Gustavo Gutiérrez y los 50 años de su libro teología de la liberación. Perspectivas

Perú

Presentación

El Centro Latinoamericano de Trabajo Social rinde homenaje al Padre Gustavo Gutiérrez autor del libro Teología de la Liberación. Perspectivas, conmemorando los 50 años de la publicación de su obra emblemática. Lo hacemos, desde el mundo laico, desde la identidad de una profesión creada para servir a los pobres y excluidos, como facilitadoras de procesos de cambio y liberación de estructuras de poder que niegan y bloquean el pleno desarrollo de las personas, comunidades y culturas. En estos últimos 50 años, muchas trabajadoras y trabajadores sociales han nutrido sus enfoques y su práctica profesional con los postulados y principios de la teología de la liberación, para contribuir a erradicar la pobreza, orientarnos al desarrollo sostenible y a la construcción de nuevas relaciones humanas más justas y solidarias, en un mundo nuevo. Por eso, Celats ha invitado al Instituto Bartolomé de las Casas y al Centro de Estudios y Publicaciones, que conjuntamente con la Pontificia Universidad Católica organizaron el Seminario Internacional “50 Años de la Teología de la Liberación. Perspectivas”, a difundir en nuestra revista la publicación de la Conferencia Magistral ofrecida en dicho evento por el padre Luis Fernando Crespo sobre los orígenes de la Teología de la Liberación, la cual junto con la presentación de una breve reseña biográfica del padre Gustavo Gutiérrez y algunos testimonios de quienes estuvieron muy cerca del autor, da el contenido a este reportaje que esperamos sea una inspiración para seguir trabajando por perspectivas liberadoras junto a los pueblos latinoamericanos.

Gustavo Gutiérrez
Misa que ofició en la Iglesia de Santo Domingo en junio del 2018.
Crédito: Instituto Bartolomé de las Casas y del Centro de Estudios y Publicaciones

“ORÍGENES DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN*

Luis Fernando Crespo*

Introducción

La publicación del libro “Teología de la Liberación. Perspectivas”, hace 50 años, resultó un acontecimiento teológico de primera magnitud, a juzgar por el interés que rápidamente suscitó: traducciones, controversias, nuevas perspectivas y nuevos desarrollos teológicos…

Saludable y necesaria la iniciativa de convocar un Seminario Teológico Internacional para celebrarlo: para reconocer lo que en su momento significó, para valorar los desarrollos que inspiró y para impulsar los intentos de reflexión teológica ante las nuevas sensibilidades y nuevos compromisos, con los que mujeres y varones, creyentes o no, generosamente, ponen su vida al servicio de una humanidad más humana, justa y fraterna, objetivo del proceso de liberación.

Por ello quiero decirles a las instituciones organizadoras y a todas las personas presentes que me siento muy honrado y agradecido por la invitación a participar con ustedes en este Seminario.

I.- BREVE RESEÑA DE LOS “ORÍGENES”

Para entender y dar cuenta de la importancia y vigencia de una obra, “Teología de la Liberación.”, no es suficiente la relación de amistad, admiración y estima con el autor. Se requiere un acercamiento al contexto y a la problemática a la que se trataba de responder. En este caso, a la realidad social –la situación de desigualdad y pobreza, la nueva conciencia social y las reacciones y compromisos que se suscitaban para afrontar y transformar la realidad inhumana e injusta-; a la realidad eclesial –presencia y actividad de los cristianos, varones y mujeres, laicos, religiosos, obispos, comunidades- y a la reflexión teológica que, aun consciente de su insuficiencia, intentaba acompañar la novedad de toda esa experiencia y de sus desafíos inéditos.

Son conocidos –vale la pena recordar- los pasos previos, las formulaciones primeras que cristalizaron en diciembre de 1971 con la publicación de “Teología de la Liberación”, con el subtítulo: “Perspectivas”.

