Perú
“La pedagogía de la ternura es parte de una lógica que encara la lógica perversa de la exclusión.”
(Boaventura de Sousa, 2006 citado por Cussianovich, 2015)
Introducción
En una sociedad como la peruana, en la que desde hace varios años se ha impulsado el egoísmo, la desconfianza, el odio y la exclusión desde diversas prácticas, sobre todo a partir de la violencia política vivida en los años 80 a causa del terrorismo de Sendero Luminoso y del Estado, era sumamente necesario el planteamiento de una mirada divergente a todas esas violencias institucionalizadas, que sea tan potente que nos permita deconstruir patrones de exclusión arraigados y en ese mismo camino construir procesos relacionales afectivos, de reconocimiento y respeto a un “nosotros/as diverso”, como diría José María Arguedas[1]. Era necesario generar procesos que abran la perspectiva de la “dignidad emancipadora”[2] al protagonismo político de sectores y grupos populares históricamente excluidos como los/as trabajadores de hogar -en particular las mujeres trabajadoras-, los/as jóvenes trabajadores/as en condiciones precarias, los pueblos originarios, los grupos afrodescendientes, las personas con discapacidad, los grupos de las disidencias sexuales, los/as niños y niñas y adolescentes en general y en particular los/as que están en situación de calle y/o son trabajadores, mas quisiera hacer énfasis en un grupo poblacional que ha solido ser aun más invisibilizado -y apartado del análisis crítico de cambio social- que los ya mencionados a razón de una serie de prejuicios y exclusiones propias de una sociedad endurecida y enraizada en la “utilidad” para el sistema: las y los viejas/os.
El conjunto de estos grupos y sectores de la población de nuestro país posee un denominador común fundamental de análisis. Todos y todas tenemos un potencial desarrollo de nuestro curso vital como seres humanos, todos/as nacemos y morimos, todos/as envejecemos desde que nacemos, pasando por la niñez, adolescencia, juventud, adultez y vejez[3]. Y mientras más envejecemos estamos viviendo más años antes de nuestra muerte.
Todos y todas merecemos una vida digna en nuestro curso de vida como seres humanos; sin embargo -como es sabido- no siempre es así, y desde mi perspectiva hay un particular y muchas veces paradojal énfasis de exclusión social en los dos extremos del curso vital descrito, denominados socialmente como la infancia y la vejez, cuyo abordaje es de gran interés para mí en el presente ensayo, a partir de las miradas del curso de vida, la interseccionalidad y la ternura como virtud política.
El paradigma de la ternura en el Perú
Es en el contexto descrito en la introducción -en el que además se encuentra la producción de sentidos funcionales a la propuesta de la razón mercantil y productora de “riqueza”- que nace en el Perú un paradigma divergente en el ámbito educativo y social: La pedagogía de la ternura[4], la cual propone un contrasentido a lo establecido en nuestra sociedad, dando cuenta de un pensamiento crítico y proyectivo respecto del sistema dominante cuyo afán es “moldear” sentimientos, aspiraciones, deseos e identidades a fin de que se acreciente la producción del capital. El planteamiento de “la ternura” nace en un contexto de mucha violencia en el Perú como una crítica categórica a la negación de la capacidad de afectividad y amorosidad en los seres humanos.
Desde este paradigma se intenta informar un modo de vida entrañablemente humano de la sociedad y de los pueblos, construyendo relaciones y sentidos marcados por la estima, el afecto, la amistad, el aprecio, la valoración de uno/a mismo/a y del otro/a, el amor[5], y el respeto[6]. Desde la ternura se encuentra también una expresión política y pública al lograr dar forma coherente, dinámica y colectiva a modos de vida que nos hacen reconocibles como miembros de la especie humana, refiriéndose directamente al tipo de vínculos y relaciones sociales, culturales, interpersonales, y políticas que se da la sociedad a sí misma[7]. En particular, es desde la ternura como virtud política -que dicho sea de paso no se impone sino se construye- que se apuesta por fundar una nueva cultura política, es decir un modo de vida con sentido que da el vivir desde el horizonte de la dignidad de la condición humana como condición fraguada en el amor[8] y en el que se generen experiencias vivenciales de tal calidad que nos llegue profundamente y nos permita desarrollar y/o fortalecer la capacidad de “poder ser y convivir con otros/as”, fomentando encuentros de comunión y no de mera yuxtaposición.
