Perú
El Centro de Estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Nacional de San Marcos toma la palabra y la acción solidaria frente a la pandemia del COVID 19


unta Directiva 2020 del Centro de Estudiantes de Trabajo Social, UNMSM
La experiencia gremial: solidaridad y pensamiento crítico
El Centro de Estudiantes de Trabajo Social (CETS) es un espacio gremial que nace desde la organización de los estudiantes para defender y garantizar los derechos estudiantiles de la comunidad de trabajo social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, así como incentivar espacios de diálogo y propuesta frente a las diversas problemáticas que atravesamos en la vida universitaria, sin dejar de lado nuestro lazo para con la sociedad.
Como toda organización gremial, está representada por una junta directiva elegida democráticamente, es así que a fines del 2019 es electa la actual junta directiva, un equipo de trabajo conformado por estudiantes de diversas bases. Al asumir la representación no se pensaba que el contexto podría ser tan distinto al que se tenía en mente.
Con la llegada del COVID-19 a nuestro país, y como consecuencia de su impacto a nivel mundial, la disposición de la cuarentena llevó a desnudar diversas problemáticas que afectan a toda la sociedad, siendo golpeados unos más que otros, dada las profundas desigualdades en las que vivimos. En el caso de los estudiantes universitarios, la realidad no fue distinta, pues ante la instauración de la educación virtual, saltaron a relucir las carencias en las que viven/subsisten las familias peruanas, ya que ahora la educación estaba limitada por el acceso a ciertos privilegios, como equipos tecnológicos e internet, y la solvencia económica para sostenerlos.
Frente a esta situación, desde el Centro de Estudiantes de Trabajo Social, apelamos a la organización como respuesta ante esta crisis social, económica y sanitaria para responder a las necesidades y desafíos de los estudiantes. Esta organización se materializó en el trabajo articulado desde y con las bases, ya que nuestra principal red de apoyo son los mismos estudiantes, es por ello que tanto representantes del CETS, delegadas/os y comisiones de trabajo apostamos por la integración de fuerzas hacia un mismo objetivo, brindar apoyo y soporte entre estudiantes.
El tema de la accesibilidad de los estudiantes a recursos tecnológicos para una educación a distancia y el de la conectividad fue uno de los puntos inmediatos que se trabajó, ya que las autoridades de San Marcos no atendieron ni supieron darle respuesta en su debido momento como punto crucial para el acceso a la educación virtual. Desde los estudiantes, por medio de las comisiones, se trabajó en una propuesta que contemplaba poder realizar actividades pro-fondos, a fin de poder apoyar a aquellos estudiantes que presentaban limitaciones para llevar las clases virtuales. Para llevar a cabo dichas actividades fue imprescindible el compromiso y entrega de las compañeras y compañeros de base, quienes pudieron realizarlas de manera exitosa; así como el apoyo del Centro de Estudiantes de Sociología.
Asimismo, como parte de nuestros objetivos gremiales, se ha venido trabajando en el desarrollo de actividades extra-académicas que incentiven la reflexión sobre el Trabajo Social a través del debate y pensamiento crítico. El desarrollo de estas actividades nos permitió tener un mayor contacto con colegas de firme compromiso en la difusión, análisis y reflexión del conocimiento, además de poder aportar a los estudiantes en diversas áreas de interés.
Entendiendo que somos parte de la sociedad y nos debemos a ella, en los primeros meses del confinamiento y de la mano de nuestros compañeros egresados surgió una propuesta de contribuir con las familias peruanas de bajos recursos, quienes tenían que asumir un nuevo rol tras la implantación de la educación remota. Fue así que empezamos a trabajar en un voluntariado bajo la consigna de brindar soporte socio-familiar; tan necesario en estos momentos, pues las dinámicas familiares se vieron afectadas.
Los meses de confinamiento también nos hicieron evaluar nuestras posibilidades y desafíos. En el contexto actual las actividades presenciales estaban descartadas, a pesar de ello, debíamos adecuarnos para seguir desarrollando nuestras actividades contempladas. Como se mencionó, se pudo llevar a cabo eventos de diversas temáticas, sin embargo, dentro de nuestras preocupaciones estaba presente la realización del IV COLOQUIO de estudiantes ¿Podríamos hacerlo? ¿Cómo lo lograríamos?
La respuesta ante estas cuestiones fue positiva, no será sencillo, pero confiamos en el trabajo conjunto con las bases, lo lograremos de la misma manera en la que se ha venido trabajando, con organización y compromiso, pues consideramos que el Coloquio de Estudiantes de Trabajo Social es un espacio importante para el debate y la generación de propuestas que tengan impacto en nuestro futuro quehacer profesional, más crítico, más humano, más comprometido con la sociedad.
Actualmente nos encontramos en la etapa de planificación de nuestro coloquio, por lo cual se ha constituido una comisión que viene trabajando por el desarrollo exitoso de nuestro máximo evento estudiantil en la comunidad de Trabajo Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Somos conscientes que durante este periodo ha sido un reto afrontar las situaciones adversas, sin embargo, debemos seguir trabajando y reafirmando el compromiso con nuestro querido Centro de Estudiantes de Trabajo Social, de la mano de todas y todos los estudiantes. Este contexto nos ha dejado grandes enseñanzas y también grandes cuestionamientos sobre la realidad en las que nos desenvolvemos como colectivo, a pesar de ello, unimos fuerzas para seguir abriendo caminos, superando desafíos y siendo el soporte en situaciones desfavorables.
