Perú
El presente artículo muestra las reflexiones sobre los hallazgos encontrados en la investigación “Relación entre el perfil profesional del egresado/a de Trabajo Social y el mercado laboral en el que está inserto – Lima 2017”. Esta investigación fue de carácter exploratorio, se aplicaron 23 encuestas a profesionales del sector privado principalmente, en igual número de centros de Práctica Pre Profesionales, donde se ubicaron las estudiantes del 5º. Año de estudios de Trabajo Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos el año 2017[3]. Los objetivos del estudio permitieron distinguir el perfil profesional del egresado de Trabajo Social desde los conocimientos, habilidades y actitudes que recibe y las funciones laborales que le corresponden, identificando el ejercicio ocupacional en el mercado laboral a partir de las acciones más demandadas al profesional, valorando la pertinencia de ambos, para dar algunas sugerencias a la institución formadora. Los resultados mostraron la distancia entre la intervención profesional y la formación recibida en las aulas universitarias. Factores que lo explican serían la racionalidad técnica con que las instituciones guían la acción profesional en el espacio laboral, exigiendo eficacia en la acción; o el pragmatismo en el quehacer profesional, constituyéndose este escenario en un desafío para la formación en Ciencias Sociales. Ante la evidencia de las dificultades del sistema formativo para nutrir al futuro profesional en su identidad disciplinar y el conocimiento crítico de su contexto laboral, así como la generación de alternativas de acciones innovadoras, la formación profesional queda en cuestión.
Para entrar en el tema
Es común escuchar de los egresados de Trabajo Social el cuestionamiento a la relación entre perfil profesional y el perfil ocupacional de los trabajadores sociales, asumiendo que existe una distancia con la realidad cuando se aprecia el ejercicio profesional en el ámbito laboral. En general se puede señalar que el mundo del trabajo es uno de los espacios que más ha evolucionado en las últimas décadas, proyectando sus efectos en la propia sociedad. En treinta años nuestro país muestra un conjunto de características del mundo empresarial productivo más o menos estandarizadas, sea porque el modelo económico se ha acentuado y hay una tendencia a cumplir ciertos estándares de calidad que expresen un nivel de eficiencia para cumplir metas trazadas o sea porque el ámbito laboral busca, en la tecnología y el desarrollo científico aumentar sus niveles de eficacia productiva. Ambas razones dan muestras de los cambios ocurridos.
Frente a esta dinámica, se observa del otro lado que el posicionamiento profesional del Trabajo Social actual se mueve pendularmente entre la contingencia de los contextos y las exigencias institucionales que reciben los profesionales de las organizaciones donde laboran. Esta situación se viene observando hace algún tiempo respecto del ejercicio profesional de trabajadores y trabajadoras sociales, específicamente en el sector privado, llamando cada vez más la atención de los formadores encargados de lograr determinado perfil profesional en sus egresados.
En este punto, ya se puede ir deduciendo que por la dinámica de los cambios es necesario revisar constantemente los perfiles profesionales con los que egresan trabajadoras y trabajadores sociales. Establecer los parámetros de vinculación entre el mundo académico y el mundo del trabajo para mantener la reflexividad y aprendizaje del Trabajo Social que trascienda la condición tecnocrática a que puede estar sometido el ejercicio profesional y que sustenta el empleo de los profesionales.
Algunas nociones de perfil profesional para ubicarnos:
“Conjunto de funciones, actividades y tareas que debe ejecutar un profesional como respuesta a problemas propios de su campo profesional, en un contexto social e histórico y de acuerdo a los principios éticos, teóricos y metodológicos que orientan esa disciplina (Gúzman,1982). El perfil profesional se dinamiza y cambia de acuerdo a coyunturas particulares y generales”.
“El perfil de una profesión es la descripción de competencias y capacidades requeridas para su desempeño. Las competencias se componen de cuatro saberes: saber conocer, saber hacer, saber estar y saber ser. El saber ser está integrado por valores, estrategias psico afectivas y actitudes” (García-San Pedro, 2009).