Las infancias y las vejeces peruanas, una mirada desde el curso vital
Actualmente, además de la presencia de las múltiples violencias institucionalizadas en la sociedad peruana, esta se caracteriza por la dinamicidad de su pirámide poblacional, es decir el cambio en su estructura de edades que se basa en dos razones: la disminución de la tasa de natalidad y la disminución de la tasa de mortalidad.
Sigue siendo grande el porcentaje de niños, niñas y adolescentes, así como de jóvenes, pero cada vez es más grande el que representa a las personas viejas. Para ser más precisos, a partir del Censo 2017[9] se evidencia que en el Perú su población menor de 15 años representa el 26,4%, proporción que ha venido disminuyendo con respecto a mediciones poblaciones anteriores; cabe mencionar que en el año 1993 esta proporción fue 37,0%. Además, simultáneamente se ha incrementado la proporción de personas de 15 a 64 años -que en nuestra sociedad constituyen la fuerza potencial de trabajo- de 58,4% en 1993 a 65,2% en el 2017. En términos porcentuales la población infantil y juvenil representa más de la mitad de la población del país (51,3%). Finalmente, la población adulta mayor[10] representa el 11,9%, con tendencia de progresivo aumento. En este sentido, se puede observar que hay una proporción grande de niños, niñas y adolescentes, a quienes denominaremos NNA, pero que esta a su vez está disminuyendo con el paso del tiempo y en la actualidad hay más jóvenes que antes, así como más adultos/as y personas adultas mayores, a quienes denominaremos PAM.
Al igual que en toda nuestra Región Latinoamericana, el Perú está pasando por un proceso de envejecimiento poblacional. En 25 años América Latina y El Caribe pasó de ser joven a madura en cuanto a la categoría edad, y hacia el año 2040 el porcentaje de personas de 60 años o más superará por primera vez a quienes son menores de 15 años[11]. Estos cambios en la estructura de edades también tienen que ver con el aumento de la esperanza de vida; este ha sido un proceso constante y continuado durante todo el siglo pasado y se extiende hasta el presente. De un promedio aproximado de 59 años entre 1965 y 1970 se pasó a casi 76 años en el presente quinquenio (2015-2020). En promedio, la población latinoamericana ha ganado 17 años de vida en los últimos 55 años, es decir, 1,5 años por quinquenio[12]. Esta ganancia de años de vida en nuestro país, en la región y en el mundo, puede significar un gran logro de la humanidad: estamos viviendo más. Pero una importante y necesaria interrogante en este caso sería ¿En qué condiciones estamos viviendo/envejeciendo?
Desde la perspectiva del curso vital, como nacemos y es nuestra infancia vamos envejeciendo hasta llegar a viejos/as; y como nos desarrollamos en nuestras distintas dimensiones (personal, familiar, social, etc.) nos construiremos y deconstruiremos individual y colectivamente. En este sentido, podemos decir que no existe una infancia y una vejez; su heterogeneidad motiva la denominación de infancias y las vejeces, muy diversas en todo el mundo y particularmente en nuestro país, que se caracteriza por su gran diversidad cultural, así como desafortunadamente, por sus grandes niveles de desigualdad en clave del acceso y ejercicio de derechos y en consecuencia, su nivel de exclusión social, que va más allá de los niveles de pobreza económica, los cuales continúan siendo altos a tal punto de que en el 2018 ascendieron por primera vez en 10 años a 21.7%.[13]
Cabe hacer mención de las siguientes cifras que permiten visualizar la manera cómo estamos viviendo las y los peruanos/as:
El 43.6% de niños/as entre 6 y 35 meses de edad, y el 29.6% de mujeres gestantes tiene anemia[14]; en 40 años la obesidad entre adolescentes pasó de 4% a 14.8%[15], 13 de cada 100 adolescentes mujeres ya es madre o está embarazada[16], 18% de jóvenes se encuentran desempleados/as[17], de las 13´800 700 personas ocupadas del área urbana, el 34.3% tienen empleo formal[18]; el 15.1% de adolescentes entre 14 y 19 años de edad no estudia ni trabaja[19], el 65.4% de mujeres alguna vez ha sufrido algún tipo de violencia por parte de su esposo o pareja[20]; 133,697 personas son afectadas por hechos de violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar[21]; el 37% de PAM está afiliada a un sistema de pensiones (público o privado)[22]. Este último punto es clave porque tener o no pensión de jubilación por un sistema contributivo es a consecuencia de haber tenido o no trabajos formales y derechos laborales que garanticen inclusión en el sistema previsional y de seguridad social.
