Testimonio de una familia cuyo espacio laboral era la calle. El “quedate en casa” es una afrenta a su cultura

Perú

María Villa Buitrón
Setiembre, 2020

Introducción

El presente testimonio hace referencia a la experiencia de vida en plena pandemia de una familia en condición de vulnerabilidad. Para ello se presentarán los antecedentes que nos permitirán contextualizar el desarrollo de este testimonio no solo en términos de la enfermedad sino también en términos sociales, aquí se entrelazan una serie de elementos, como informalidad, pobreza, e incluso la calle como espacio de socialización.

La técnica desarrollada para el testimonio fue la entrevista, la cual permitió conocer a profundidad cómo sus integrantes viven sus días en medio de esta pandemia, previo a ello se habían estructurado una serie de preguntas orientadas a la cotidianidad, sus desafíos, los problemas que tuvieron que afrontar y como lograron salir de ella. Para conocer los motivos de la elección de la familia se dará cuenta de una experiencia previa de quien suscribe, pues los principales protagonistas fueron ubicados como parte de una experiencia laboral de hace algunos años, y reencontrarse con ellos para el desarrollo de este testimonio nos permite conocer las diversas formas de vida, todas ellas interesantes, y que al final también nos traen una enseñanza. Cabe mencionar que el testimonio tendrá como espacio el distrito de San Miguel y la provincia del Callao, distrito de la Perla, una zona poco visitada, que colinda con Los Barracones, San Judas y Ovalo Canadá. Este contexto, su particularidad y las visitas realizadas fueron parte de la inspiración para escoger y relatar el testimonio de la familia Peláez en tiempos de coronavirus.

  1. Antecedentes:

Hace algunos años el caminar por las calles del distrito de San Miguel, ejerciendo mi labor de Educadora de calle[1] del Programa Integral para el Bienestar Familiar (INABIF)[2] era una actividad que a pesar de las dificultades, solía ser bastante grata, aquí se encontraba uno de los centros comerciales con mayor movimiento económico de Lima, las tiendas, zonas de juegos, restaurantes, y principales avenidas se concentraban en este lugar.

Paralelamente a ello se podía observar la presencia de personas que se dedicaban a la mendicidad y que podía ubicarlos dentro del centro comercial, porque lograron esquivar a algún agente de seguridad, o fuera de ella realizando la misma actividad, sea ofreciendo caramelos, pidiendo dinero o recurriendo a la caridad de los clientes de la tienda o transeúntes de la zona.

Por muchos de los esfuerzos de los agentes policiales o del serenazgo su ausencia era solo cuestión de segundos, porque ello era prácticamente un modo de vida, éstas eran actividades que en la mayoría de casos se venían realizando desde hace varios años, de aquí surgía el dinero para solventar la mayoría de gastos, como el pago de alimentación, alquiler, luz, agua, teléfono, medicinas, colegio, etc.

Viernes, sábado, domingo, la quincena y fin de mes, eran los días claves, los vendedores tendrían que salir más temprano de casa y sabían que también regresarían más tarde, ésta era la dinámica. Aquí la calle juega un rol importante, se convierte en el espacio elegido donde las anécdotas sobran y las amistades también.

  1. Ubicando a los protagonistas

Pobladores que provenían de los distritos pertenecientes a las diversas zonas de Lima se trasladaban hasta Plaza San Miguel y sus alrededores para ejercer el trabajo informal o la mendicidad, ésta era considerada como una zona receptora[3] de población en situación de calle. Es así que de una de las tantas familias abordadas y de las cuales aún queda el recuerdo, nace mi interés por conocer como vienen afrontando esta pandemia.

Durante la experiencia de campo logre contactarme con muchas familias, muchas realidades, y muchas historias una más compleja que la anterior, es así que logro abordar a la familia Peláez quienes residían en el distrito chalaco de La Perla y a quienes conoceremos a continuación.

