientas tecnológicas ha causado diferentes problemas a todos los actores, mediados por la capacidad adquisitiva, la brecha digital y el dominio de las tecnologías de información computacional, lo que se ha convertido en un nuevo elemento de inclusión o exclusión social respecto al empleo, educación, incluyendo la educación superior. Los desafíos que esperan a las políticas sociales en lo que reste de la pandemia y en la pos pandemia son múltiples e impredecibles, por lo que debemos prepararnos hoy si, para la incertidumbre, ser innovadores, emprendedores, críticos y propositivos desde el Trabajo Social para hacer efectivas las diferentes políticas sociales y los espacios alternos desde donde nos desempeñemos para el impulso del desarrollo humano y el bien común.

4. El papel del profesional en Trabajo Social durante el COVID-19

Lo planteado nos hace recordar a Norberto Alayón, quien plantea que, el Trabajo Social emerge para atenuar y aliviar los problemas de la gente y contribuir – de ese modo- a evitar la aparición de conflictos. (1988:17). El Trabajo Social cuando labora en instituciones de salud, fue y es de los profesionales de primera línea que llega a las comunidades a ubicar a las personas que deben guardar cuarentena o a garantizar cuando es incluido, que la ayuda social llegue a los sectores indicados, constituyendo parte del personal silencioso que sin más que su convicción, su humildad y su compromiso profesional expone su propia seguridad y la de su familia, a cambio de contribuir efectivamente al bien común. Muchos profesionales estuvieron y están al frente de programas de salud pública dando su aporte de muchas formas y en varias organizaciones de desarrollo al brindar ayudas específicas o tratando de hacer presencia en programas específicos, pero muchos otros se confinaron o hicieron turnos para resguardar su integridad como parte de la población en general siguiendo las restricciones de bioseguridad impuestas por el gobierno en su oportunidad, lo cual es válido, pero el compromiso es retomar la acción en beneficio de la población, con las lecciones aprendidas y todos los cuidados de la salud posibles.

Esas lecciones aprendidas harán que en unos años estemos compartiendo las experiencias con nuevas generaciones para asumir el reto que hace años planteó Boris Lima, cuando se refirió a que la naturaleza del Trabajo Social reflejaba su vacío epistemológico en el poco interés por esforzarse en la conceptualización de los principios, de los objetivos que orientarían su quehacer profesional, de los elementos teóricos a utilizar y por lo tanto, de la metodología a instrumentar para hacer frente a la problemática social donde tendría que operar. (1989:10). Habrá mucho que sistematizar y compartir, incluyendo las estrategias de educación en Trabajo Social que se ha realizado en forma virtual.

Aquí se mantiene el dilema de continuar con la labor encomendada o dejar de hacerlo y hasta renunciar por el temor que implica el estar desprotegido, en el cumplimiento de la labor. El dilema es salvaguardar la vida a cambio de la misión profesional o seguir al frente a pesar de los riesgos personales y para la familia de los profesionales en ejercicio.

La pregunta que cobra cada vez más vigencia es, si hemos preparado a los egresados para las contingencias y la incertidumbre, podemos hace o si el temor a la pandemia nos hizo olvidar muchos de nuestros fundamentos epistemológicos, teóricos, metodológicos y axiológicos, como seres humanos es natural tener miedo, pero profesionalmente algo podemos hacer ahora o en la pos pandemia para dar nuestra mejor contribución ; obviamente conlleva incluir actividades de información, formación y toma de decisiones en escenarios concretos para no alarmarse ante demandas complejas o situaciones específicas que pongan en riesgo a la persona misma del profesional y manejar la gestión de riesgos y asumir las medidas de protección necesarias.

Lo importante será incluir la reflexión sobre el Covid-19 y la pandemia en los procesos formativos actuales, de no hacerlo, estaremos limitando la reflexión y ejecución del enfoque de derechos en situaciones contingentes, donde las acciones de política social sustituyen temporalmente a procesos formales de políticas de Estado o Gobierno, sectoriales o territoriales formuladas para tiempos normales, siendo sustituidas temporalmente con programas de emergencia, clientelares.

El enfrentar las demandas que en la práctica concreta se presentan desde la formación, preparará a los futuros profesionales a asumir enfoques estratégicos y a comprender las diferentes tendencias, debates y dilemas que se enfrentan en la vida cotidiana, que pueda ser afectada por situaciones como la presente pandemia, y no sabemos cuántos fenómenos diversos que en el futuro se presenten, alteren la vida como la percibimos, vivimos y enfrentamos desde las teorías críticas, contemporáneas, o emergentes.