La solidaridad no necesitó conocer un rostro, la solidaridad se hizo presente como pilar transversal en nuestras vidas.


Testimonios
“Sé que la vida nos tiene preparado distintos momentos por superar y aprender.”


Josselyn Anabel Bravo Chala
Estudiante del IX ciclo de Trabajo Social, UNMSM
Me solidarizo con quienes al igual que yo tuvieron que enfrentar una situación inestable y crítica. La emergencia sanitaria y el Estado de Emergencia trajo muchos cambios y desestructuración de los planes que teníamos planificados; sin embargo, hasta ahora, puedo decir que trabajar con la expectativa positiva me ha ayudado mucho.
Para empezar que, mi madre y mi hermano menor, días antes de la declaración del estado de emergencia habían viajado al norte y, pues, se han mantenido por allá hasta la actualidad, apoyando y trabajando en un negocio familiar, con actividades diferentes a los que solían realizar en casa, pero que, gracias a ello, están cubriendo sus necesidades. Me han hecho mucha falta; con ellos contaba para cualquier cosa mínima en mi día a día.
En relación a esto, recientemente, hemos creado un pequeño negocio desde casa para poder generar ingresos de otra manera; pues la recepción de clientes del negocio en casa y, por ende, de dinero ha sido mínima; es comprensible como consecuencias de la propia coyuntura.
Una de mis responsabilidades al quedarme en casa, fue sacar a flote el negocio que se tiene; ha sido difícil y complejo. Conté con el apoyo de mi pareja quien también se dedica al mismo rubro y pudimos apoyarnos mutuamente. Emocionalmente, tuve problemas de ansiedad, me había desequilibrado; la frustración fue mi mayor problema para el auge de mi crisis emocional. Los días ‘grises’ me pasaron la factura. Mencionar que, en casa también convivo con mi padre, él vive en el segundo piso de la casa; sin embargo, no teníamos consolidada una buena relación como familia. No puedo negarlo, no fue fácil; nunca nos habíamos llegado a conocer en todos mis veintitrés años. Él también desató problemas emocionales, por su trabajo, por haber cambiado su rutina y entre otras causas, su situación fue bastante expresa y crítica. Sin haberlo pensado, tuve que priorizar y encargarme de la situación de mi padre.
Anteriormente, yo había estado laborando como voluntaria en un Centro de Salud Mental Comunitario, donde aprendí mucho de mi carrera y fue en el momento correcto, un gran apoyo hacia mi persona y para con mi padre. Él viene recibiendo su tratamiento ahí y, por efecto, ha amortiguado sus malestares y mejorado sus estados de ánimo y su desempeño personal.
A pesar de todo, aún bajo la presión o circunstancias en casa y en la vida académica, que también fue un cambio de radical sobre la enseñanza y aprendizaje; puedo decir que he podido ir superando las pequeñas barreras que se me han presentado. Pienso y reflexiono mucho en mi carrera y como este viene impactando en mí vivir. Sé que la vida nos tiene preparado distintos momentos por superar y aprender.
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“Viví en carne propia las carencias de nuestro sistema de salud”


María Isabel Macalopu Bustamante
Estudiante del IX ciclo de Trabajo Social, UNMSM
Me llamo María Isabel, estudiante del noveno ciclo de la carrera de Trabajo Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En esta oportunidad quiero agradecer el espacio que nos brindan para poder compartir nuestras experiencias. Todas las experiencias vividas me dejan grandes aprendizajes, algunas de las cuales tengo el agrado de expresar en estas líneas.
Quiero empezar con una pregunta: ¿Es necesario que pasen ciertas situaciones para empezar a actuar? Debido a la pandemia, he vivenciado ciertas situaciones que no pensé que podría pasarle a mi familia, como la pérdida de un padre producto del Covid-19.
Este acontecimiento, me permitió acercarme a una realidad que viven las personas que tienen alguna enfermedad y acuden a un hospital, he podido observar las carencias que hay en nuestro sistema de salud, como la infraestructura, los medicamentos, pocos profesionales de salud, corrupción interna, el sentimiento humano del propio trabajador de un hospital. Cada noticia sobre lo que ocurría en los hospitales, lo asimilaba, pues era algo que estaba viviendo en carne propia. El sentir de los propios familiares afuera del hospital esperando alguna respuesta de sus parientes hospitalizados, las llamadas de cada médico con noticias desesperanzadoras, era angustiante. Recuerdo que en el hospital un señor mencionó que el Estado avisa mediante las noticias lo que pasará en el país, dijeron que esta enfermedad afectaría más a los adultos mayores, personas obesas, con alguna comorbilidad, pero muchas personas no prestamos atención hasta que nos pasa. A partir de ese comentario, empecé a tomar mayor importancia los mensajes presidenciales.
Desde que mi familiar ingresó al hospital hasta su fallecimiento, iba todos los días a esperar alguna noticia, adicional a la que podía recibir por llamadas de teléfono de los doctores. En el proceso pensaba dejar la universidad porque sólo quería dedicarme a mi padre, imaginaba todo lo que se venía para su recuperación y empecé a pedir permiso a los profesores y a preguntarles cómo podía recuperar mis ausencias. Todos me dieron soluciones y brindaron su apoyo, así como mis compañeras y compañeros de la universidad respecto a los trabajos. Quiero mencionar también que, a pesar del dolor, injusticias, desilusiones que pude experimentar, viví en carne propia el valor de la solidaridad y amistad. Todo ello recibido por parte de los docentes y amigos de la universidad; de los colegas del trabajo de papá y de sus propias amistades; de amistades de la familia; de amistades del colegio y del trabajo; de los agentes de seguridad del propio hospital, de los familiares de los propios pacientes hospitalizados, de profesionales de la salud, y de personas que sólo conocería por teléfono.