Si coincidimos con estos conceptos, que son tan similares, podemos atrevernos a decir que algo no anda bien en la relación entre el perfil profesional con el que egresan las profesionales de Trabajo Social y la demanda laboral que recibe de su empleador, según las respuestas de las encuestadas. En efecto, no se trata sólo de la relación con los contenidos sino de relacionarlos con los microentornos y el macroentorno y en particular con los saberes socialmente circulantes, según Carlos E. Vasco (1990).
Tomando en cuenta que las encuestadas son mayoritariamente contratadas en el sector privado, para aproximarnos a este espacio laboral tomamos como referencia el diagnóstico del sector empresarial y de la demanda laboral en dicho sector, realizado por Canchanya Flores (2015), que respecto del ámbito señala lo siguiente:
- Es el sector con mayor crecimiento en la demanda de profesionales (agrícola, minero y pesquero).
- Los nuevos puestos en Recursos Humanos no requieren manejar conocimientos de tipo asistencial, piden ahora trabajar mejor la gestión, tanto de la provisión de recursos, el acceso a la seguridad social como de la previsión laboral. El área de gestión humana como espacio
- La lógica laboral del sector se caracteriza por su accionar orientado y organizado en función a procesos (procedimientos, operaciones, tiempos, logros, costos) e ISOS (metas de calidad).
- Posee dos ventajas frente a la sociedad civil y el Estado como campos laborales:
- Se trabaja con una población determinada en número, mapeada y susceptible de ser monitoreada con
- Existe disponibilidad y acceso pronto a presupuesto para realizar las propuestas aceptadas por la
- Hay expansión de la demanda laboral desde las empresas y el interés de los egresados por acceder a puestos en este sector ha crecido. Esto se debería a:
- Mejores sueldos y mayor acceso a beneficios
- Decremento en importancia del ejercicio laboral desde la necesidad
- La población universitaria mayoritaria ahora representa a las nuevas clases medias, esto significa nuevas aspiraciones, búsqueda de movilidad
- La oferta formativa extra universitaria está más ligada al mundo empresarial y a sus exigencias de modernización.
- Hay demanda de profesionales de las ciencias sociales, pero el interés por contratarlos se basa en concretar la responsabilidad social interna (retención del talento humano) y externa (posicionamiento de la actividad empresarial como necesidad social). En esas tareas no siempre están las trabajadoras
Perfil profesional y demanda laboral
Definir un perfil en Trabajo Social tiene cierta complejidad, ya que se trata del quehacer que se ejerce y del desempeño que cada individuo muestra de su formación en contacto con el campo laboral habiendo bastante diversidad en ellos, ya sea por el tipo de servicios que brinda, por la escasez de recursos, y hasta quizás por las propias limitaciones de desempeño profesional, aunque la base principal de la formación sea la misma: el desarrollo humano y el mejoramiento de la calidad de vida, el ejercicio de derechos, etc. que supuestamente contienen la esencia del Trabajo Social y responden medianamente a las exigencias de la realidad social en distintos periodos históricos. “Este conjunto de elementos procuran conformar una manera de plantear el Trabajo Social, en tanto disciplina científica y constituyen una unidad interrelacionada entre sí, para el logro de una actuación que produzca impacto en la sociedad” (Colegio de Trabajadores Sociales de Costa Rica, 1994).
Hoy se vive en la sociedad del conocimiento, el ejercicio de derechos, la potenciación de las capacidades, la valorización de las identidades; es de suponer que estos principios deben estar a la base de la formación actual para el ejercicio profesional, de un lado, pero a la vez también las exigencias institucionales que pueden hacer entrar en conflicto al propio profesional. Bajo este contexto, pueden existir desfases entre la oferta y demandas del mercado de trabajo, explicado en relación a los diversos intereses puestos en juego, a efectos de enfrentar los principales desafíos del país.