Así superaremos y comprenderemos la forma como se pueden implementar formas alternativas de organización desde el seno de las familias y comunidades para implementar formas novedosas de autoprotección y el autocuidado, que redundará en el bienestar colectivo y de la población. Se descubrirían formas alternativas donde las poblaciones sean capaces de comprender y aplicar las medidas sanitarias pertinentes y el control de focos de posibles infecciones, recurriendo a los métodos y las técnicas tradicionales o alternativas de intervención en conjunto con otras disciplinas, en correspondencia con las políticas sociales.

5. La necesaria transición de las políticas sociales

Según Díaz, la naturaleza y especificidad del Trabajo Social se impregna de su desempeño ligado a lo humano, en sus múltiples dimensiones. Asume una direccionalidad en su práctica al estar cerca de lo sensible, lo consciente, lo fraterno, lo espiritual, lo cotidiano, las carencias, la producción de satisfactores a las necesidades; la interrelación de individuos y grupos en el escenario social, sus condiciones y determinaciones. Por eso se vincula a los escenarios y problemas de poder, dominación, de opresión, pobreza, bienestar, injusticia y desigualdad que niegan a las grandes mayorías la plena felicidad y bienestar, que marca la calidad de vida de las personas, estableciendo su inclusión o exclusión de la distribución de la riqueza. (Díaz, 2006, 12)

El neoliberalismo y mercadocentrismo han marcado en mucho el devenir de la intervención del Estado en cuanto a la situación multidimensional de las necesidades y expectativas ciudadanas, en época de pandemia han derivado en políticas sociales que retoman el enfoque asistencialista convirtiendo muchos de ellos en programas clientelares que más que reconocer derechos atienden estados situacionales con enfoques clientelares, como potenciales caudales electorales.

ES importante al prepararnos para la pos pandemia, que se inicie un reordenamiento de la tradicional seguridad social y las nuevas políticas de asistencia social, regidas por diferentes instituciones estatales, con el propósito de optimizar los efectos de las transferencias públicas sobre el bienestar y con ello evitar una excesiva fragmentación y dispersión que se instale en las percepciones sociales, en el imaginario colectivo como una aspiración dadivosa que debe darse en forma permanente por parte del Estado.

La fundamentación filosófica del Trabajo Social existe, en forma implícita o explícita y compleja, a través de una serie de concepciones, principios y enfoques filosóficos, manifiestos en todos los componentes de la profesión y están presentes en la concepción del sujeto, del problema objeto de intervención, de la finalidad de la acción social en torno al sistema, en los programas institucionales que se ejecutan y en la metodología de intervención. (Díaz, 2001,3)

Todos los programas surgidos durante la pandemia fueron cuestionados, pero finalmente logran ser aceptados en tanto responden de alguna manera, aunque sectorialmente, a determinados estratos de la población que tienen la necesidad de hacer frente al carácter multidimensional de los déficits que padecen los hogares en situación de extrema pobreza, incluyendo la importancia fundamental de la duración de las políticas, que en muchos casos son cortoplacistas y sectoriales. Lo que se requiere es la evaluación, seguimiento y monitoreo necesarios para alcanzar la efectividad propuesta.

Reflexión final

Con base en lo planteado, inspirado en una reflexión crítica de lo sucedido durante la pandemia desde la óptica profesional, es de reconocer que como indicó en su momento Vicente de Paula, la práctica profesional se vuelve cada vez más compleja y no puede más ingenuamente ser reducida a entrevistas, reuniones y visitas ni a un militantismo partidario sectario (1988), al no ser parte del proceso productivo, y las acciones estén desvinculadas de las relaciones sociales y delos intereses de clase que en realidad reflejan y representan, la profesión carece de prestigio y sus profesionales aparecen como técnicos de segundo orden, con escasa preparación teórica. (1983:111-112). Es necesario volver a la carga y demostrar lo contrario, emergiendo con nuevas competencias, actualizados, con propuestas claras y acciones efectivas para acompañar a los distintos sectores de la población en el ejercicio de sus derechos y en la participación como sujetos activos del desarrollo humano y en la búsqueda del bien común, afianzando el proyecto ético político a nivel profesional.

Si bien hay épocas donde la tendencia asistencialista nos vuelve a los albores de la profesión, es importante continuar y propiciar el debate permanente para consolidar los fundamentos teórico epistemológicos y metodológicos, para situarse en una realidad holista redimensionada sistematizando las lecciones aprendidas y optimizando la labor encomendada por el estatuto profesional, enfrentando diferentes dilemas éticos, bioéticos, sociales, económicos, culturales, involucrando a los colectivos de trabajo para consolidar el compromiso que involucre a la organización gremial y unidades académicas por propiciar el debate con sus egresados, docentes y estudiantes, tratando de encontrar nuevos derroteros ante el embate del mundo neoliberal que tratará de recomponer sus escenarios para seguir depredando los derechos colectivos y afianzando las desigualdades.