Respecto del trabajo infantil en el Perú: el 26,1% (1 millón 974 mil 400) de NNA del país han realizado alguna actividad económica[23]. De acuerdo a la Encuesta de Trabajo Infantil (2015) en el área rural, el 52,3% de la población de 5 a 17 años de edad participaron en actividades económicas; mientras que en el área urbana fue el 16,2%. Por grupos de edad, el 12,1% de la población de 5 a 9 años trabaja, seguido del 29,3% de 10 a 13 años y el 40,5% de 14 a 17 años de edad laboran (ETI 2015). Asimismo, en dicha encuesta figura que fue mayor la participación de niños y adolescentes varones (27,7%) en la actividad económica; 3,5 puntos porcentuales más que en el caso de las niñas y adolescentes mujeres (24,2%). En este caso, es sumamente importante el análisis y debate de la siguiente cuestión: ¿Los/as NNA pueden o no trabajar y aportar a su canasta familiar? ¿O se trata más bien del fomento de un trabajo en condiciones dignas por parte de los/as NNA?
La mirada adultocéntrica de las infancias y las vejeces, y la necesidad de la mirada interseccional en clave de derechos
Hay una serie de miradas y acciones paradojales frente a la defensa del ejercicio de derechos de las personas en general, y en particular de las infancias y las vejeces en nuestro país.
En sociedades capitalistas y neoliberales como la nuestra existen prototipos y perfiles -concebidos socialmente- cada vez más agudizados de los/as que son funcionales al sistema por su “fuerza” y “vigorosidad”, que les da capacidad de “producir” capital y reproducir/se prácticas que garanticen una estructura económica “estable y fortalecida”; y por otro lado existe la concepción de la belleza y la “perfección” relacionada arraigadamente a la juventud y adultez, con la premisa de “mientras no se llegue a la vejez o a un cuerpo que no parezca fuerte y ágil”. Por lo que, los niños, niñas y adolescentes, así como las personas adultas mayores, o por qué no decirlo, los viejos y las viejas (partiendo estrictamente de la categoría vejez/ces) quedan desplazados de estas concepciones que darían cuenta de quiénes pueden “tomar las riendas” de la sociedad; siendo aún más compleja esta situación con las PAM, a razón de todos los estereotipos, imaginarios y prejuicios negativos con los que se les caracteriza “en declive” y se les “retira”.
Ante la marginalización de estos grupos etarios extremos -las infancias y las vejeces- surgen discursos sobre todo desde el Estado a través de las políticas públicas que en lugar de asegurar su protección de todo tipo de violencia y propiciar su protagonismo en el desarrollo de su vida desde una mirada de Derechos Humanos, manifiestan actitudes y acciones paternalistas de sobreprotección e invisibilización hacia ellos y ellas, considerándoles sujetos pasivos, frágiles, dependientes, y vulnerables per sé; teniendo un abordaje e intervención para y por pero no con, muchas veces silenciándoles y dejándoles el orden final para tener conocimiento de lo que pasará con ellos/as.
Se concibe tendencialmente que los/as NNA están en proceso de formación, por lo tanto, aún no han aprendido, no tienen experiencia ni fuerza, y por ello aún no pueden emitir voz y menos voto, “son el futuro…”, mas no el presente; y por el lado extremo, acerca de las PAM se suele pensar que ya están desfasadas y fuera de lo que actualmente importa, que son lentas, renuentes y duras para entender y aprender lo moderno, lo nuevo, lo innovador; que no tienen más fuerzas para producir, que su vida está tendiente a enfermedades y deterioros, que su experiencia es anticuada, “están en el pasado mas no en el presente”, por lo que no hay forma de que construyan su proyecto de vida, ni tampoco que tengan voz ni menos voto en la toma de decisiones respecto a ellas. Existe en el imaginario común un temor inexplicable de “llegar a viejo/a”, porque “se vuelve uno/a como niño/a, así de dependiente, así de inútil”. Esta última premisa es denominada en el análisis de la discriminación por edad como infantilización de la vejez, y a su vez podría asegurar que categóricamente significa la depotricación de las infancias.
