IAP y sistematización: vigencia y pertinencia en trabajo social

En Latinoamérica se ha reivindicado la integración orgánica entre acción-reflexión, desde una línea crítica de Trabajo Social y Educación Popular, en que convergen Investigación Acción Participativa, e Investigación Acción, Sistematización de Experiencias, investigación intervención social con sus actores, que de paso, transitan a autores, pues se asumen y proyectan como sujetos políticos de conocimiento y cambio social. Por el momento histórico en que se proponen la IAP y la Sistematización de Experiencias, implican rupturas y cuestionamientos: producir conocimiento pertinente desde el compromiso de intelectuales y profesionales con la transformación; desmitificar la neutralidad postulada en la perspectiva positivista (Cifuentes, 20011 A, 2016).

Freire (1994, 1997) y Fals Borda (1989, 2001, 2003, 2009) plantearon conocimientos que emergen del análisis de procesos históricos y cobran sentido si construimos autonomía, “ciencia propia”, ligada a nuestra realidad. Trabajar disciplinada y organizadamente, construir desde la acción (Giddens, 1992) poder y democracia, ciudadanías, a partir de la reflexión, la crítica y recuperación de experiencias, como insumo para nuevos conocimientos críticos, relevantes y significativos, que aporten a la transformación social.

En este horizonte son desafíos conocer glocalmente para transformar situacional y pertinentemente. Vincular práctica, teoría, saberes, contextos, pensamiento y acción, naturaleza y contenido del lenguaje en la vivencia, intersubjetividad, proceso creador, diálogo, registro y comunicación, que median en visibilizar y circular nuevos conocimientos situados y transformadores. Para ello se requiere un clima de respeto, acompañamiento y diálogo, que posibilite la producción situada, intencionada y prospectiva de conocimientos e impulso liberador.

Proponemos asumir la IAP y la Sistematización de Experiencias como modalidades legítimas y pertinentes de reflexión-acción e investigación sobre y desde la intervención y, por ello, de construcción de conocimientos en Trabajo Social. Hemos evidenciado sus aportes a la capacidad orgánica de encontrarnos con el día a día de actores sociales, en horizonte emancipatorio. De allí la conveniencia de comprenderlas como estrategias para el repensar colectivo del reparto del poder en áreas fundamentales de la vida social.

Es necesario comprender integral e integradamente las condiciones y contextos en que participamos, las determinaciones histórico-sociales que las contextualizan y permiten entender por qué, cómo y para qué, en procesos económicos y políticos. Pensar en forma dialéctica, holística y crítica, desde nuevas lecturas: perspectivas, prospectivas, relativas, ágiles (no livianas), concretas (no puntuales). Asumirnos menos dogmáticos, más críticos y vigilantes; estar alerta a vincular la lectura de la estructura social, con el análisis de coyuntura; ver grises y matices en el arco iris del contexto y sus posibilidades. Construir o reconstruir paulatinamente, sin prisa y sin pausa, nuevos proyectos pertinentes, relevantes y significativos, de forma multidimensional y convergente, para trascender polarizaciones y descalificaciones. Esto implica vincular lo subjetivo e intersubjetivo.

En nuestra profesión y disciplina requerimos formación para la intervención creativa en prácticas mediadas por dispositivos (Foucault, 2001); el uso de estrategias para vincular en el contexto, el obrar, sentir y pensar de las personas protagonistas en su cotidianidad. Visibilizar la potencialidad instituyente de procesos de creación y recreación, de acción y discurso, articulados a la performatividad de la vida cotidiana, en la que trabajadores sociales somos actores con capacidad y posibilidad de incidencia en la construcción de sociedades más justas y equitativas, con participación responsable de profesionales e instituciones, desde procesos situados, críticos y dialogales de conocimiento y prácticas significativas; des-cubrir y comprender particularidades de lo vivido, recuperar y consolidar información, reconstruir vivencias y proyectarlas mejor, construir continuidad en la discontinuidad de lo vivido; comprender y potenciar subjetividades, sentidos de las experiencias, al asumir el carácter autorreflexivo de transformar realidades, trascender modelos pensados en otros contextos, para avanzar en el sueño de consolidar interacción pertinente acorde con nuestros tiempos, condiciones (Cifuentes, 1999) para transformar con compromiso y claridad ético política. (Cifuentes, 2011).

Proponemos comprender la intervención de forma multidimensional, holística y crítica para avanzar en materializar estas intenciones y horizontes utópicos, que conocemos y autoconstruimos simultáneamente; al integrar aportes éticos, ideológicos y políticos como apuestas, asociadas a propósitos e intenciones; y epistemológicos metodológicos, como propuestas, en relación con formas de concretarlas (Cifuentes, 2016). Revisar estas dimensiones de la intervención nos ayuda a construir esa visión irrenunciable de integralidad y observar posibilidades reflexivas, que pueden ser consideradas como focos de análisis de la Sistematización de Experiencias y la IAP (Ortega, 2015, 2017).