La construcción y deconstrucción, es un desafío para la comunidad académica y profesional, que conlleve superar el referente descriptivo e instrumental que ha caracterizado diferentes momentos de su historia, asumiendo la relación ineludible entre investigación e intervención para propiciar la configuración del campo disciplinar del Trabajo Social. Es imprescindible pensar y proponer proyectos colectivos que con apuestas académicas, políticas y éticas argumentadas y sólidas, que incidan en las políticas sociales y en los procesos de formación profesional, orienten el desempeño profesional con criterios de justicia y democracia en situaciones contingentes, fomentando el debate con propuesta.

Eso facilitará la superación de los dilemas existentes en la práctica de las políticas sociales, teniendo la justicia social como la aspiración a lograr en una praxis, donde prevalezca la equidad, sin privilegios, discriminaciones e injusticias que generen desigualdades o exclusiones, contribuyendo a crear un mundo donde quepamos todos sin diferencias de ninguna naturaleza y que construyamos respuestas a nuevas contingencias.

Referencias

  • Alayón, Norberto. Perspectivas del Trabajo Social. Editorial Humanitas. Segunda Edición. Cuadernos de Servicio Social. Buenos Aires, Argentina, 1988.
  • Ander Egg, Ezequiel. El Servicio Social en la Encrucijada. México, 1971. 3.
  • Díaz, Julio. Naturaleza y especificidad del Trabajo Social, un desafío pendiente por resolver. Revista Katalysis, Brasil. 2006
  • Díaz, Julio. Fundamentos filosóficos del Trabajo Social. IIETS, USAC. 2001.
  • García, Rony García, https://www.prensalibre.com/guatemala/comunitario/guatemala-supera-los-900-muertos-por-covid-19-en-16-dias-de-septiembre-y-promedio-de-casos-activos-es-de-46-mil-360-breaking/
  • Lima, Boris. Contribución a la Epistemología del Trabajo Social. Humanitas. Buenos Aires, Argentina, 1980.

DR. JULIO CÉSAR DÍAZ ARGUETA Trabajador Social guatemalteco, con Maestría en Trabajo Social y Doctorado en Ciencias Sociales con Orientación en Gestión del Desarrollo; especializaciones en Gestión Científica y Tecnológica, Investigación Educativa, Educación Popular con niños, Investigación Social Cualitativa. Especializaciones en Educación a Distancia, Educación Virtual y Entornos Virtuales.
Experiencia docente y de investigación durante 39 años, en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de San Carlos de Guatemala, y otras universidades del país (UMG, UPANA, U San Pablo, U Da Vinci, Universidad de Occidente, Universidad Regional de Guatemala, FLACSO e INAP y) donde ha dirigido programas de maestría y doctorado e impartido docencia, a la vez de impartir docencia en cursos de Epistemologí Epistemología de la Investigación, Investigación, Investigación Cualitativa, Políticas Públicas, Desarrollo Humano, Ética del Desarrollo, Políticas Públicas, Estado, Gobernanza y Gobernabilidad, Seminarios de Tesis, Defensa de Tesis, Investigación Jurídica y Social, entre otros. dirigiendo y asesorando investigaciones de licenciatura, maestría y doctorado.
A nivel internacional ha impartido docencia en la Universidad de Florencia Italia, Universidad de Río Piedras Puerto Rico. Asesor académico del rector de 2017 a 2018. Actualmente es director académico de la Fundación Hispana para la Educación y del Institute Develepment Research IDR y Vicepresidente de la Junta Directiva Provisional del Colegio de Trabajadores Sociales de Guatemala en formación. Ha publicado en revistas indexadas a nivel nacional e internacional
Sus últimas investigaciones han sido sobre la Metodología de Enseñaanza Aprendizaje.Dentro de los libros publicados se encuentran entre otros Participación social en los procesos de desarrollo, Metodología de la promoción social, Exclusión social, desarrollo humano y gestión participativa, Fundamentación filosófica del Trabajo Social, Naturaleza y especificidad del Trabajo Social, Desarrollo local y regional, Fundamentos filosóficos del Trabajo Social, Filosofía de la praxis, Desarrollo humano, Investigación cualitativa.
Ha obtenido el premio a la excelencia académica como profesor de Postgrado por la Escuela de Trabajo Social USAC (2019), Premio a la excelencia del profesor investigador (2021).

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