Aunque no conozco físicamente a todos los mencionados, son ejemplo vivo de que la solidaridad, el amor, la amistad, sí existen, y que son múltiples las formas en que expresaron su apoyo; por medio de palabras de aliento, una oración, una misa, un abrazo, un apoyo económico, una sonrisa, una idea, una sugerencia, una acción, etc. Por más mínima que parezca, no lo fue, y ayudaron a mi familia y a mí a no perder de vista los sentimientos y valores humanos más bellos que puedan existir. Gracias al angelito que tengo en el cielo, al apoyo de mi familia y amistades, sigo aprendiendo de la vida, y quiero devolver lo mismo que he recibido, con un corazón alegre y sincero. Debemos seguir, la vida continúa a pesar de las situaciones difíciles que nos toca vivir, y así como algunas personas han sido luz para nosotros, estoy segura que también tu existencia es luz para otras.
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“Aislada de mi familia por miedo, es que me lancé a hacer innovaciones sociales”


Miriam Xiomara Pacsi Urbina
Estudiante del VII ciclo, UNMSM
La vida me ha enseñado que muchas veces podemos tener todo y en un segundo podemos tener nada, ¿irónico? Claro que no. Antes mi vida se realizaba en las calles de Lima, específicamente Lima Centro y la universidad.
Esta pandemia hizo que mi rutina diaria dé un giro tremendo, recordando que había comenzado prácticas pre profesionales en diciembre, enero. Específicamente en febrero me encontré fuera de Perú, lo que hizo que extrañara a mis padres porque era todo un mes sin ellos y ya desde octubre del 2019 lo iba pensando cómo sería mi mes sin ellos. Recuerdo que, en una reunión de amigos, con quienes estuvimos fuera en este proyecto en febrero, decíamos que el Coronavirus no iba a llegar hasta Perú, que no habría forma.
El lugar al que fuimos para ejercer las prácticas pre profesionales toma por nombre Nueva Esperanza, una comunidad nativa Yagua que está ubicada entre la frontera de Perú-Brasil, donde no hay electricidad ni agua y no teníamos comunicación con nuestros padres fácilmente, punto por el cual no sabíamos todo lo que estaba pasando en nuestro país, hasta el 26 de febrero que salimos de la comunidad para viajar a Islandia. Un lugar donde ya se hablaba de casos elevados de esta enfermedad, muy pronto viajamos a Iquitos, ciudad que nos albergó tres días por un retraso de nuestro vuelo donde el miedo era por la enfermedad del Dengue y la Malaria. Recuerdo que estábamos discutiendo de estos temas también para protegernos, procurar no salir y exponernos a esta enfermedad, que en muchos casos los síntomas que ellas presentan son muy parecidos al Coronavirus.
Partí del contexto porque cuando llegamos a Lima ya muchos habíamos estado procesando las enfermedades antes mencionadas; pero específicamente no Coronavirus. Nuestros síntomas tomaron presencia por los días 11, 12 y 13 de marzo, días previos a la de declaración del Estado de Emergencia a en nuestro país. Sin embargo, nos negaron tratamiento; nos separaban de las salas de espera y nos miraban con rechazo, a pesar de que no teníamos tal enfermedad. Hasta cierto punto todas las medidas y las reacciones de las personas eran comprensibles, aun así, creo que no consideraron cómo se sentían las personas que estaban recibiendo estos tratos y el impacto que generaban. Además, mi cita médica la postergaron hasta mayo, lapso en el cual estuve sin tratamiento y los síntomas se intensificaban.
Cada vez que recuerdo esta etapa, me sitúo en mi cama o mueble cubierta con varias frazadas y recibiendo clases virtuales. Las pastillas que me recetaron en la teleconsulta me hacían sentir menos adolorida por horas, pero presentaba sudoración y por momentos tenía fiebre alta. Finalmente, en junio fui atendida presencialmente y al fin me dieron tratamiento pues los síntomas que tenía podrían dañar mi organismo. El mismo mes, mi papá, quien sufre una enfermedad crónica tuvo una complicación por lo que debía ser internado. Para el traslado tuvimos que esperar largo rato pues no había movilidad que quisiera llevarlo por el mismo hecho que pensaban que era un paciente COVID-19; además, estábamos en toque de queda, mi papá se desvanecía en la avenida y nadie se detenía a llevarlo al hospital. Hasta que se acercó un colectivo, y entre lágrimas le suplicamos al chofer que movilizara a mis padres.
Al llegar a la institución esta estaba en pésimas condiciones. Mi padre presentaba niveles bajos de sangre, por lo que su temor a contagiarse era mayor; sumado a esto sabíamos del fallecimiento de maestros y amigos en este hospital. Por suerte su mejora fuera rápida y él pudo salir tranquilo, debido a esto nosotras nos hemos vuelto casi enfermeras y acompañadoras en todo el proceso emocional que él pasa, siendo un apoyo indispensable. Todo esto generó que en mi familia surgieran muchos problemas, pero logramos afrontarlos, conversando y procurando trabajar juntos para el bienestar de todos.