“SI bien el sector productivo desarrolló por su cuenta fórmulas que le permitieron por un tiempo resolver las insuficiencias en la preparación de recursos humanos para el trabajo, lo que en buena parte motivo su alejamiento de las instituciones educativas, es cierto que éstas tampoco se preocuparon por establecer y desarrollar la relación con el sector de la producción. Este distanciamiento provocó que el mundo del trabajo y el de la educación actuaran cada uno por su lado, lo que evidentemente trajo, además de falta de complementariedad en esfuerzos y recursos, diversidad de planes y programas con distintos grados de calidad y pertinencia respecto a los requerimientos, y la ausencia de un marco que permitiera articular y reconocer los aprendizajes logrados en uno y otro sector, afectando las posibilidades de superación y desarrollo de las personas” (Soto Sánchez, 2000).
La UNESCO (1998), ha señalado que la pertinencia de la Educación Superior, debe hoy evaluarse en función de la adecuación entre lo que sociedad espera y lo que hacen las instituciones formadoras. Señala que se requiere una mejor articulación con los problemas de la sociedad y el mundo del trabajo, fundando orientaciones a largo plazo en objetivos y necesidades societales, comprendidos el respeto a las culturas y la protección del medioambiente.
Molina y Guzmán (1986) advierten que “La realización de un perfil supone ser interpretado por los sujetos profesionales y a su vez es mediado por los factores institucionales y sociales para transformarse en intervenciones profesionales que producen servicios sociales en los que los ámbitos laborales donde al agente profesional le corresponda actuar”.
López Brunett, Larco Camacho y Ortiz Chimbo (2016) citando a Llanos (2008) dicen que “el desempeño eficiente de una profesión no es otra cosa que la correcta aplicación de lo adquirido en la formación profesional”. Siguiendo a los autores mencionados, “cuando existe una formación profesional correcta, se ve reflejada en las actividades que realiza un graduado en su puesto de trabajo, desempeñadas con eficiencia y responsabilidad. Las empresas hoy en día requieren profesionales con determinados perfiles; no basta con egresar o tener un título profesional, hay que desarrollar competencias y habilidades que hacen a un profesional realmente competente en el mercado laboral “(Acuña y Mozombite, 2013). Esa referencia no es tan clara si nos referimos a las respuestas dadas por las encuestadas de Trabajo Social, quienes habiendo recibido una formación específica y ciertas competencias ejecutan limitadamente en su desempeño laboral, pues ya sea por limitaciones personales o debilidades en la formación recibida, materia no trabajada en el estudio realizado, desempeñan otras labores que se podrían calificar de “operativas” fundamentalmente como complemento de otras actividades que no están bajo su dominio o responsabilidad.
El horizonte de intervención para el Trabajo Social
Examinar la relación entre el perfil profesional del egresado de la carrera de Trabajo Social y el desempeño laboral, implica determinar la coherencia entre el campo del saber y la acción profesional, lo que supone identificar las competencias adquiridas durante la formación universitaria, donde tiene cabida la estructuración del pensamiento académico a través de los conocimientos, habilidades y destrezas recibidas relacionadas con el contexto, que le permite comprender la realidad social, los problemas inherentes a ella, sus posibles soluciones, así como los marcos institucionales donde se desempeña como profesional.
La relación entre el perfil del egresado y el mercado laboral no es un pase directo, como dice Matus (1999), depende de la claridad en el horizonte de intervención, esto es, hacia dónde llevar la acción profesional, señala que “pasar de una comprensión a una intervención en forma directa es una ilusión que ha entorpecido los debates en torno a la producción de conocimientos en Trabajo Social”, porque ambas son realidades complejas dentro de otra social más amplia de la que reciben determinaciones, presiones e impulsos que condicionan la acción.