Ambos extremos de edad son discriminados precisamente por su cantidad de años vividos, y más aún si a estos años, sea de los/as NNA o de las PAM, se le suman otras categorías como la clase social, la etnia, el género, el nivel socioeducativo, etc., generando así múltiples formas interrelacionadas de opresión estructural que operan en los sujetos a partir de miradas homogeneizadoras de ambos grupos etarios. Estas múltiples discriminaciones son únicamente visibilizadas desde la mirada de la interseccionalidad[24], que da cuenta de las múltiples formas de opresión que operan en una persona, y que están interrelacionadas. Cabe destacar que estas interacciones entre distintos tipos de discriminación crean situaciones y experiencias de opresión únicas, que deben ser analizadas y comprendidas como tales. En este sentido, no es lo mismo hablar de NNA y de PAM mujeres o varones, o de orientación sexual distinta a la heterosexual; o que viven en zonas urbanas como Lima o son de comunidades originarias, entre otros aspectos.
A partir de todo lo mencionado, es muy propicio formular las siguientes interrogantes: ¿Quiénes son entonces los/as que son parte del presente del país? ¿Son acaso los/as jóvenes y adultos/as que están produciendo y reproduciéndose?; por otro lado, ¿Es acaso que los/as NNA y las PAM no producen? ¿Será la única forma de entender la producción como económica? Y, ¿Es acaso que los únicos individuos que producen y aportan económicamente para sus familias en la actualidad son los/as jóvenes y adultos/as?
Nuevas miradas de las infancias y las vejeces… desde la ternura
Nuevamente se plantea la relevancia de la perspectiva del curso vital en la apuesta por la humanización de las relaciones sociales e interpersonales, así como el fomento del protagonismo político de los sujetos, añadiendo a esta mirada la perspectiva intergeneracional, que da cuenta de la solidaridad, el respeto, y el afecto entre las distintas generaciones.
Las diversas generaciones existentes convivimos en una misma sociedad, y esta convivencia es muy potencial en cuanto al desarrollo de procesos y vínculos que nos permitan compartir experiencias históricas del pasado, así como perspectivas del presente y futuro, llenas de aprendizajes, sentimientos y subjetividades que son parte la vida misma de las variopintas biografías individuales. Se trata de que las distintas generaciones convivamos con vínculos vivenciales cálidos, y no nos aislemos los/as unos/as de los/as otros/as.
Somos seres en relación permanente desde que nacemos, y nos vamos autoreconociendo por ir siendo con los/as otros/as e incluso con “lo otro” que es parte de la naturaleza (Cussianovich, 2018, p. 37). En este sentido es relevante considerar la categoría reliance (estar relacionados) como noción sociológica, antropológica y psicopedagógica acuñada por Bolle de Bal en 1963[25], ya que trata de una necesidad psicosocial en respuesta a la sociedad del aislamiento que tenemos actualmente, una sociedad aislante e indiferente como un sustituto de los vínculos primarios y de la necesidad de pertenencia a una comunidad, incluso a una colectividad, y entre actores sociales individuales o colectivos.
A continuación, se responderá al grupo de preguntas planteadas anteriormente.
¿Quiénes son entonces los/as que son parte del presente del país? ¿Son acaso los/as jóvenes y adultos/as que están produciendo y reproduciéndose?
El presente somos todos y todas, desde que nacemos hasta que morimos en incluso tras morir, puesto que nuestra memoria colectiva como ancestros y ancestras puede estar presente en las generaciones venideras. Todos/as y cada uno/a desde nuestra historia, individualidad y singularidad podemos producir sentidos y contrasentidos en la sociedad en la que vivimos. Todos/as sin importar la edad podemos dar nuestra palabra y reproducir prácticas y vivencias relevantes a compartir; no podemos entender en este sentido la “reproducción” desde una única mirada “biológica”. Asimismo, es en este compartir de acciones y vivencias que todos y todas podemos tener voz, capacidad de decisión sobre nuestra vida, y autonomía, donde la ternura está presente como virtud política y componente insoslayable de toda relación que se construye. Esta mirada de la ternura hacia los sujetos permite visualizar las relaciones más allá del espacio privado, exclusivamente individualizado e íntimo, y fomenta una mirada más abierta y compleja de las relaciones, viéndolas no solo constituida por personas, sino en relación política con todo aquello que nos constituye, que nos rodea, que nos da sentido de alegría, de belleza, de energía, que nos permite vivir y tener ganas de encontrarnos[26].