1.- Chimbote julio 1968

Una primera presentación en julio de 1968 en Chimbote, en el contexto de un encuentro del grupo sacerdotal ONIS. El tema propuesto: “Teología y Desarrollo”, correspondía a las inquietudes de los presentes y era de actualidad en el ambiente teológico suscitado por el Concilio, Gustavo respondió con un enfoque nuevo y una nueva formulación: “Hacia una Teología de la liberación”. El cambio de enfoque se sustentaba en un doble argumento: “Liberación”: expresaba mejor la situación y la connotación conflictual del proceso que se vivía, en el que muchos cristianos se encontraban comprometidos; y, por otra parte, pero muy importante y decisiva para nuestro autor, “liberación” correspondía mejor a la experiencia y al lenguaje bíblico: a la experiencia fundante del “éxodo” y a la misión liberadora en la que Jesús se reconoce. En el libro se desarrolló con profundidad y originalidad la riqueza y complejidad del concepto de liberación. Distingue y articula “(tres) niveles de significación (que) se implican mutuamente”: el proceso socio económico y político; la dimensión de la liberación humana y la acción salvadora de Cristo que libera del pecado, raíz última de toda injusticia y opresión.

Poco más de un mes más tarde, se celebró la II Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Medellín. El tema de la Asamblea ya resultaba significativo: “Presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina”. El Concilio, especialmente en “Gaudium et Spes” (“La Iglesia en el mundo actual”) había estimulado la reflexión pastoral y teológica hacia estos temas. La realidad latinoamericana reclamaba ir más lejos: mayor precisión y radicalidad. Gustavo está presente como teólogo del Cardenal Juan Landázuri. No es difícil descubrir en algunos documentos la huella importante de su aporte (Justicia n° 4, Pobreza n° 4-5). Se podría decir que Medellín significó la primera verificación de la validez de lo que se estaba gestando.

En, noviembre de 1969, en Cartigni (Suiza), en una reunión de teólogos de diversos continentes, Gustavo presenta la ponencia: “Notas para una Teología de la Liberación” También aquí, como había realizado en Chimbote, y más convencido de la pertinencia de su enfoque, no desarrolla el tema solicitado: “El significado del desarrollo”, que focalizaba el interés e intención de los organizadores del encuentro. En esta presentación, que fue publicada ya por el CEP con el título: “Apuntes para una Teología de la Liberación” se anticipa la estructura del libro y se esbozan y precisan los temas teológicos que se desarrollarán en él. En marzo de 1970 en un “Simposio sobre Teología de la Liberación” realizado en Bogotá, se lee –Gustavo no pudo estar presente- una comunicación suya: “Esbozo para una teología de la Liberación”, en la que precisa entre otros temas el quehacer de la teología como “reflexión crítica de la fe, acompañante de la historia” y fundamenta el tema de la “unidad de la historia” tan determinante en su enfoque teológico[1].

2.- Un despertar teológico latinoamericano

Gustavo no avanzaba solo, aunque sí desempeñó un papel determinante en el movimiento teológico latinoamericano que se gestaba, más original, autónomo y creativo. Teólogos, formados en las escuelas teológicas europeas, descubren y afrontan el desafío de una reflexión teológica asentada y nutrida en las experiencias pastorales y espirituales de los cristianos y comunidades de su propia tierra. Las reuniones preparatorias de Medellín (Mar del Plata (1966), con la presencia notable de Don Helder Cámara; Baños (1966); Chaclacayo (1967), Buga (1967); Melgar 1968); Itapoán (1968), constituyeron una ocasión propicia para el intercambio, el estímulo y maduración de sus peculiares trabajos y enfoques. Ronaldo Muñoz, Hugo Assmann, José Comblin, Juan Luis Segundo, Lucio Gera, Gonzalo Arrollo, Gustavo Gutiérrez…

3.- 31 de diciembre de 1971

Finalmente, el 31 de diciembre de 1971, sale a la luz la primera edición de “Teología de la Liberación. Perspectivas”. Vale la pena, antes de cualquier intento de comentario y valoración de la obra, escuchar las primeras líneas en las que el autor anuncia el objetivo, la intención y de alguna manera el “origen” de su reflexión:

Este trabajo intenta una reflexión, a partir del Evangelio y de las experiencias de hombres y mujeres comprometidos con el proceso de liberación, en este subcontinente de opresión y despojo que es América Latina. Reflexión teológica que nace de esa experiencia compartida en el esfuerzo por la abolición de la actual situación de injusticia y por la construcción de una sociedad distinta, más libre y más humana, La ruta del compromiso liberador ha sido emprendida por muchos en América Latina y entre ellos por un número creciente de cristianos: a sus experiencias y reflexiones se debe lo válido que pueda haber en estas páginas” [2].