Esta dinámica de cambios articulados entre sí, expresan la diversidad de procesos y escenarios en diferentes etapas históricas, tanto a nivel micro, meso y como macro social. Los conocimientos considerados en el perfil de la egresada y egresado de trabajo social evidencian conocimientos generales vinculados a las ciencias sociales y saberes específicos propios de la carrera, así como estrategias metodológicas que le permiten intervenir profesionalmente. Lo que no está claro, al parecer, son las mediaciones para hacer ese trayecto de la manera más adecuada posible, esto es: ¿hacia dónde llevamos la intervención profesional? ¿Qué buscamos con ella?
Recordemos que Trabajo Social se instituyó y forjó como profesión a la par que también lo hacia la formación de sus profesionales; de esto se deduce que la profesión posee saberes específicos y propuestas metodológicas que se traducen en la intervención profesional y en la formación reglada y por ello deberían quedar reflejado en su propia producción de conocimiento. (Martínez Álvarez, 2016).
De otro lado, es bastante aceptada la idea de que la intervención de Trabajo Social se puede entender como una “forma de acción social, consciente y deliberada, que se realiza de manera expresa; integra supuestos ideológicos, políticos, filosóficos, con propuestas metodológicas. Supone un proceso que parte del conocimiento de problemáticas: identificar actores, situaciones y circunstancias para promover su desarrollo humano; reconocer diferentes realidades subjetivas, desde perspectivas particularizantes; se apoya en teorías sociales que juegan un papel explicativo y guían el conocimiento, proceso y resultados” (Corvalán, 1996).
Entonces, la acción profesional del Trabajo Social se respalda en el conocimiento como conjunto ordenado, comprobado y sistematizado de saberes, los que se obtienen a través de determinados procedimientos. En ese trayecto de aprender se descubre el pensamiento crítico fundamentado que permite explicar y comprender la realidad donde se interviene, pero además, establecer los hitos desde los cuales avanzar y el horizonte al cual llegar.
Como disciplina, se apoya en los aportes de las ciencias sociales y humanas a partir de las cuales construye una intervención que le posibilite comprender la dirección y sentido de la acción, la que debe ser viable y significativa, acompañada de estrategias e instrumentos adecuados. Su acción se sustenta en los saberes transdisciplinarios y del mundo de la vida, que se va adquiriendo en el ejercicio profesional con un norte claro.
Como profesión, se legitima, según Castronovo (1995), cuando sus acciones son pertinentes, tanto para quienes demandan sus acciones como para quienes la ejercen tomando en cuenta el aporte social que brindan para cambiar desigualdades y mejorar la vida de las personas. Pero esto dependerá también de estar a la altura de esa realidad compleja, conociéndola e interpretándola para encontrar caminos de solución.
Lo que se encontró en el estudio mencionado, considerando las opiniones de las profesionales encuestadas, se refiere a:
- Ruptura entre actitudes desarrolladas en la universidad y las actitudes que muestran en su desempeño laboral, principalmente en relación a la inteligencia
- Desinterés por capacitarse en lo teórico-metodológico y mayor predisposición al manejo instrumental.
- Falta de una actitud de confiabilidad en el alcance de sus propios conocimientos y mayor intuición en sus propios valores.
- Poca comprensión de la integralidad de los derechos humanos en la cotidianidad de la intervención.
- Ausencia de una mirada crítica que redefina su intervención y la reoriente.
- Una relativa desvaloración de la carrera, mayor comodidad en el trabajo individual antes que de equipo, no involucramiento en la solución de las situaciones
Llaman la atención estos resultados siendo la universidad el espacio donde se aprende a conocer al Trabajo social como una profesión que se desenvuelve en el ámbito de las relaciones humanas y sociales de respeto pleno a los derechos humanos y sociales. Es un escenario fértil para el ejercicio de actitudes aprendidas en las aulas y se supone que éstas deberán fortalecerse y expandirse en el ejercicio profesional.