  1. De la calle, sus historias…

El Perú es un país rico en su historia y en diversidad, la gama de elementos que la componen la convierten en un país único por su flora, fauna y características territoriales, sin embargo, su historia también se ha visto golpeada por sucesos históricos entre ellos el colonialismo y la violencia política, los cuales nos acompañaron por muchos años. Esto trajo una serie de consecuencias sociales, económicas, políticas y culturales, sobre todo, agudos problemas psicosociales acompañadas del miedo, afectando la salud mental de los niños, niñas y familias, cuyas expresiones más comunes fueron las reacciones impulsivas, alteración del sentido de la realidad, vulnerabilidad, inseguridad, desesperanza, tristeza. Que se agravaron con el fenómeno social de la migración, desplazamiento forzado y refugio, cuyos daños colaterales fueron la desorganización social, ruptura de proyectos de vida y cambios culturales.

Así en medio de la violencia la cual se ha manifestado en todas sus formas, y que se ha convertido en parte de nuestras vidas, una de las familias afectadas decide no solo contar su historia, sino también compartirla. La familia Peláez está compuesta por el señor Johnny, señora Mercedes, y sus tres hijos (una niña y dos adolescentes), a lo largo de su vida esta familia ha pasado por diversas situaciones, hasta ahora dos de ellas difundidas por los medios de comunicación[4] como el incendio provocado por sus propios hijos donde su casa quedó en escombros y perdieron absolutamente todo, una travesura de los niños había producido este infortunio, donde por milagro todos quedaron ilesos. El otro suceso fue el rescate de su hijo mayor quien en ese tiempo con tan solo 12 años quiso enfrentarse al mar del Callao, y demostrar a sus amigos lo osado que era, pensando que incluso podía desafiar a la misma naturaleza, esta osadía pudo tener un desenlace fatal si es que no intervenía la policía de salvataje quien tuvo que pedir el apoyo aéreo a través de helicópteros, ello provocó la presencia de muchos pobladores quienes con gran algarabía festejaron el rescate del adolescente.

A ello se suma el último suceso acontecido hace 4 años, mientras el señor Peláez se dedicaba a la venta de caramelos en la avenida La Marina, fue atropellado por una moto lineal, accidente que provocó la fractura de la pierna izquierda, y es en estas condiciones que siguió laborando lo que no permitió que se desarrolle el proceso de rehabilitación correspondiente.

Al igual que miles de familias, la informalidad y el desarrollo de estrategias de sobrevivencia son parte de su cotidianidad pues con la finalidad de poder paliar las necesidades de sus hijos o gastos personales muchas personas recurren a diversos medios una de ellas es la mendicidad, caracterizada por recurrir a la caridad para obtener un bien. La familia realizaba principalmente la venta ambulatoria de productos en los buses “el carreo”[5], el cual iba acompañado de historias o relatos los cuales aumentaban la venta de sus productos, ello solía alternarse con la limpieza de parabrisas en las intersecciones de las avenidas principales de la avenida La Marina, a cambio de la buena voluntad de algún conductor o transeúnte.

  1. El otro virus

En la mayoría de peruanos, la situación económica es uno de los aspectos que más golpeado se ha visto a causa de esta pandemia, sin embargo, a pesar de la situación de pobreza de esta familia este aspecto había quedado relegado, pues existen aspectos aún presentes como la discriminación y que claramente dañan, hieren, sobretodo en un momento en el que paradójicamente más unidos debemos estar, esa unión con los demás frente a los problemas, esa unión que te incita a preocuparte por tus semejantes, por los tuyos, por el que bíblicamente llamamos nuestro prójimo, es decir, por tu próximo, por el más cercano, aquel que puede ser tu familia o tu vecino.

¿Pero qué sucedió? El consumo de alimentos aparentemente en mal estado habría provocado una fuerte infección en el señor Johnny, quien al dia siguiente amaneció con fiebre, dolor en el cuerpo, además de una carraspera, este último signo producto del frio, pues ellos viven muy cerca al mar del Callao. El malestar fue comentado y reconocido por algunos vecinos de la zona, quienes lo relacionaron con el COVID-19, esta información fue propagada más rápido que aquel fuego que años atrás había dejado en cenizas su vivienda. Como una práctica cotidiana en muchas familias el juzgamiento, los rumores, los supuestos son asumidos como realidades, como verdades sin ser mínimamente consultadas o comprobadas, por lo tanto, el barrio entero asumía que la familia estaba infectada.