Para Gustavo la envergadura del intento no consiste en dilucidar una cuestión teológica de actualidad, pero parcial o menor. “Es, en realidad, una cuestión sobre el sentido mismo del cristianismo y sobre la misión de la Iglesia[3]. Cuenta Gustavo (con ese fino sentido del humor que le conocemos) que en una ocasión le preguntaron en Roma cuáles eran los temas más importantes que se abordan en la TL. Respondió muy seriamente: la salvación, Dios, Jesucristo, la Iglesia… Al parecer no era ésa la respuesta que su interlocutor esperaba o sospechaba. Pero, para quienes se acercan sin prejuicio, esos son los temas mayores y centrales, considerados, eso sí, desde los desafíos y las experiencias nuevas en que se vive la fe en esta realidad “de opresión y despojo”, que como dirían los obispos en Medellín “es una injusticia que clama al cielo” y la califican como una “situación de pecado”[4]

II.- EL “ORIGEN” DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Quiero centrarme no tanto en los “orígenes” o primeros pasos, sino en “el origen”, lo que originó y continúa originando esta corriente de reflexión teológica. El autor lo confiesa y analiza con profundidad en el libro. No entra directamente a la exposición de las “perspectivas” teológicas que quiere sustentar. Con honestidad intelectual -y teológica- dedica dos partes de su obra (seis capítulos) para presentarlo. Primero, el “Planteamiento del problema”: fundamentalmente: “¿qué relación hay entre la salvación y el proceso histórico de liberación humana?”[5] y las respuestas e insuficiencia de las planteamientos pastorales y teológicos, hasta entonces vigentes. Y en segundo lugar “La opción de la Iglesia latinoamericana” en el proceso de liberación: fundamentalmente el compromiso y la experiencia espiritual de los cristianos (mujeres y varones, laicos, sacerdotes y religiosos, obispos) y las primeras formulaciones de reflexión y tomas de posición (declaraciones y pronunciamientos) que se iban produciendo. Ése es el punto de partida. La teología viene después, “acto segundo”. La estructura del libro corresponde a su planeamiento metodológico: el “acto primero” es la experiencia cristiana: compromiso y oración. La referencia reflexiva a la luz de la “Palabra de Dios”, que ilumina, cuestiona, abre horizontes nuevos al compromiso y a la oración, viene después.

1.- Una nueva experiencia de compromiso político

Era claro que, en América Latina, y en concreto en el Perú, muchos cristianos y cristianas habían asumido que su fe demandaba un compromiso más firme y radical contra la pobreza y la miseria, por el cambio social; y eso implicaba una participación, de maneras nuevas y diversas, en el campo de la política y, en general, en el compromiso social.

El desafío provenía de que la actividad política no consistía ya en la tradicional pugna por la alternancia en el gobierno, sino en algo más radical, una transformación de las estructuras económicas y sociales, lo que conllevaba un enfrentamiento con las clases y sectores dominantes, opresores. Como se decía: un cambio “revolucionario”. Se vivía con pasión en el mundo popular, en el urbano y en el rural, y con particular efervescencia en el medio juvenil universitario. El compromiso político se convertía en el eje central de la vida. Muchos estudiantes se plantearon dejar sus estudios en la universidad para para insertarse más directamente en las luchas populares; surgieron no pocas veces tensiones muy fuertes en la relación con el ámbito familiar.

El cambio reclamaba más finos análisis de la realidad social y nuevas propuestas que apuntaban hacia un enfoque socialista de la sociedad. Se hacía necesario un mejor conocimiento de los aportes de las ciencias sociales, y en concreto del marxismo, que despertaba un interés creciente en el mundo universitario, especialmente a raíz del impacto de la revolución cubana, también en los sindicatos obreros y en el movimiento campesino, en el mundo popular. Lo que no dejaba de plantear, a la vez, serios cuestionamientos y recelos en el mundo cristiano por sus planteamientos filosóficos y sobre todo por su crítica teórica y práctica de la religión. Un mejor conocimiento se hacía necesario para el diálogo y la confrontación.

2.- Novedad también en la espiritualidad

La nueva situación no sólo sacudía el terreno de los compromisos. Los cristianos y las comunidades sentían afectada también su manera de creer y de rezar. La primera de las Bienaventuranzas: “Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” (Lc.6,20) y la casi última palabra de Jesús en el evangelio de Mateo:

“lo que hicieron con uno de estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt,25,40) ocuparon una centralidad relativizadora de otros aspectos de la vida cristiana. Las oraciones expresaban más las nuevas preocupaciones: la pobreza, el sufrimiento, el éxito de las luchas reivindicativas y políticas, que peticiones por necesidades individuales.Se reza por la justicia, por la solidaridad y la esperanza, por la vida de los pobres, “porque Tu reino venga”. También comienza a desarrollarse el sentido de la oración de acción de gracias porque, pese a todas las dificultades y oscuridades, se siente y cree la presencia del Dios Padre y de su Espíritu, que acompaña y sostiene. Hay como una reestructuración de la espiritualidad en torno, incipiente aún, al seguimiento de Jesús y su práctica liberadora hacia los pobres.