Por otro lado, sobre los sustentos del quehacer profesional Castañeda (2014) señala que, en la intervención, los profesionales de Trabajo Social empiezan a tomar distancia de los referentes teóricos conceptuales aprendidos de las ciencias sociales y empiezan a echar mano de salidas de contingencia como son los análisis basados en fundamentos éticos y humanistas. Podría tratarse al decir de Teresa Matus, que las mediaciones están difusas y esa falta de claridad es la que orienta cubrir el vacío teórico con una batería de valores que será la que sustente la acción profesional. Si esto es así, la formación profesional se encontraría observada. Pues tanto las teorías como las metodologías del Trabajo Social terminarían siendo un asunto formal más no un componente real del ejercicio profesional y no tanto porque se trate de contenidos no pertinentes a la realidad profesional, sino quizás porque las metodologías de enseñanza se hayan burocratizado en la transmisión mecánica de contenidos perdiendo de vista la importancia de la construcción del conocimiento y el establecimiento de mediaciones para articular lo macro con lo micro social así como la reflexión crítica del quehacer cotidiano en cualquier ámbito de intervención, para realizar una acción profesional dirigida a mejorar las condiciones de la realidad social.
Las funciones profesionales identificadas
Partiremos de una necesaria conceptualización sobre las funciones y acciones que realizan las profesionales encuestadas. Según Torres Esperón (2008), “el término “función” tiene distintos significados, puede ser utilizado en el sentido de profesión, cargo o empleo, designando al conjunto de deberes y responsabilidades de una persona, surge de la naturaleza misma del proceso social del trabajo, permite identificar la aportación que hace a la sociedad una profesión, describe su finalidad y establece sus límites. Todas las profesiones encuentran su razón de ser en necesidades sociales, en toda colectividad existe la división de funciones entre personas o grupos, de modo que cada cual realice una contribución específica al conjunto de la sociedad”.
En este acápite, consideramos las funciones profesionales que las encuestadas afirmaron ejercer, porque en el desempeño las trabajadoras y trabajadores sociales rinden cuenta sobre las mismas en las respectivas organizaciones donde laboran. Diversas funciones profesionales son aprendidas en la formación académica y obviamente consolidadas o restructuradas en el ejercicio profesional. Las funciones que se presentaron en el estudio como base para las respuestas de las encuestadas fueron definidas tomando como referencia a la Escuela Profesional de Trabajo Social de la Universidad de San Marcos.
Las encuestadas respondieron a ellas, pero agregaron acciones, más no funciones nuevas. Ejercen las funciones para las cuales han sido formadas: Orientación social, Asistencia, Promoción social, Gestión social, Administración e Investigación. Observamos que, ciertamente el desarrollo plantea dimensiones de mayor reflexión frente al desempeño laboral o la formación en funciones, que esta discusión levanta. Sin embargo, podemos considerar que el análisis crítico de la situación es un paso importante para repensar todos los conceptos que tradicionalmente rodean la acción de Trabajo Social. Veamos a continuación la conceptualización de dichas funciones profesionales para entender la magnitud de su alcance:
La Orientación social, considerada como “la interacción con los usuarios de servicios que requieren principalmente información y algún apoyo para tomar decisiones” (Enrique Di Carlo, 2001); las acciones que realizan las encuestadas están relacionadas con esta premisa y en particular cuando señalan las otras acciones más demandadas. En ese tipo de acciones coinciden con los postulados del Trabajo Social que busca que las oportunidades sean iguales para todos, facilitando información a los usuarios de los servicios para que sus elecciones y decisiones sean las más prudentes y en un entorno adecuado (Leona E. Tyler,1990).
La Asistencia social, es otra de las funciones profesionales que está relacionada con el Trabajo Social por la importancia que dio el Estado, principalmente, a la implementación de la “dimensión subsidiaria de la economía de mercado, que requería de un aval profesional tecnocrático para la asignación de beneficios concebidos bajo ese carácter, alineando de esa manera, la experticia histórica del manejo de la asistencialidad con los requerimientos de equipos técnicos e instrumentos especializados para la medición y atención de la pobreza” (Castañeda, 2014). Este contexto marca el perfil profesional de Trabajo Social y se traslada a las instituciones privadas como parte del desempeño laboral del profesional.