¿Es acaso que los niños, niñas y adolescentes (NNA), y las personas adultas mayores (PAM) no producen? ¿Será la única forma de entender la producción como económica?
Al igual que en otras edades, los/as NNA y las PAM tienen gran potencial de producción sobre todo en cuanto a los saberes propios de las experiencias vividas a lo corto o largo de sus años. Los/as NNA al aún haber vivido pocos años tienen muchos cuestionamientos y son totalmente válidos y relevantes para repensar e incluso replantear el statu quo y las normas sociales históricamente establecidas; por otro lado, las PAM al haber vivido muchos años y ellos haber aprendido, así como desaprendido tanto a partir de su formación académica -que en algunos casos pudieron haber tenido- y/o de sus experiencias y saberes vivenciales; ambos de igualmente relevantes.
Un día un amigo adulto mayor quien falleció hace año y medio me dijo que más se aprende de los errores que de los aciertos y logros. Además, es cierto que también la producción económica es parte de las PAM, y ahora más que antes; en este sentido, no se puede -ni debe- invisibilizar la producción y aporte que están haciendo. Por ejemplo, en el caso de las PAM que no necesariamente saldrían a “trabajar” con un salario, pero se quedan en casa, sobre todo las mujeres mayores, a cuidar a los/as nietos/as, porque sus hijos/as adultos/as salen a trabajar, ¿este cuidado acaso no significa un trabajo que contribuye a la producción económica de la familia, de la sociedad y del país? Desafortunadamente aún no es una labor valorada socialmente; el cuidado cariñoso y con mucha dedicación y ternura sigue siendo fundamentalmente parte del espacio privado. De igual manera, esto puede ocurrir con los/as tantos/as NNA -sobre todo niñas- que se quedan a cuidar a sus hermanitos/as. Estos cuidados silenciados y poca o nulamente valorados sí contribuyen a la economía en sus distintas esferas. Solo imaginar que un día todos estos cuidadores y cuidadoras (de distintas edades) pararan, da pie a pensar que la mayoría sino son todos los/as trabajadores jóvenes y adultos/as tendrían que parar obligatoriamente y sería un día “perdido” para la producción de capital.
¿Es acaso que los únicos individuos que están produciendo económicamente para sus familias en la actualidad son los/as jóvenes y adultos/as?
Como ya se ha visto, no es así. Desde hace muchos años hasta la actualidad las situaciones de pobreza son una realidad en nuestro país, por ello justamente es que la asistencia social aún es necesaria, mientras no se caiga en asistencialismo ni paternalismo. Estas situaciones muchas veces llevan a que en las familias todos y cada uno de sus miembros decidan (no necesariamente por obligación) contribuir a casa económicamente también, y es esta una de las razones por las que ha existido y existe en el presente el trabajo infantil -el que realizan los/as NNA-, así como el trabajo que realizan muchas PAM fuera y dentro de casa.
La otra razón no menos relevante es el factor cultural de nuestro país. En las culturas originarias e indígenas el ayllu es el trabajo colectivo en familia y/o comunidad, y cada uno de los miembros es partícipe activamente del trabajo, sin distinción de edad. Recuerdo que cuando era niña mi madre me contaba que de niña iba a trabajar a la chacra con mi abuelito, y también iba a recoger leña con su hermano mayor, todo ello aparte de ir a la escuela y hacer sus tareas “El trabajo siempre ha sido parte de nuestra vida”. Y ahora mi madre, adulta mayor, sigue trabajando en lo que le gusta, y se siente bien al hacerlo “que sería de mí si no trabajara, en mi trabajo me relaciono más y construyo vínculos también, además me permite generar ingresos económicos. Yo decidiré cuándo jubilarme de mi trabajo” es lo que me asevera.