Los resultados de la prueba que se realizaron, fueron negativos, sin embargo, la indiferencia, y la discriminación por una supuesta enfermedad no cesaban de mostrar su peor cara. Los comentarios en las calles, las palabras malintencionadas, los mensajes subliminales, e incluso amenazas se manifestaron en todo momento.

Sabemos que la discriminación social es una problemática usual en nuestro país y el mundo, sea por la condición económica, sexo, religión, raza, nacionalidad, en este caso por enfermedad. Al reflejarse en un trato que hiere también se tienen reacciones distintas, que en algunas personas se traduce en la indiferencia o en otras en el uso de la violencia. En el caso de la familia entrevistada esta misma situación desarrollada años atrás hubiese provocado otro tipo de reacción que no sea el silencio y ello porque ahora no cuenta con la seguridad que años atrás le daría el haber sido madre de un “faite”[6], ahora dos de sus hijos están recluidos en un penal y uno de ellos fallecido por situaciones que ella prefiere no describir. Así se vive la pandemia, conjugándose con la desinformación, discriminación y el maltrato en las calles de La Perla.

  1. Libertad o libertinaje: “No puedo estar encerrada”

Si hay algo que ha caracterizado a la zona es su dinámica social y esa particularidad con la que interactúan y que con los años los medios de comunicación se han encargado de reforzar. Salir a las calles, colocar sus sillas en la vereda, conversar o realizar sus reuniones sociales, mientras que por otro lado podías ver a los niños jugar en las pistas, eran prácticas habituales en la zona. Pero recordemos que el derecho a la libertad fue restringido cuando se declaró el Estado de emergencia, si a muchos esta situación nos afectó grandemente, aun mas a la familia Peláez, donde más allá de la libertad sus miembros actuaban con libertinaje, siempre al borde de los riesgos y peligros las cuales ya se habían interiorizado e incluso normalizado, convirtiéndose en prácticas cotidianas.

En un extracto del relato la señora Mercedes refería “por momentos estoy desesperada, no puedo estar encerrada”. Paradójicamente no era fácil aprender a convivir en su propio hogar, un espacio que por muchos años había sido reemplazado por las calles de la Perla o de la avenida La Marina, esta última porque era la zona donde laboraban y también pasaban gran parte del dia, porque mientras la calle es una zona de tránsito para unos, también se había convertido en un espacio de permanencia para otros.

  1. Sus estrategias de sobrevivencia frente al COVID-19

Las actividades que realizaron les permitieron tener un ahorro para épocas difíciles, la pandemia era una de ellas, es de esta manera que lograron suplir sus gastos. A ello se sumó el apoyo de los servicios sociales de la Municipalidad del Callao, a través de la entrega de alimentos, además recibieron una canasta por parte del área de la Oficina Municipal de Atención a la Persona con discapacidad (OMAPED) de La Perla.

Uno de sus hijos, trabajó como ayudante en un puesto de verduras en el mercado del Callao, por lo que percibía un ingreso de quince soles diarios considerados suficientes para paliar los gastos del hogar.

La familia tuvo que vender algunos productos que en el recorrido de la calle le regalaban algunas familias de buena condición socioeconómica, desde casacas, adornos de mesa, hasta ropa. Todo ello fue vendido, la necesidad apremiaba, por lo tanto, habría que hacerlo.