Molina y Romero (2004), sobre los modelos de socialización en Trabajo Social, hacen referencia al de Provisión Social, de Werner Luzt, y es lo que hoy podríamos llamar la atención asistencial “que brinda ayuda individual para satisfacer requerimientos sociales” y que está orientado a los roles que cumplen las personas cuando reciben esos apoyos. Aunque dicho modelo tiene su asentamiento en los programas sociales del Estado, también forma parte de las acciones que las organizaciones privadas realizan y eso explicaría la mayoría de respuestas de las encuestadas sobre esta función. De las respuestas recibidas se desprende más bien una acentuación de la organización y planificación de la acción asistencial, más que un trabajo dirigido a atender al sujeto tensionado por su pedido de ayuda.
En cuanto la Promoción Social, se orienta a “un conjunto de intervenciones dirigidas a impulsar y empoderar personas o grupo de personas que carecen de los medios y/u oportunidades para manejar una situación de exclusión o vulnerabilidad y defender sus intereses” , tal como lo define el Departamento Nacional de Planeación de la Dirección de desarrollo Social de Colombia (2008). Zeballos (2008) enfatiza que sus propósitos pueden estar orientados desde la visión del progreso económico, al privilegiar los factores económicos, particularmente los técnico-productivos. Zolezzi (1992) remarca la visión de los actores y sus estrategias; Díaz Albertini (s/f) incluye al Proyecto como principal instrumento y medio central para implementar las acciones de cambio, dando respuestas efectivas a lo cotidiano. Otros, lo ven desde la perspectiva institucional del Estado, apuntando a la integralidad con la participación organizada de los beneficiarios, multisectorial y multidisciplinaria que compatibilizan con las políticas oficiales, sectoriales, regionales y nacionales (CORPUNO,1988).
Lo que señalaron las encuestadas no se ajusta estrictamente a ninguno de estos enfoques, sino más bien a una “lógica tecnocrática de la intervención” (Castañeda, 2014), por lo que realizar una buena gestión de los programas, sustentarlos, implementarlos y ejecutarlos para lograr impacto y eficiencia cobra mayor importancia en el desempeño profesional. Quizás esto tenga que ver con el sector donde se realiza el desempeño laboral y las exigencias respectivas que reciben las profesionales para realizar su trabajo.
Respecto a la función de Administración, entendemos que la administración interna de programas y proyectos, facilita la gestión social institucional. Para ello se sirve de las estrategias y herramientas institucionales más adecuadas buscando la eficiencia de la acción. En Trabajo Social, el desempeño profesional estaría orientado por una lógica de apoyo a la gestión, no tanto a pensar la gestión institucional, por lo tanto, es muy notable que lo tecnológico emerja claramente en las respuestas de las encuestadas.
Sobre la Gestión social, sabemos que se dirige desde dentro hacia fuera de la organización, girando alrededor del impacto que pretende lograr. Enfocada a lograr acciones y compromisos para resolver carencias de oportunidades, desarrollar capacidades y fortalecer redes. Para ello se organizan los equipos de trabajo, se identifican situaciones, se diseñan e implementan las políticas sociales institucionales y se evalúan las acciones realizadas. La gestión contemporánea, según la CEPAL (1992), se orienta a maximizar la efectividad en los usuarios, propiciar la ejecución de procesos y optimizar la eficiencia en la utilización de recursos para generar resultados. Según las encuestadas, ejerciendo en el ámbito de las empresas, su modelo de gestión no se centra tanto en la persona-problema sino en la capacidad para conseguir recursos, la interacción y la acción mediadora del trabajador social, tal como lo dice Duque (2013). Aparentemente, por las respuestas encontradas, el ejercicio de la Gestión en el desempeño profesional se orienta por facilitar “el acceso a los servicios necesarios en el tiempo oportuno y en calidad adecuada”, como también lo ha identificado Sarabia Sánchez (2007).