Gustavo se desempeñaba en esa época como asesor de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC) en el Perú y estrechamente vinculado a los movimientos de América Latina, que participaban de las mismas inquietudes y desafíos. También cercano, por la relación con otros asesores, a la evolución y reflexión de otros movimientos como la JEC, la JOC, ONIS y la pastoral en barrios marginales de Lima y en otras regiones del Perú y de América Latina. Seguía, por tanto, muy de cerca la experiencia del compromiso de los jóvenes universitarios y había que afrontar con lucidez y madurez teológica las posibilidades y los desafíos que la actividad política planteaba a la vivencia de la fe cristiana. No resultaba fácil. La urgencia y la seducción de los nuevos espacios de compromiso no siempre dejaban espacio y tiempo para la vida comunitaria, la Revisión de Vida, la oración y la teología. Charlas, jornadas de reflexión y seminarios fueron ocasión para ir adelantando temas, estudios y elaboraciones que después encontraremos reflejados en las páginas del libro: En 1965 se trabajó el tema “Caridad y amor humano”. En las diversas formas del amor humano se vive y actúa la caridad, el amor primero y gratuito de Dios. En 1967 “Seminario bíblico sobre la pobreza”: nos ayudaba a distinguir y precisar el significado de la pobreza real o material, la pobreza espiritual, la pobreza como compromiso. La pobreza tiene causas históricas, que hay que combatir con protesta y solidaridad. Realizamos Jornadas y reflexiones sobre la relación Fe y política, el proceso de secularización como expresión de una humanidad que va alcanzando su adultez, los aportes de la “Teología de la esperanza” y de la “Nueva Teología Política” de Moltmann y Metz…

3.- Una nueva teología

Esta práctica social en la que participan numerosos cristianos, mujeres y varones, pertenecientes a diversas comunidades cristianas, significaba una nueva experiencia en la manera de vivir la fe, una nueva espiritualidad, que desbordaba esquemas tradicionales de comprensión y reclamaba con urgencia una nueva reflexión teológica. En esta tarea, durante estos años, estaba Gustavo. En diciembre de 1971 nos entregó “Teología de la Liberación”, con el modesto y sugerente subtítulo de “Perspectivas”. Abre y ofrece “perspectivas” para una reflexión, que invita a proseguir y completar, pero que -como advierte en la Conclusión- no sería plena hasta “cuando los oprimidos mismos puedan alzar libremente su voz y expresarse directa y creativamente en la sociedad y en el seno del pueblo de Dios…”[6]

a) Fe y acción política. Reino de Dios y construcción del mundo

Si bien la cuestión general de la relación entre la fe cristiana en la salvación y la actividad histórica de los cristianos en el mundo “es tradicional”: “Se trata en definitiva del asunto clásico de la relación fe y existencia humana, fe y realidad social, fe y acción política; o, en otros términos: Reino de Dios y construcción del mundo.”[7].

Pero hay que reconocer que esta actividad histórica en el contexto que se estaba viviendo en América Latina revestía características inéditas, que había que tomar necesariamente en cuenta, porque planteaban nuevos desafíos a la experiencia de fe y, por tanto a la reflexión sobre ella, la teología. Se detallan algunos rasgos de esa novedad: “el carácter adulto, que ha comenzado a asumir la práctica social de nuestros contemporáneos”, “más consciente de ser un sujeto activo de la historia” y que marca un proceso de “politización”, de amplitud y hondura creciente en América Latina[8]. Esta caracterización “política” resulta englobante y afecta las relaciones y la misma realización personal de cada uno. Un segundo rasgo es el de “la radicalidad creciente de la praxis social[9], lo que pone de manifiesto el carácter “conflictual” con que se percibe y realiza el proceso liberador. El autor subraya: “Concretamente, en América Latina, esa conflictividad gira alrededor del eje opresión- liberación[10]

b) Respuestas pastorales y teológicas insuficientes

Es en esta nueva conciencia de lo que significa la exigente práctica “social” (en la que se encontraban inmersos y desafiados un número creciente de cristianos) y que es a la vez su práctica “espiritual” (es decir, su manera de vivir su seguimiento de Jesús y su amor al prójimo, su oración y su compromiso) donde radica el auténtico origen de la Teología de la Liberación. Las respuestas pastorales y las teologías de corte más tradicional, e incluso las más abiertas, que Gustavo había analizado ya en trabajos anteriores, no habían logrado sintonizar plenamente con lo que estaba en juego.[11]