• Dimensión Epistemológica: se relaciona con las concepciones, procesos y alcances en la construcción de conocimientos, las relaciones entre teoría y práctica y entre sujetos que sistematizan la experiencia. En otras formas de investigación, los conocimientos y comprensiones se construyen de arriba hacia abajo, desde “quienes piensan hacia quienes hacen”. En IAP y sistematización construimos “desde abajo, desde el borde, la periferia”. Reivindicamos la posibilidad de avanzar en crear comprensiones teóricas enraizadas en la práctica cotidiana de personas que viven los procesos, integradas a la subjetividad y vivencia contextualizada (Carballeda, 2002, 2008; Vélez, 2003). Reivindicamos afrontamientos conscientes, de los roles políticos de cada acción y decisión que tomamos en la producción de conocimiento incluso al investigar, en que las y los protagonistas de la contingencia social reflexionen, resuelvan y propongan. Estos planteamientos se nutren de aportes críticos y el cuestionamiento desde la decolonización del saber (Quijano, 1997; Sousa Santos, 2010) de quién construye las explicaciones sobre qué en los espacios cotidianos de trabajo y relación profesional en países no occidentales. También desde la complejidad, que permite superar el reduccionismo y la rigidez “encorsetadora” (Sousa Santos, 2003) de aportes cientificistas, que históricamente hemos usado sin suficiente criticidad; subyugando a estos enfoques, las pertinencias metodológicas, epistemológicas y éticas de nuestras formas de construir acción y saber.

• Dimensión Metodológica: se refiere a los procesos y formas de construcción de conocimiento desde la practica, con participación de sus protagonistas. Consideramos fundamental aportar a construir coherencias entre enfoques, procesos metodológicos de intervención y estrategias de acción (Rosas, 2015) según las características de los espacios de intervención y la naturaleza de las problemáticas con las que trabajamos, así como los objetivos a alcanzar en todos los niveles de intervención. Vincular en los procesos de intervención, los enfoques de derecho y género, los principios de intersectorialidad, integralidad, o interdisciplinariedad, las estrategias, técnicas e instrumentos a usar, son focos de análisis en esta dimensión. Se trata de construir coherencias y pertinencias, en su carácter político, puesto que en las formas de trabajar, materializamos las relaciones entre la acción de cambio y transformación, los problemas y las personas (Villasante et al. 2009).

• Dimensión político ideológica: Al sistematizar experiencias interesa revelar hasta qué punto, formas participativas utilizadas en la práctica cotidiana, minan efectivamente las relaciones de saber-poder y posibilitan construir estrategias de empoderamiento y transformación democrática, con las personas y los colectivos. Es pertinente considerar las posibilidades de hacer políticas “desde abajo”, y cómo podemos hacer transcendencia política en términos de microfísica del poder (Foucault, 1979) y microfísica del empoderamiento (Ortega, 2017). En la perspectiva de construcción de utopías de cambio social local y global, de horizontalidades y decisiones desde abajo. La actitud reflexiva y revisión pertinente, nos permiten estar atentas a la reproducción de relaciones de poder (Briones, 2007), en la técnica y en cómo se usa. Hay estrategias e instrumentos que posibilitan un trabajo centrado en las personas como problema y no en los órdenes, estructuras y prácticas que generan problemas. La Sistematización de Experiencias y la IAP, nos aportan alertas para evidenciar las mecánicas dominantes y funcionalistas anquilosadas en el quehacer; y la transformación en el propio proceso investigativo, en que vamos implicando y construyendo tejido colaborativo y protagonismo de los actores. Reflexionar sobre las creencias, ideas, ideales, lo posible, lo imposible, que refleja nuestros modos de hacer, permite comprender los dispositivos políticos, como una de las formas de intervención social (Saavedra, 2015). La Sistematización de Experiencias y la IAP nos posibilitan dar cuenta de la constitución de relaciones de poder en todas sus dimensiones: constitución moral y del poder; re-crear la intervención y recuperar sentidos profundos de la interacción (Aguayo, 1992). Desde la acción en un marco intersubjetivo, de complejas relaciones entre diferentes actores (Aguayo, 1995) y de dominaciones, resistencias y prácticas subalternas a través de acciones, movimientos y cuerpos, incluidos los juegos y las dinámicas grupales. Consideramos interesante observar las prácticas adscritas al género y al enfoque de derechos, en la forma de performativizar en la convivencia las relaciones de poder de género y las maneras de incorporar nuevas maneras de instalar, o no, los derechos que se van reconociendo en los postulados de las políticas públicas y en los discursos profesionales. 

• Dimensión Ética: se relaciona con valores, prejuicios y elementos deontológicos que emanan durante las historias de relación e interacción entre personas, para la reconstrucción de vida social, grupal, familiar e interpersonal que suponen las prácticas interventivas que nos posicionan en contradicciones, conflictos, entre actores y con nosotros mismos, que resolvemos, a menudo, de forma contraproducente para quienes participan de los procesos de intervención y para quienes intervenimos. Implica procesos simples y cotidianos de la experiencia que se ven imbuidos de desinformación y valoraciones hechas desde sesgos personales y socioculturales, que es interesante conocer y revisar constantemente.