Es entonces necesario repensar el discurso neoliberal que se mantiene aún desde las instancias internacionales y el Estado peruano respecto del trabajo infantil. ¿Erradicarlo? Me parece que no es una alternativa coherente e incluso respetuosa a nuestra realidad desde una mirada intercultural; la consigna en este caso sería la dignificación del trabajo y la erradicación de toda forma de explotación en el mismo. Los/as NNA no deben dejar de ser niños, niñas y adolescentes por trabajar, y compararlos como adultos/as es una forma de discriminarlos e invisibilizarlos.
A palabras de Alejandro Cussianovich (2013):
“La actitud paternalista y poco receptiva de estas importantes instituciones internacionales –y de la misma Iglesia- es rechazada por las asociaciones de niños, niñas y adolescentes trabajadores, que en los últimos años han conquistado un creciente protagonismo, basado en el respeto y el ejercicio de sus derechos. Ellos/as no quieren simplemente ser escuchados/as, reclaman voz y voto (…) las políticas erradicacionistas no van a funcionar si el Estado continúa viendo a todas las poblaciones de niños, niñas y adolescentes trabajadores en un mismo esquema, no diferenciando a los que trabajan dignamente de los/as que están siendo explotados/as.”
Igualmente, es necesario deconstruir la mirada hacia las PAM que parte de la teoría estructural funcionalista de la separación[27] y que plantea el retiro del desempeño de las funciones sociales -laborales entre ellas-, asumiendo el supuesto de que “Las personas viejas están en disposición de separarse de la sociedad por la declinación inevitable de sus habilidades y por la expectativa universal de la muerte. Esta separación es necesaria para que las instituciones sobrevivan y para que las personas jóvenes tengan un lugar en la sociedad.”[28] Es pertinente generar en el análisis y el debate una mirada que fortalezca la participación activa de las PAM en todas las esferas sociales.
A modo de conclusión, la relevancia de la transversalización de la ternura.
Desde la mirada de la ternura todos y todas podemos contribuir a la construcción de un mundo mejor, en el que se respetan las diversas costumbres y hábitos mientras que no signifiquen un prejuicio para quienes son parte de la sociedad. Desde esta perspectiva, se puede generar que los afectos de amistad y amorosidad que tenemos en nuestras experiencias personales, en nuestras organizaciones, en nuestros barrios o comunidades, en nuestros espacios de trabajo; se conviertan en un bien público, para que pase a ser parte vital del bien común de la sociedad e incluso sea también un bien jurídico[29].
A partir de esta mirada también se puede confrontar propositivamente no solo las claras consecuencias del adultismo, que por tiempos inmemorables fue sinónimo de varón dominante, sino el adultocentrismo encarnado en varones y mujeres que confluyen en el control de las infancias y las vejeces. Ello implica repensar la categoría edad, que a su vez está ligada a la de género.
Asimismo, en el abordaje de la ternura es de suma relevancia pensar las infancias y las vejeces desde las cosmovisiones no occidentales a fin de contribuir a un abordaje conceptual y práctico basados en la intertransculturalidad[30]
Se trata de deconstruir nuestros imaginarios -desde un abordaje epistemológico también[31]– respecto de las infancias y las vejeces en clave de la construcción social y política del tejido humano, teniendo presente que con el paso del tiempo los seres humanos estaremos viviendo más y llegaremos a ser viejos/as. Se trata además de que esta vida desde su inicio sea vivida con afectos, con amor, en un mundo más humanizado, y donde la ternura sea transversalizada en las prácticas cotidianas.
Es importante además valorar la gran potencialidad de los vínculos generacionales así como intergeneracionales para la construcción de una sociedad con más justicia social y reconocimiento a todos y todas los que forman parte de ella, y que a partir de una teoría crítica sobre las infancias y las vejeces se contribuya a la refundación de las relaciones intergeneracionales, vale decir, a un nuevo pacto social en el que los/as NNA y las PAM se puedan afirmar como ciudadanos/as, sujetos políticos[32], sociales, culturales y económicos, y en que se reinvente la categoría de generación[33]. De hecho, como afirma Cussianovich (2010), hoy incluso habría que encarar las relaciones intergeneracionales como una variable de las relaciones interculturales.