De esta experiencia puedo resaltar que el COVID-19 más allá de combatirlo con el lavado de manos y la seguridad máxima usando los respectivos instrumentos, está el ánimo que tengamos para poder solucionar situaciones que se nos presenten en cualquier aspecto de nuestra vida. Si bien es cierto muchas personas, al igual que yo, tenían una rutina diferente y ahora esto ha cambiado a hacer teletrabajo, recibir clases online, celebrar cumpleaños acompañados virtualmente de amigos y familiares, no poder viajar a hacer investigaciones o por ocio; ¿ha sido frustrante?, bastante. Pero he sabido alegrar mis días mientras estaba enferma, y en los días grises la mejor compañía y medio de relajación ha sido la música.
Recuerdo mucho que uno de mis sueños, desde que empecé la carrera, era tener un espacio donde pudiese conversar de mis experiencias de la vida y de la universidad, que muchas veces nos la muestran como una etapa muy difícil o como si todo en ella fuera negativo. Me sitúo en un trece de mayo, día que inicié una página web (Cuerdas flojas de la pandemia) justo cuando atravesaba por días con altibajos; por ejemplo, recuerdo que cuando comenzaba a leer y a hacer resúmenes mis escalofríos venían, lo que hacía que la noche fuese más larga y tediosa. Durante estos días también tuve dolores en mis manos, piernas y espalda; lo que me imposibilitaba poder sentarme a redactar y hacer las publicaciones a tiempo, pero encontré una solución, hacer dos a tres posts los días que me sentía mejor. Una de las cosas que más recuerdo del “encierro en mi cuarto”, pues estaba aislada de mi familia por miedo, es que me lancé a hacer innovaciones sociales con personas de la misma casa de estudios, con quiénes hemos trabajado en conjunto una plataforma virtual y proyectos sociales también en espacios virtuales; por lo que puedo decir, muchas veces hay puertas que se te cierran, pero se abren otras que te permiten conocerte mejor y desarrollar potencialidades.
Algo que agradezco de esta pandemia es que a pesar del miedo que en un principio tenía y los escenarios en los que me he visto envuelta me ha hecho ver el lado bueno de las cosas, me ha mostrado verdaderos amigos y el amor incondicional de mi familia. Ahora valoro cada pequeño detalle que cada uno tuvo conmigo, eso hizo que sienta que en la vida no estás sola, aunque muchas veces escuches esa frase típica: “naces solo, mueres solo”, recuerda que es solo una frase; naces con muchas personas alrededor e incluso afuera de la sala hubo también quienes se alegraron por tu llegada. De igual forma en el fallecimiento, tal vez no las puedas ver en ese instante, pero muchas personas sienten tu partida, te lloran o te sonríen porque se quedan con los momentos más alegres que compartieron contigo.
La pandemia es solo un tiempo, después de esto todos regresaremos a esa “normalidad” de siempre, pero estoy segura de que habremos aprendido a valorar hasta las pequeñas cosas del día a día. Sigamos creciendo poco a poco, haciendo lo que más amamos y nos hace feliz es lo que pondrá color a nuestros días grises; yo elegiré bailar y cantar.
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“Cada uno ha sido pilar del otro para levantarnos juntos, resistir y seguir”


Diana Saenz Chumbe
Estudiante del V ciclo de Trabajo Social, UNMSM
Hola, soy Diana Saenz Chumbe, estudiante de tercer año de Trabajo Social de la UNMSM, y en estas líneas relataré un poco de mi vivencia en esta emergencia sanitaria y de cómo esta repercutió en mi cotidianidad, la de mi familia y en mi entorno.
Como bien se sabe, el coronavirus COVID-19 ha desmantelado las precariedades y agravado varios ámbitos de la vida como la salud, la educación, la economía, etc. Mi familia, al igual que muchas, también fue profundamente afectada pues la empresa donde trabajaba mi madre quebró, por la cuarentena misma mi padre dejó de laborar y yo perdí mi empleo; si bien nuestros salarios no eran exuberantes, nos permitían subsistir. El cambio de todo ello fue tan inesperado y radical, que la incertidumbre me hacía siempre preguntarme cómo sería el mañana.
Del mismo modo, la educación cambió, la modalidad virtual ahora es una opción llevada a cabo. Mis dos hermanas, mi hermano y yo nos adaptábamos a este nuevo contexto de educación a distancia, nos turnábamos la computadora, el celular, a veces la conexión nos jugaba una mala pasada; pero el reto mayor fue tener que lograr una armonía y equilibrio entre enseñarles sus deberes escolares y cumplir con mis propios deberes universitarios, es paradójico como desempeñas el rol de docente y estudiante a la vez.
Así como miles de personas contrajeron el COVID-19, al poco tiempo mis abuelos matemos y tíos también; por ello mis primos se tuvieron que mudar a mi casa, puesto que en esa situación sus padres no estaban en buenas condiciones. Recuerdo la desesperación de mi madre al no poder hacer nada, los hospitales atestados de pacientes y mis familiares sin atención alguna, con fiebre, dolores de cuerpo, sin poder respirar. El día a día fue un desafío, todos juntos en una misma vivienda, ajustando los gastos, enseñando los temas y deberes escolares de mis hermanos y primos, la preocupación por el estado de salud familiar, las discusiones, las tristezas y las frías noches de dormir en el suelo.
Los días siguieron pasando, conseguí ingresar al programa Amachay, una red de soporte al adulto mayor y personas con discapacidad, siendo esté un ingreso monetario y adquisición de experiencia profesional. Pero, pronto mis padres contrajeron el virus y las medidas en casa tenían que cambiar, ellos tuvieron que aislarse en su habitación, mientras yo procuraba mantener todo en orden y que nadie se acercará a ellos. Fue difícil, entre la universidad, el trabajo, la casa y mi familia, ya no dormía y sentía que mis fuerzas se agotaban con el transcurrir del tiempo.