• Dimensión Estética: nos posiciona en el reconocimiento de las personas como seres sentí-pensantes (Fals Borda, Eduardo Galeano), implica considerar las subjetividades, emociones y sentimientos en las vivencias que vamos construyendo como parte de los procesos de intervención y su sistematización en los momentos de trabajo con las y los participantes de los programas y los problemas complejos que les afectan, con los equipos y las exigencias institucionales. Cuando comprendemos esta dimensión, logramos evidenciar hasta qué punto condicionan y median en los aprendizajes que vivenciamos y que inciden en los procesos de interacción.

Fals Borda afirmó: uno siembra la semilla pero ella tiene su dinámica múltiple, diversa, enriquecedora; es fundamental ser fiel a la opción metodológica, ético-política, de vincular al otro a la producción de conocimiento. La semilla de IAP se nutrió con la presencia de Camilo Torres; su compromiso con las luchas populares, la transformación social y la inspiración en la praxis. Demostró la necesidad de transformación interna, de sentimiento, actitud, compromiso con los problemas de la sociedad para entenderlos y resolverlos. El compromiso de hacer las cosas a fondo y bien, con raigambre ética.

Proponemos comprender integral e integradamente, multidimensional y  convergentemente, relaciones triádicas (Brand Barajas, 2016) de inclusión, permite trascender polarizaciones y descalificaciones, posiblemente acrisoladas desde la relación conocimiento, saber, poder; construir vínculos entre lo estructural y coyuntural, lo subjetivo e intersubjetivo,  contextos, conceptos, procesos; para hacer productivos cambios complejos que implican reflexividad, autoconocimiento (Morin, 1977, 1996).

Integrar e integrarnos desde opciones y disposiciones de asumir visiones renovadoras y potenciadoras sobre convergencias de procesos de conocimiento, acción y transformación social. Avanzar en construir e instituir conocimiento accesible, natural y democrático, desde la conversación vigorosa, estimulante y horizontal con actores, como opción ideológica que implica compromiso con una sociedad basada en el respeto, la participación y la solidaridad, como política de conocimiento alternativo al hegemónico, para transformar las relaciones de saber y poder (Suárez, 2010).

Asumir la responsabilidad de gestar propuestas, agilizar procesos de autopercepción y práctica ciudadana desde la perspectiva de derechos; desarrollar estrategias para incidir en ampliar la ciudadanía, más allá de marcos tradicionales; repensar sujetos y subjetividades como ciudadanos; poner en tensión cooptación y autonomía, articulación, gestión de recursos locales individuales.

Impulsar relaciones de solidaridad, cooperación cívica y expansión de ciudadanía en su acepción de derechos y responsabilidades, igualdad y diferencia, a nivel local y asociaciones intermedias de la esfera pública no estatal, en que desarrollemos libertad, responsabilidad y condición de  protagonistas. Reconocer la multiplicidad y particularidades de actores, buscar articulaciones en prácticas conjuntas; generar lógicas de acción colectiva basadas en la diversidad, tolerancia, accionar conjunto (Aquin, 2006).

Queremos invitar a actuar local y sinérgicamente, engranados, no atomizados desde la práctica cotidiana, como posibilidad de aportar a establecer autonomías relativas desde lo local, de recomponer desde lo cotidiano relaciones democráticas, fortalecer procesos de construcción de identidades culturales. Alimentar nuestros sueños, en las prácticas.

Esta reflexión desde la revisión de planeamientos fundantes, permite afirmar vertientes de desarrollo práctico, formulaciones epistemológicas, metodológicas, apuestas éticas, estéticas ideológicas y políticas de sujetos que desarrollan estas prácticas en perspectivas críticas y potenciadoras, que es necesario hacer evidentes para poder posicionarse y tomar decisiones en condiciones específicas particulares. Construir coherencias en apuestas y propuestas en que participamos y agenciamos: proyectar estratégicamente incidencias de procesos de investigación, acción, transformación y sistematización.

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MG. MARÍA BELÉN ORTEGA SENET
Trabajadora social y antropóloga social y cultural española, Magíster en Trabajo Social y Políticas Sociales por la Universidad de Concepción, Chile. Doctora en Antropología Urbana: Estudios Urbanos y Movimientos Sociales por la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, Catalunya. Desde 1994, experiencia en trabajo social con jóvenes, niños y niñas, comunidades y participación. Académica del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de la Santísima Concepción en la carrera de Trabajo Social, e investigadora asociada del Centro de Investigación para la Educación y el Desarrollo (CIEDE) de la misma.

MG. ROSA MARÍA CIFUENTES GIL
Trabajadora social y educadora colombiana, Magister en Educación, con énfasis en educación comunitaria Universidad Pedagógica Nacional Colombia. Docente universitaria por 30 años, en Educación y Trabajo Social, en universidades de Colombia y República Dominicana. Integrante del Programa Latinoameriano de Apoyo a la Sistematización de Experiencias (PLAS) del Consejo de Educación de Adultos de América Latina y el Caribe CEAAL. En la actualidad, Vicerrectora académica y Pedagógica, Instituto Politécnico Loyola, San Cristóbal, República Dominicana

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