  1. Ultimas consideraciones
  • La pandemia solo se ha encargado de reforzar muchas de las situaciones que acontecen en nuestro país, la pobreza y la desigualdad persistente aquella cuya brecha social solo se irá ampliando más aún porque se hizo evidente que no teníamos las condiciones para responder frente a un acontecimiento como éste, simplemente porque no se sentaron las bases no solo a nivel de infraestructura o acceso a servicios sino también en valores aquellos que tanta falta nos hacen para actuar con honestidad, y empatía frente al otro.
  • Sabemos que la pandemia ha golpeado al mundo entero, sin embargo, dentro de cada región, cada país y cada ciudad, las consecuencias y las formas de enfrentarlas han sido distintas porque la escala de prioridades para las familias también lo son. Existen familias que, por el estilo de vida, cultura y concepción de las normas, les ha resultado difícil poder enfrentar y comprender la gravedad de hacer caso omiso a las medidas estipuladas. Por lo tanto, hay una tarea pendiente con las familias más aún si consideramos que ella es el nexo entre el individuo y la sociedad y su repercusión en esta triada tendrá un impacto importante, así una familia con vínculos favorables, será una familia que aporte al desarrollo de una sociedad cohesionada; por el contrario, una familia con vínculos débiles y cuyas relaciones son completamente tóxicas traerá consigo también una sociedad debilitada.
  • Aun así, desde la adversidad, diferencias y necesidades las familias se han visto frente a dos situaciones importantes: por un lado, reconocer la importancia de la salud y por otro seguir laborando porque la necesidad así lo amerita. En esa línea existen familias que sin el mínimo respeto a uno mismo y al otro no han considerado la dimensión de las consecuencias que un acto irresponsable acarrea, pero también existen aquellas que, desde la precariedad, han hecho gala de su ingenio para poder sobrevivir, o para paliar el hambre sin dejar de considerar las medidas requeridas para evitar el contagio.
  • La familia Peláez y sus vivencias son solo una familia, de las miles en nuestro país, parte de uno de los continentes más desiguales del mundo, donde uno debe convivir con la informalidad, desigualdad, violencia y pobreza; situaciones que se traducen en anécdotas que vienen marcando sus vidas, sus días, y que finalmente mantienen la cadena de la desigualdad, esa que se trasmite, que se hereda y que los mantiene como un grupo excluido. Aunque con sus escasos recursos sabe hacerle frente a un incendio, al hambre, al dolor y ahora a una pandemia.

[1] El educador /a de calle es el profesional de las ciencias sociales que tiene como ámbito de intervención la calle, lugar en donde se encuentra la población objetivo, en ella se realizan los recorridos y el análisis de la situación que acontece. A partir de esta acción se busca promover el desarrollo de capacidades y habilidades que permitan al sujeto o grupo social la restitución de derechos.

[2] El Programa Integral para el Bienestar Familiar (INABIF), es un órgano que pertenece al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Su objetivo está orientado al desarrollo integral de las personas y/o familias en situación de vulnerabilidad.

[3] Una zona receptora es aquella que por su movimiento comercial es tentador se muestra atrayente para las familias en situación de calle entre estos distritos ubicamos por ejemplo a San Miguel, San Isidro, San Borja. Por el contrario, una zona expulsora es aquella que genera el movimiento de su población hacia otros distritos, aquí tenemos por ejemplo a los distritos de San Juan de Lurigancho y el Callao.

[4] Ambos sucesos no solo quedaron plasmados en sus recuerdos sino también en las redes sociales, puede verse https://www.youtube.com/watch?v=bwtMdiw9BfI.

[5] Hace referencia a la actividad realizada dentro de los buses de transporte público.

[6] En la zona es un término muy utilizado debido a la presencia de grupos en los barrios, dentro de ellos el faite es el personaje más respetado o temido.

LIC. MARÍA VICTORIA VILLA BUITRÓN Licenciada en Trabajo Social por la Universidad Nacional Federico Villarreal, Magister en Política Social con Mención en Promoción de la Infancia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Con experiencia profesional en niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo y desprotección, familias en situación de vulnerabilidad, y trabajo comunitario.
He laborado como: Especialista en Trabajo Social por el Programa Aurora del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Especialista Territorial para la implementación del componente Inclusión Lima Aprende de la Dirección Regional de Lima Metropolitana, Especialista para la Protección y Bienestar del Estudiante del Plan de acción para la atención de la Brecha Social en la Dirección Regional de Lima Metropolitana, Educadora de Calle Multidistrital del Programa Nacional Yachay y del Programa Integral Nacional para el Bienestar Familiar (INABIF), Trabajadora Social del Centro de Salud México, Coordinadora de Campo del Programa Nacional Wawa Wasi (ahora Cuna Mas).
He publicado algunos artículos en materia de infancia y población en situación de vulnerabilidad para la Revista Signos del Instituto Bartolomé de las Casas, Revista de Educación Social de España y Revista Institucional del Centro Latinoamericano de Trabajo Social-Nueva Acción Critica.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

7 + 17 =