Una mañana, la vibración de una llamada en mi celular me despertó, la noticia que traía solo empeoró todo, mi abuela había fallecido. En toda mi vida me he considerado una persona positiva, perseverante y alegre, a pesar de las distintas dificultades que se puedan presentar, pero la pandemia también repercutió en mí psicológicamente: mi ansiedad empeoró, el estrés ganaba más territorio y el sentimiento de perder a un ser querido dolía tanto, sobre todo la nostalgia de no poder dar un último adiós y la impotencia de no poder hacer nada frente a la situación.
Con el paso de los días nos fuimos adaptando de a pocos, el principio fue difícil pero la clave está en no desistir, manejarlo de manera conjunta con la familia, planificar y organizar. En la actualidad, mis primos viven con sus familias, mis padres lograron vencer al coronavirus y conseguir un empleo; sin embargo, mi madre, mi hermana y yo terminamos mal de salud. Pero nunca falta el apoyo familiar, las ocurrencias de mi padre, la preocupación constante de mi madre, la responsabilidad de mis hermanas y las risas que brinda mi hermano, cada uno ha sido pilar del otro para levantarnos juntos, resistir y seguir. He aprendido a amar, a valorar, a saber escuchar, a tener paciencia y a ser resiliente.
El día a día es una lucha constante y una oportunidad nueva; solo queda seguir adelante, conservar la esperanza y saber que no estás solo, ni sola. San Marcos me enseño que sin luchas no hay victorias, y seguiré de pie, dando lo mejor de mí, con humildad, empatía, compromiso y determinación.
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“Fue el calor familiar, el aroma a tierra húmeda y las palabras de ánimo de mamá”


Ana Magdalena Alberto Ocaña
Estudiante del V ciclo de Trabajo social, UNMSM
Mi nombre es Magdalena, soy estudiante del V ciclo de la carrera de Trabajo Social de la UNMSM. Quiero aprovechar estas líneas para contarles un poco de cómo lo pasé y lo estoy pasando durante el contexto actual; como muchos migré a la capital en busca de mayores oportunidades, puesto que en mi pueblo natal no contamos con muchos recursos ni instituciones en las que se nos brindé una educación de calidad. Me instalé en Lima en el año 2018, desde entonces me he dedicado a estudiar y trabajar.
Este año 2020 trajo muchas variaciones en mi cotidianidad, como a la de todos, cuando se declara al país en estado de emergencia me encontraba trabajando, motivo por el cual no pude viajar inmediatamente a mi pueblo. Los días pasaban, mis ingresos económicos disminuían y no había forma de mantenerme en la capital; es entonces donde recurro a solicitar un traslado humanitario a la Municipalidad de mi provincia. Pero, todo parecía ir mal, pues no obtenía repuestas de esta entidad, no podía seguir trabajando y las clases virtuales de la universidad habían empezado. No me quedó otra cosa que hospedarme en la casa de un familiar.
Una tarde recibo una llamada telefónica, mediante la cual me informan que había sido considerada en el transporte humanitario y que saldríamos el 17 de julio. EI partir de Lima me llenaba de mucha emoción, ya que pronto vería a mi familia; pero también sentía gran preocupación porque se me haría complicado acceder a las clases virtuales. No negaré que tuve problemas con la conexión de red y que en ocasiones los obstáculos que encontraba para poder estudiar parecían ganarle a esa ilusión de seguir estudiando. Sin embargo, fue el calor familiar, el aroma a tierra húmeda y las palabras de ánimo de mamá las que hicieron que siga dando lo mejor de mí, a pesar del frío clima, de la baja señal, de los cortes de energía eléctrica y más.
Haber vivido esta difícil situación me ha permitido aprender a trabajar de una nueva manera, aprender amar y valorar a mis seres queridos de una forma distinta y seguir siendo perseverante como buena sanmarquina. “Somos futuras trabajadoras sociales, veamos oportunidades en los desafíos”
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“Todos hemos sido afectados por esta pandemia de diversas formas”


Katterine Juolieth Cachique Huaman
Estudiante del V ciclo de Trabajo social, UNMSM
Todo marchaba bien hasta que aquel virus, que parecía tan lejano llegó a suelo peruano. En ese entonces yo estaba trabajando en un Call Center, pues necesitaba juntar dinero para solventar los gatos que iba a tener durante el año, ya que entraba a V ciclo de la carrera, iniciaba con las practicas pre profesionales y el horario de la universidad no me iba a permitir estudiar y trabajar a la vez como sí pude hacerlo en los ciclos anteriores.
Debido al contexto, en mi casa surgieron muchos cambios. Mis padres tuvieron que cerrar el pequeño puesto de comida que tenían en el Centro de Lima y yo me convertí en el único sustento económico del hogar, ya que pude mantener mi trabajo gracias al Decreto Supremo 10-2020-TR que establecía el trabajo remoto en los sectores privados.
Poco tiempo después las clases virtuales comenzaron en la universidad, el tiempo no me alcanzaba. Debía trabajar 8 horas, desarrollar lecturas, así como trabajos individuales y grupales; eran demasiadas responsabilidades, tan solo quería que las horas del día aumentaran. Esto no solo generó un impacto en mí haciendo que mi estrés y mi ansiedad aumenten, sino que también mi hermana de 8 años se vio afectada; ella ya no quería seguir con sus clases, estaba cansada y además, no entendía, ansiaba volver a ver a sus amigos del colegio.