No obstante, y en honor a la verdad, la Teología de la Liberación no es simplemente ruptura y comienzo de cero. Tampoco podría serlo lo que no le resta ni originalidad ni novedad. Ésta resulta, más bien, de la atención a la presencia salvadora de Dios en la historia, que se revela siempre nueva e interpelante -no es repetición- en los acontecimientos en los que los seres humanos nos comprometemos, buscando promover – o, lamentablemente a veces, retrasar- la plena realización de nuestra humanidad en la justicia y la fraternidad, libre de opresiones y, de explotación, en sus diversas formas: clases sociales, dominaciones culturales, económicas, raciales, de relación entre los sexos, etc.

c) El enfoque de la Teología de la Liberación

Por eso la Teología de la Liberación, más que como un sistema acabado y cerrado, se presenta como “perspectivas”. Éstas se han ido ampliando y enriqueciendo en la medida en que los procesos de liberación se iban desplegando en el tiempo, sensibles a nuevas expresiones y dimensiones de la opresión en la convivencia humana, haciéndose conscientes, y demandando una atención y comprensión desde la fe cristiana, la teología. De alguna manera recoge y se inspira en lo que Juan XXIII y el Vaticano II plantearon como “signos de los tiempos”. Los tiempos y sus “signos” no se detienen. Y, cuando en ellos se juega la vida y el protagonismo liberador de los pobres, podemos reconocerlos como verdaderos “lugares teológicos”. En lo que es realizado por ellos –no olvidemos que los pobres son sujetos y protagonistas, y con ellos y en favor de ellos, se acoge y hace presente el Reinado de Dios, se vive ya la salvación.

+Liberación y salvación

Me parece que en eso radica uno de los aportes más importantes –o sencillamente el más importante y trascendente- de la Teología de la Liberación, al que Gustavo dedica el trabajadísimo y central capítulo 9, titulado precisamente: “Salvación y Liberación”.

Sin duda constituía una de las preocupaciones y búsquedas de las teologías previas y contemporáneas al Concilio, como la “Teología de las realidades terrestres”, “Teología del desarrollo”, la de los grandes teólogos europeos presentes en el Concilio y de la llamada “mayoría” conciliar: la relación entre el progreso temporal al que apunta la modernidad y el Reino de Dios, la salvación. La constitución “Gaudium et Spes” lo aborda y avanza, aun sin llegar a resolverlo plenamente. En el número 39 termina proponiendo: “aunque hay que distinguir cuidadosamente entre progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al Reino de Dios”. “Interesa en gran medida” significa un avance en la relación, pero aún insuficiente. Miradas las cosas desde la realidad y los desafíos de los países subdesarrollados, marcados por la injusta desigualdad y pobreza inhumana, como había hecho Medellín, resulta una formulación demasiado general. Era preciso ahondar y avanzar.

+ Una sola historia

La salvación gratuita, a la que Dios convoca, tiene su primera concreción en la “creación: primer acto salvífico” y en el llamado a los seres humanos libres, en orden a construir una humanidad fraterna y justa, la historia humana, de la que ellos son protagonistas. Es lo que Gustavo formula con fuerza como “una sola historia”, habitada por la gracia salvadora del amor de Dios. Así, todo esfuerzo humano por quebrar formas diversas de opresión e inhumanidad -lo que teológicamente se denomina “pecado”- y por establecer formas más justas de relación e intercambio, de reconocimiento de derechos y capacidad de tomar decisiones entre las personas, los grupos humanos y clases sociales –lo que puede justamente denominarse proceso de “liberación”- constituyen ya de alguna manera verdadera “salvación”, aunque aún se espera la plenitud de esa salvación, comunión plena con Dios y con los hermanos. No se atenta contra, ni se reduce la gratuidad de la salvación, que siempre es don de Dios; ni se disminuye, antes bien se alienta y valora, el protagonismo libre y responsable de los seres humanos. No se trata de un optimismo político y teológico ingenuo; si es preciso el compromiso liberador, es precisamente porque existe –y persiste- la opresión, el pecado, egoísmo radical, que se niega al amor, a la justicia y a la fraternidad. Pero no nos deja caer en un pesimismo radical y paralizante.