En la función de Investigación nos vamos a detener algo más, pues las respuestas dadas por las encuestadas revelan que es muy pequeño el porcentaje de profesionales que investigan. Sin embargo, en la formación profesional del Trabajo Social, la investigación forma parte de una acción total que podemos entender no sólo inserta, sino imbricada y concatenada a la práctica (Pablo Suárez, s/f), como dos caras de la misma moneda, agregamos. La investigación en Trabajo Social permitiría también enfrentar, con organización y sustento, los problemas y necesidades detectadas; así como escoger y diseñar las estrategias de acción, en el sentido de generar un conocimiento propio desde la sustentación de los marcos teórico-conceptuales para explicar los fenómenos sociales y hacer propuestas de cambio y hasta de incidencia en las políticas.
A pesar que en la formación profesional se han incorporado desde ya varios años los enfoques de investigación comprensivos para el desarrollo de investigaciones cualitativas, por las respuestas obtenidas de las encuestadas éstas no serían de interés ni de utilidad para el ejercicio profesional unque por su propia formación es muy probable que las conozcan.
Se aprecia una orientación tecnológica del ejercicio profesional que define también intereses de investigación en las profesionales de Trabajo Social. Quizás esto tenga que ver con “discusiones motivadas por una intríngulis del mercado laboral, la división social del trabajo profesional o a las competencias laborales”, como dice Rivas Rivas (2010). Este mismo autor, hace una revisión del concepto de tecnología en Trabajo Social y en resumen lo relaciona con la tradicional división entre el conocer y el hacer que tiñó de positivismo la comprensión del mundo y clasificó en dos extremos a los profesionales: los que piensan y los que hacen. Aunque las encuestadas provienen de diversas universidades, la mayoría es de la UNMSM y eso nos lleva a pensar que la experiencia formativa quizás estuvo orientada, no en los discursos, sino en los contenidos, por una tendencia más bien tecnológica que disciplinaria. Pues si bien, reconocen que en su formación recibieron conocimientos sobre métodos de investigación y la investigación forma parte de sus funciones, las acciones más demandadas y para las cuales ellas sienten que deben tener respuesta son fundamentalmente de corte operativo y fundamentalmente prácticas. Las encuestadas dicen que las presiones institucionales dominan la acción, que no necesariamente está imbuida de reflexividad y crítica sino de cumplimiento de metas operativas. “El profesional presenta una innegable compulsión a la acción, siendo movido por urgencias cotidianas reactivas, compelido internamente a actuar en detrimento de un conocimiento más profundo o de una perspectiva analítica y crítica de comprensión del fenómeno sobre el cual se desea intervenir” (Matus, 1999).
Sin embargo, observamos que basándose justamente en los criterios que sustentaron su perfil profesional, podrían aprovechar mejor las oportunidades que les presenta la demanda institucional para realizar mejores indagaciones sobre el acceso a bienes y servicios, sean institucionales o gubernamentales. Es decir, por la cantidad de información que manejan las/los profesionales, las acciones técnico-instrumentales también podrían servir para realizar investigación. No obstante, la dimensión operativa ejerció y ejerce actualmente, una fuerte influencia en la identidad profesional, «el tecnólogo social no se preocupa por descubrir la realidad; eso lo deja a los científicos y, basándose en los hallazgos de éstos (los científicos) procura desarrollar técnicas y procedimientos útiles para resolver problemas» (Toledo 2005: 69), citado por Rivas Rivas (2010).