La conexión inestable a internet me llevó en muchas ocasiones a la casa de mis familiares cercanos, tenía que dormir fuera de casa y hablar con mi madre por medio de videollamadas, lo cual no era agradable, pero era necesario para evitar descuentos en el trabajo. Las preocupaciones en casa eran pan de cada día porque el pequeño ingreso que podía otorgar no era suficiente, por eso mis padres tuvieron que buscar alternativas de trabajo que permitieran aumentar aquel pequeño ingreso, sin embargo, eso solo generó mayor preocupación, ya que mi mamá contrajo el virus y semanas después mi padre también.
Todos hemos sido afectados por esta pandemia de diversas formas, hay personas que perdieron el trabajo y otras que trabajaban con temor pues no quieren contraer el virus pero deben sostener los gastos del hogar; personas que perdieron un familiar, estudiantes que tuvieron que dejar sus estudios ya que no contaban con los medios digitales suficientes, mientras que otros continuaron con sus estudios pero que no aprendieron adecuadamente y solo se sintieron insuficientes; personas que se sintieron protegidas en casa, mientras que otras no sabían si la violencia les iba a permitir vivir un día más.
Por eso, desde mi formación como trabajadora social, considero que esta crisis generada por el Covid-19 no solo debe ser analizada desde la medicina, la biología o la psicología. Sino también desde lo social, teniendo en cuenta que el Covid-19 no son solo se reduce a cifras de contagiados, recuperados y muertos, por el contrario, es algo mucho más complejo si lo analizamos desde la cotidianidad de la problemática.
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“Se respiraba miedo, cada rincón era una puerta de bienvenida al contagio”


Geraldine Liliana Solís Ruiz
Estudiante del VII ciclo de Trabajo Social, UNMSM
Desde ya hace unos años que mis escrituras se dan en frente de una pantalla, como le suele ocurrir al resto del mundo. Supe que este año sería diferente, que este año marcaría un antes y un después, pero nunca imaginé con la magnitud que vendría.
Al igual que muchos, el año 2019 significó para mí el fin de ciclos de diferentes aspectos en mi vida, fue el año que me dio las mayores razones para el despegue a nuevos cielos, que a decir verdad este año empecé a avizorar.
Cuando se supo por las noticias de un virus que provenía de China, empezaron los comentarios, el asombro y las mofas, viéndolo como algo lejano, sin siquiera sospechar en lo más mínimo que estaría más cerca de nosotros de lo que pudiéramos imaginar y peor aún, los estragos que dejarían en cada uno de nosotros.
Soy estudiante de Trabajo Social y a su vez Técnica en Farmacia, desde mi formación en Farmacia, siempre anhelé poder ejercer dentro de un hospital o clínica y en especial en el área de Emergencia. Al parecer el destino decidió que este año sería mi momento tan ansiado. Actualmente me encuentro laborando en una clínica conocida y les compartiré en breves líneas lo que fueron estos meses de pandemia.
Desde el inicio de la llegada del virus a nuestro país pude vivenciar diferentes facetas desde mi centro de trabajo, donde evidentemente por estas situaciones adversas no podía llevar a cabo solamente la función como Técnica en Farmacia, era sumamente necesario poder fusionar ambas profesiones. Ver cada día más decesos, familias desbordadas en llanto y desesperación, compañeras y compañeros enfermando a causa del virus, madres gestantes ahogadas en pánico sin saber si su bebé llegará a este mundo libre del virus, ancianos recibiendo la noticia del deceso de sus hijos; tanto dolor y una sin poder acercárseles por la vulnerabilidad. Fueron meses donde se respiraba miedo, cada rincón era una puerta de bienvenida al contagio, muchos renunciaban por el mismo temor, otros permanecían en sus puestos de trabajo porque el hambre había entrado a sus hogares. No se podía comer tranquilamente, incluso ir a los servicios higiénicos era de temer. Fueron días muy difíciles, a tal punto de vernos hoy y saber que de un día para otro cabía la posibilidad de ya no poder compartir un próximo turno o guardia. Todo era tan impredecible, todo podía pasar.
Definitivamente los meses de confinamiento ha permitido a muchas familias poder consolidar lazos afectivos, sin embargo, existe un porcentaje alarmante de víctimas de violencia en el hogar, donde los más afectados son niñas, niños, mujeres, madres, ancianas, ancianos e incluso animales. Afuera el virus y detrás de la puerta la violencia oculta de la vista de los demás. Esta pandemia nos ha marcado a todos, algunos empiezan a valorar la vida, como bien mencioné anteriormente, hoy puedes estar, mañana quizá no y eso le puede suceder a tu papá, mamá, abuela, abuelo, hija, hijo e incluso a ti mismo. Además, ha dejado en situación devastadora a muchos, tanto en lo económico, en salud, en lo familiar, en lo educativo, etc.
Nuestra salud mental después de esta pandemia no será la misma. Tantos días de confinamiento, tantas malas noticias por los medios de información, tantas pérdidas a nuestro alrededor, tanta escasez, tanto temor por todos lados, no le puedes ser indiferente a una persona. Que estas líneas sean un espacio que me permita llegar a ustedes, invitándolos a reconfigurar los conceptos más valiosos en la vida de una persona. Valoremos lo que es esencialmente importante y necesario para nosotros, aquello que nos vuelva más humanos, y nos aleje de la superficialidad y cosas banales. Aprendamos e interioricemos el sentido del perdón, no esperemos que sea muy tarde para reivindicarnos, cada día es una nueva oportunidad. A veces la vida pone los mejores regalos en los lugares más oscuros, depende de cada uno poder encontrarlos.