Desde la ternura también se apuesta por una magna valoración a la Tierra misma, a la pachamama y las formas ancestrales de concebir la vida ecológica e integralmente. Se cuestiona y aporta en la manera cómo se da en la sociedad presente el reconocimiento de los/as NNA y las PAM. Este “reconocimiento” es tan relevante por su gran trascendencia en la formación de la identidad personal y social del ser humano. Como se suele decir, únicamente se puede amar lo que se conoce -y reconoce-; y sin memoria no se construye historia.
La perspectiva de la ternura permite también redefinir la relación entre cuerpo y poder en la sociedad, entendiendo el cuerpo como un territorio político. El cuerpo de los niños, niñas y adolescentes, así como de las y los viejos/as -sobre todo el de las niñas, adolescentes mujeres y viejas- sigue siendo aún un lugar “privilegiado” para la descarga -con frecuencia impune- de las formas de expresar la ideología de propiedad privada y del poder por parte del mundo adulto y machista.[34]
Finalmente, a palabras del maestro de Alejandro Cussianovich (2019), maestro y fundador de la pedagogía de la ternura en nuestro país:
“Quien no ha recibido cariño/amor de niño/a no ha crecido en humanidad, cabe mencionar que este amor no necesariamente puede ser dado por la mamá y/o el papá, sino por quienes lo/a rodean”.
En este sentido, la ternura como virtud política y en ella nuestras relaciones a lo largo del curso de vida nos dan salud, nos cuida -en toda edad-, nos cría con amor, sostiene nuestro cuerpo y, más allá de la vida, abriga nuestras cenizas, nuestros huesos. De acuerdo a la afirmación del compañero Alejandro: “¡Ese es el HÁBITAT!”, y yo le agregaría: Es un hábitat para todas las edades.
Fuentes de referencia:
CUSSIANOVICH, A. (2010). Paradigmas de las culturas de infancia como formas de poder. Lima: INFANT.
CUSSIANOVICH, A. (2015). Ensayos II sobre la Pedagogía de la Ternura, aprender la condición humana. Lima: IFEJANT.
CUSSIANOVICH, A. (2018). La ternura como virtud política. Lima: INFANT.
DEGREGORI. C. (2014). No hay país más diverso. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
HUENCHUAN, S. (2018). Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030… Santiago de Chile: CEPAL
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICAS E INFORMÁTICA. (2018). “Situación de la persona adulta mayor” En: Informe Técnico N°4 – diciembre 2018. Lima: INEI.
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICAS E INFORMÁTICA. (2017). Informe del Censo 2017. Lima: INEI.
MANES, R., BELÉN, C., CEJAS, R., MACHADO, E., PRINS, S., SAVINO, D., WOOD, S. (2016). Vejeces desiguales. Un análisis desde el enfoque de derechos de las personas mayores. Buenos Aires: Revista Margen N°83 Universidad de Buenos Aires.
MINTRA. OIT. (2015). Segunda Encuesta Nacional Especializada en Trabajo Infantil.
MIMP. Ley N°30490 Ley de la Persona Adulta Mayor. (2016).
SÁNCHEZ, C. (2000). Gerontología Social. Buenos Aires: Espacio Editorial.
[1] Citado por Carlos Iván Degregori en su obra “No hay país más diverso I” (2014).
[2] Afirmación del pensamiento crítico de Alejandro Cussianovich Villarán, maestro de educación primaria, sacerdote católico con estudios en Inglaterra y Francia. Educador de IFEJANT y docente de la Maestría de Políticas Sociales y Promoción de la Infancia en la UNMSM. Pensador y promotor del paradigma de la pedagogía de la ternura. Autor de Ensayos sobre Pedagogía de la Ternura, aprender la condición humana (2010 y 2015), entre otras relevantes obras de pensamiento divergente.
[3] Niñez, adolescencia, juventud, adultez y vejez son conceptos que socialmente se han definido; constructos sociales que varían de acuerdo a cada sociedad.
[4] Ibídem.
[5] Cyrunlnik. B. “El amor que sana”, op. Cit. P. 24: “No hay actividad más íntima que la de la labor de construcción de sentidos” citado en Cussianovich. A (2018) “La ternura como virtud política”. p. 12.
[6] A. Cussianovich (2018) “La ternura como virtud política” p. 12.
[7] Ibídem. p. 10.
[8] Ibídem. p. 13.