Concluyendo sobre los hallazgos encontrados
- La mayor fortaleza en cuanto a conocimientos recibidos en la universidad, indicados por las encuestadas, se concentra en las concepciones filosóficas que sustentan el Trabajo Social y los conocimientos para diseñar estrategias y acciones de intervención profesional, distribuyéndose los otros conocimientos, como las teorías epistemológicas para la comprensión y análisis e interpretación de la realidad social, los enfoques de investigación y los conocimientos metodológicos para la elaboración de proyectos de intervención como complementarias a la formación
- La habilidad para formular y desarrollar estrategias de intervención en el espacio donde se desenvuelven, el uso instrumental, junto con la habilidad para comunicar en forma oral y escrita se destacan como esencial en la formación académica, mientras que la habilidad para diseñar, proponer y aplicar políticas sociales, siempre y casi siempre se proyecta. pero no se evidencia como sustancial en la formación
- Las actitudes que se desarrollaron en la formación universitaria potencian principalmente las cualidades de escuchar y atender la diversidad de problemas de la población que se atiende, el involucrarse creativamente en la solución de las situaciones problemáticas, el trabajo ético, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos, así como defender la dignidad de las personas y la justicia social y llevar a la práctica el trabajo
- Hay una importante diferencia entre el perfil profesional con el que egresaron las profesionales de Trabajo Social encuestadas y su ejercicio profesional:
- Principalmente por la demanda laboral y la exigencia institucional.
- El perfil de formación que desarrolla la universidad no se corresponde con las características del mercado ocupacional y la demanda social en la
- Se aprecia una renuncia de las profesionales a los conocimientos adquiridos en la formación universitaria para adecuarse a los requerimientos del mercado ocupacional, sin mayor crítica.
- Indirectamente hay una subvaloración del ejercicio profesional, por parte de las profesionales y de las instituciones que las requieren, al limitar la acción a la racionalización de la práctica para resolver problemas.
Como factores internos de lo planteado están:
- Las instituciones académicas formadoras de profesionales de la carrera que han burocratizado la actividad formadora de profesionales, limitándose al cumplimiento de las exigencias administrativas y académicas
- La ausencia de una política institucional promotora de conocimientos y debate sobre temas de interés nacional y local, que promueva una formación profesional crítica y de
- La inexistencia de un proyecto pedagógico para la carrera que refleje con autonomía, realismo y compromiso el horizonte de intervención contemporáneo.
Como factores externos tendríamos: las Leyes universitarias y la dinámica de crecimiento económico del país.
- Según las respuestas que hemos apreciado en las encuestadas, las funciones se concentran en el cumplimiento de la dimensión técnico operativa, que les permite reafirmarse en su quehacer cotidiano de atender situaciones administrativas, relacionadas con personas y sus requerimientos, como parte del quehacer institucional. Las funciones de mayor frecuencia son Asistencia social, Promoción Social, Gestión Social, Administración Social, siendo la Investigación Social la menos desarrollada e incluso distorsionada.
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[1] Este artículo es una versión sintética del análisis realizado por las autoras sobre los resultados de la investigación. Una versión más amplia fue presentada como ponencia en el XXII Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social. PROYECCIONES PROFESIONALES, ACADÉMICAS Y DE INVESTIGACIÓN PARA EL TRABAJO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE ANTE EL DESAFÍO DE LA CRISIS MUNDIAL. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá – Colombia, 24 – 27 de septiembre de 2018.
[2] Trabajadoras Sociales. Docentes de la Escuela Profesional de Trabajo Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima-Perú.
[3] El 80% egresadas de la universidad de San Marcos, todas mujeres, tituladas, en un rango de edad que no supera los 40 años. El 69,4% se tituló con examen de suficiencia profesional. El 90% ejerciendo en el sector laboral de empresas.
LETICIA CÁCERES CEDRÓN Peruana, trabajadora social. Docente en la Escuela Profesional de Trabajo Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
ROSARIO CANCHANYA FLORES Trabajadora social. Docente y Ex Directora en la Escuela Profesional de Trabajo Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Jefa de la Oficina de Calidad Académica y Acreditación de la Facultad de Ciencias Sociales.