Cada vez más cerca de abrazarnos…
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“Es clara la existencia de desigualdades sociales, donde hay grupos numerosos de compañeros que no tienen acceso a aquella conectividad o equipamiento tecnológico”


Luz Tatiana Arias Velasquez
Estudiante de VII ciclo de Trabajo Social, UNMSM.
Con respecto a la actual situación de los estudiantes, considero que es una situación compleja. Sobre todo, cuando se tienen varias responsabilidades en casa, como es la de ser el soporte económico.
En el caso de estudiantes que han sido contagiados o sus familiares cercanos, he podido apreciar que, de acuerdo a la complejidad del caso, al afectar emocionalmente al estudiante, se crea un desequilibrio emocional el cual recae también en el aspecto académico, pues ahora la prioridad es la mejora del estado de salud.
La formación a distancia, en lo personal ha sido en un principio un poco compleja, pues no conocía muchos de los medios de esta nueva modalidad de aprendizaje, sin embargo, la adaptación a ella fue rápida. Si bien el tema de la virtualidad tiene beneficios que pueden ser sobresalientes ante una enseñanza tradicional, el contexto en el que se desarrolla puede provocar que no sean tan beneficiosos como se han proyectado. Durante el desarrollo de las clases son evidentes estas dificultades donde algunos estudiantes mencionan que no pudieron conectarse de manera puntual por tener una mala conexión, o durante la explicación del docente o la participación de un estudiante se entrecorta los audios y como consecuencia no queda claro el mensaje que se quiso transmitir. Sin embargo, más allá de estas dificultades identificadas durante la clase, es clara la existencia de desigualdades sociales, donde hay grupos numerosos de compañeros que no tienen acceso a aquella conectividad o equipamiento tecnológico necesario para acceder a las clases virtuales. Nuestro sistema educativo, que desde años atrás refleja carencias, no responde de manera satisfactoria a las necesidades que actualmente demandan los y las estudiantes. Esto se evidenció con las entregas de los chips de celular, donde desde mi experiencia de ser una de las beneficiadas, de acuerdo al lugar donde vivo el funcionamiento de este no es bueno, no cumpliendo así con la finalidad que había sido propuesta.
En fin, el tema de la pandemia ha afectado y nos continúa afectando en varios aspectos, en lo educativo, lo social, la salud y también lo económico. Es así que, frente a las dificultades en estos aspectos, que se han hecho más visibles con la llegada de la pandemia y desde la mirada que tenemos como futuros trabajadores sociales hacemos un llamado a las autoridades públicas desde lo nacional, regional y local, a mejorar e implementar propuestas en bienestar de la ciudadanía.
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“Todo tiene un por qué”


Rosa Salina Beteta
Estudiante de III ciclo de Trabajo Social, UNMSM
Todos y todas estamos en lucha, por una sociedad más humana, fuerte en ideales y amable en sus convicciones.
Escribo con una fuerza determinante pero tierna, compartiré estas breves líneas…El mundo necesita cordialidad, pero también resistencia, hay tanta desesperanza, tanta pérdida; el dolor y llanto se apodera de nuestras vidas, colectivos o individuos son excluidos. Es una alegría haber nacido en un país tan rico y lleno de bagajes culturales; lo triste es haber nacido en una sociedad en crisis, de individualismo exacerbado, de egoísmo y de un consumismo.
¿Qué es la felicidad?, una pregunta que ha cambiado rotundamente con la llegada del covid-19. El distanciamiento ha revelado que la felicidad no se encuentra en lo material, sino en un cálido abrazo o un beso lleno de armonía, conversar con la familia o amigos entre risas y seguir fortaleciendo los lazos, muchas veces ignoramos que la felicidad está en lo sencillo y ello alegra el corazón.
Ahora bien, les comentaré la odisea que pasé con mi familia en este tiempo, aunque agradecida por todas las enseñanzas que obtuvimos. Hace menos de un mes, mis padres y hermanas se contagiaron de esta enfermedad, fueron noches de tristeza, desesperación y dolor. Ver a mi madre que no podía respirar, o que el cuerpo de mi padre hablará y expresará su dolor y que mis hermanas no quieran comer, generó un fuerte impacto en mí, la alegría que me caracterizaba se había desvanecido.
Sin embargo, poco a poco entendí que no debía decaer, tenía una gran responsabilidad y era velar por mi familia pase lo que pase. Aunque muchas veces pensé que no podría, pues tenía que estudiar y trabajar a la vez. Los días pasaron y todos entraron en la etapa crítica de la enfermedad, mis tíos y tías cercanas nos apoyaron económicamente; entonces supe que realmente no estaba sola, pude sentir el cariño de mi familia.
Uno de los momentos más difíciles de toda esta etapa fue cuando mi mamá tuvo una crisis respiratoria, mi corazón se llenó de angustia y lo único que hice en ese momento fue orar sin cesar, horas más tarde mi mamá se estabilizó y yo me mantuve a su lado cuidando su sueño. Amaneció y tenía un nuevo semblante, podía respirar y mi padre también se había levantado de la cama, además mis hermanas ya no tenían fiebre. Nuevamente un padre tierno y grande en misericordia me devolvió la alegría de vivir.