[9] Censo 2017. INEI.
[10] Véase en el Art. 2 del Cap. I del Tít. I de la Ley N°30490 Ley de la Persona Adulta Mayor “Entiéndase por persona adulta mayor a aquella que tiene 60 o más años de edad”.
[11] Saad, P. 2017. CEPAL. 2do Párr.
[12] Huenchuan, S. “Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030…” CEPAL. p. 23.
[13] Informe Técnico Evolución de la Pobreza Monetaria 2017, INEI.
[14] ENDES, 2017.
[15] MINSA, 2019
[16] ENDES, 2017
[17] Indicadores de Empleo e Ingresos por Departamento del INEI
[18] ENAHO, 2018.
[19] Adolescentes que no estudian ni trabajan y su condición de vulnerabilidad, INEI, 2017.
[20] ENDES, 2017
[21] Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual, MIMP, 2018
[22] Boletín Situación de la PAM, INEI, 2018.
[23] Segunda Encuesta Nacional Especializada en Trabajo Infantil (ETI 2015), organizado por el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
[24] Véase en Manes et.al. 2016. “Concepto acuñado por el feminismo afro-estadounidense en la década del ´80 para distinguirse del feminismo blanco, burgués, y europeo que no daba cuenta de las múltiples opresiones que sufrían las mujeres en otros contextos, por ser mujeres, pobres y negras”.
[25] Citado por Cussianovich, 2018. p. 37.
[26] A. Cussianovich (2018) “La ternura como virtud política” p. 6.
[27] Presentada por Elaine Cummings y William Henry, EE.UU. (1961)
[28] Sánchez, C. Gerontología Social. Argentina. p. 81.
[29] A. Cussianovich (2018) “La ternura como virtud política” p. 7.
[30] R. Padhila (s/f) citado por A. Cussianovich. (2010). p. 13.
[31] Véase en A. Cussianovich. 2010. “Una teoría crítica que se consolida no solo como una deconstrucción de dichas culturas dominantes, sino como inaugurando una nueva matriz epistemológica que supere toda complacencia con la modernidad y lo que se ha dado en llamar la postmodernidad celebratoria como señalara Boaventura de Sousa Santos”
[32] Jens Qvortrup. (1991). “II bambino come soggeto político, económico e sociale” en Politiche social per IInfanzia e I Adolescenza, ed. Unicopi, passim. Citado por A. Cussianovich. (2010). p. 13.
[33] Véase Lex Herrma van Voss. (1989). “Introducción” a AAVV, “Generations in Labour History”, IISG, n. 13, Amsterdam, quien reflexiona sobre el trabajo de Karl Mannheim, “Das Problem der Generationen” de 1928 que reconoce las generaciones como un fenómeno social. p. 9-19. El autor señala textualmente: “Bajo estas condiciones” los jóvenes adultos especialmente desarrollarán nuevas ideas y por lo tanto crearán una nueva generación”. p. 11. Citado por A. Cussianovich. (2010). p. 13.
[34] A. Cussianovich. (2010). Paradigmas de las culturas de infancia como formas de poder. p. 14.


HAYDEE CHAMORRO GARCÍA Trabajadora Social, egresada de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Diplomada en Gerontología Social, por la Pontificia Universidad Católica del Perú; en Gestión Pública, por la Escuela Nacional de Administración Pública; y, en Derechos Humanos (con mención en Participación Social), por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Con estudios en género, derechos humanos, vejez, servicios gerontológicos, y enfoque territorial para la gestión pública.
Directora de Responsabilidad Social en Conexión Adulto Mayor, emprendimiento social que ofrece consultorías en el campo gerontológico y desarrolla proyectos sociales bajo las perspectivas de derechos humanos e interseccionalidad. Integrante del colectivo ciudadano “Mesa de Concertación sobre Personas Adultas Mayores”. Integrante del Grupo de Trabajo “Envejecimiento con dignidad” de la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza.Integrante de la Red Latinoamericana de docentes y profesionales de Trabajo Social que se desempeñan en el campo Gerontológico – RedGeTS.
Consultora en gestión y asesoría técnica de servicios públicos para personas adultas mayores, e investigadora en el campo de la gerontología social, en temas de roles sociales, participación social y política, y discriminación en la vejez.