Después de que todos se recuperaron debíamos ir al hospital a sacarnos nuevamente la prueba, ese día hubo muchas sorpresas, mis padres y hermanas salieron negativos y con una mínima carga viral. Cuando me hicieron la prueba, vi las caras sorprendidas de los médicos, mis pulmones estaban perfectamente bien, no tenía el virus en lo más mínimo y tampoco era asintomática. ¿Cómo era posible que no haya sido contagiada, si estuve cerca a mi familia todo el tiempo?, son cuestiones que ni la ciencia puede explicar, el genuino cuidado de mi padre celestial me mantuvo a salvo, él tiene un objetivo que va más allá de lo transcendental.
En relación a mis estudios, la educación remota tampoco fue fácil, pero tuve el honor de conocer a profesores extraordinarios con un alto compromiso social. Hoy, encerrada en estas cuatro paredes, sigo cuestionándome y abriendo mi imaginación a conocimientos nuevos pero sensibles. Todo tiene un por qué, las situaciones que pasamos nunca son en vano. Entre lágrimas escribo que hace poco una querida amiga optó por quitarse la vida, nadie la entendió en su momento, ella fue víctima de esta sociedad individualista, sin escrúpulos y fría. ‘’Parece ser una maldición ser bueno y sin malicia’’ dijo su madre en un profundo llanto en el velorio virtual al que pude asistir.
Comprendo que el ser humano está compuesto de muchas dimensiones, entre ellas tiene una dimensión de lo profundo –lo espiritual-, precisamente donde quiero llegar. Es así que recuerdo a Max Weber, pero más neutral, cuando habla de la política como visión, ya que está en su profundidad vive de una mística (no exactamente religiosa), que es un conjunto de ideas poderosas que mueve la acción y mantiene a la persona con esperanza y resistencia de los ataques frívolos de la cultura del capital. He ahí la importancia de la espiritualidad pues se reafirma en sus ideales. Por tanto, cultivar la vida del espíritu, que está hecho de convivencia, de confraternidad, de misericordia y de amor fraternal es un trabajo diario y constante.
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“Si no fuera por ella no habría podido continuar con las clases virtuales.”


Sol Silva Linares
Estudiante de V ciclo de Trabajo Social, UNMSM
El confinamiento, que en un inicio miraba con incredulidad, incluso hasta lo tomé de forma positiva desde mi privilegio, pues me permitiría tener más tiempo para leer libros, ver series y películas, hacer ejercicios o dibujar; sin embargo, al ver que se extendía y parecía no tener fin, fue aumentando mi estrés y ansiedad, lo que me generó problemas gastrointestinales.
Con el paso de los días, mi madre dejó de trabajar, mis vecinos y familiares fueron afectados directamente por el Covid 19, mi padre estuvo trabajando, pero tuvo que dejarlo debido a sus problemas de salud en la columna. Luego, mi madre comenzó a presentar síntomas del virus, llamamos innumerables veces, más nunca se acercaron a realizarle una prueba; tuve que llevarla de emergencia a la posta médica, donde le recetaron paracetamol y otras pastillas. Cabe resaltar que solo vivo con mi madre y mi hermano mayor, mi padre vive en casa de mis abuelos a tres cuadras de la mía.
Mi madre estuvo cerca de un mes en cama, las pastillas no le hacían efecto, solo se sentía mejor cuando tomaba su “sopa milagrosa”, la cual aprendí a preparar, ya que fui yo quien asumí la mayor parte de tareas en mi hogar: hacía las compras, cocinaba, limpiaba, debido a que mi hermano también presentaba síntomas, aunque leves. Cuando mi madre se recuperó comenzamos a trabajar vendiendo frutas, una semana después iniciaron las clases en la universidad, ahora tenía que trabajar desde las 7 a. m. hasta las 2 p. m. y asistir a clases desde las 4 p. m. hasta las 9 p. m.
La primera semana de clases casi no asistí, ya que en mi casa no contaba con internet y debía ir a casa de mi padre para poder conectarme; en la tercera semana de clases tuve que dejar de trabajar, pues estaba acumulando muchas tareas. Por todo ello mi ‘gastritis’ empeoró, ya no podía comer, mi padre tuvo que llevarme a un médico, quien me recetó pastillas pero no mejoraba, estuve con vómitos cerca de una semana, perdí cerca de 7 kilos en tres meses, entré en un cuadro de ansiedad y depresión; pese a lo que estaba viviendo, no dejé de asistir a mis clases y cumplir con mis tareas; a pesar de que muchas veces pensé en dejar de estudiar.
Decidí buscar ayuda y acudí al centro de salud mental de mi comunidad, donde actualmente llevo tratamiento con tres profesionales; además decidí involucrarme en algunas actividades académicas fuera de las “aulas” y llevar otros cursos para mantenerme, activa y sentirme útil.
La pandemia ha calado duro en la vida de todos, sobre todo en la de los que menos tienen. El pueblo pasa hambre, conseguir una cama UCI es casi imposible, y ni salgas a trabajar como ambulante así no tengas que comer, porque será tu culpa el aumento de casos, la regla como siempre es: si eres pobre, muere, sufre, y ni te atrevas a reclamar porque “debiste esforzarte más”.
Las dificultades me han enseñado muchísimo, puedo decir que he crecido, soy más responsable y, valoro mucho más las cosas, que antes no lo hacía. Mi madre es un gran ejemplo de superación para mí, superó la enfermedad y actualmente se encuentra trabajando vendiendo verduras, si no fuera por ella no habría podido continuar con las clases virtuales.