La perspectiva abierta por la Teología de la Liberación impulsa hacia un realismo –¿cómo no reconocer la dura realidad de la pobreza y opresión? – pero habitado por la esperanza y el amor, que la fe en la salvación de Dios -su don gratuito y actuante- sostiene. La terca presencia de la pobreza y de la opresión, del sufrimiento de los pequeños e inocentes en todas sus formas, resulta desesperante e indignante. Pone cada día a prueba la fe en Dios. Este Dios nuestro, el que a veces nos gustaría poder reclamarle que manifieste su “omnipotencia” frente a los poderes mundanos opresores, se empeña en ser un “Dios escondido” (Is.45,15), discreto que, precisamente porque es amor, nos ha querido y creado libres, protagonistas en nuestro quehacer histórico. Las parábolas del Reino apuntan a esa fuerza transformadora de la presencia discreta, pero eficaz de Dios en la historia. Es el fundamento firme de nuestra esperanza.

No resulta fácil medir y cuantificar los frutos de liberación; resultan más evidentes y publicitados los éxitos económicos, tecnológicos. Pero, no sólo ahora, desde tiempos y siglos pasados, hombres y mujeres escuchan, se conmueven e indignan, se organizan y actúan, ante el clamor de los oprimidos. Ahí radica el “origen” de los movimientos y prácticas de liberación: en el mundo campesino rural, en los trabajadores, en las mujeres, en las poblaciones marginales de las ciudades, en las comunidades de la Amazonía, etc. Esa persistencia, aunque a veces pueda aparecer un tanto apagada, no podía dejar de plantear la pregunta sobre el sentido salvífico de esa opción y compromiso: ¿Qué relación puede darse entre el compromiso histórico por la liberación, en el que muchos arriesgan y entregan su vida –y no es sólo una metáfora, es una cruda y elocuente realidad- y la salvación de Dios, que creemos se nos alcanza en la entrega de Jesús hasta la muerte? La pregunta no es retórica, es vital y radical. Como recuerda Gustavo, es la pregunta por el sentido del cristianismo, de la salvación, de la Iglesia, de Dios. En eso radica el “origen”, lo que origina y mantiene actual en toda su vigencia la Teología de la Liberación.

+ Cristo Liberador

El capítulo se cierra con la reflexión sobre “Cristo y la liberación plena[12], las páginas teológicamente más decisivas de la obra, cuyos 50 años celebramos. Más que intentar resumirlas, invito a releerlas con la mayor atención.

Algunos criticaron a la Teología de la Liberación por un excesivo énfasis en la inspiración veterotestamentaria, dejándose llevar por la referencia y detenido estudio del acontecimiento liberador del Éxodo[13]. Pero el centro articulador de toda la reflexión y de las “perspectivas” teológicas que abre, radica precisamente en la fe en la acción liberadora de Cristo: “Esta liberación radical es el don que aporta Cristo. Por su muerte y resurrección redime al ser humano del pecado y de todas sus consecuencias”.

El pecado – su existencia y gravedad no es negada, pero sí redimensionada en la Teología de la Liberación- no es solo considerado como “realidad individual, privada e intimista”, constituye “un hecho social, histórico, ausencia de fraternidad … se da en estructuras opresoras, en la explotación de unos seres humanos por otros, en la dominación y esclavitud de pueblos, razas y clases sociales … como alienación fundamental, como la raíz de una situación de injusticia y exploración[14]. Los obispos latinoamericanos en Medellín habían tenido la audacia de calificar la situación injusta y violenta que se vive en el continente como “una situación de pecado”[15], por lo que pudieron proclamar a continuación la radicalidad de la acción liberadora de Dios en Cristo: “es el mismo Dios quien, en la plenitud de los tiempos, envía a su hijo para que hecho carne, venga a liberar a todos los hombres de todas las esclavitudes a que los tiene sujetos el pecado, la ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio que tienen su origen en el egoísmo humano[16]. La acción liberadora de Cristo, por ser liberación del pecado, engloba y apunta a la liberación de todas las esclavitudes históricas, de las que paulatinamente vamos haciéndonos conscientes.

En conclusión, y como punto de llegada de su argumentación escribe: “A esa raíz y a esa condición última sólo se llega a través de la aceptación del don liberador de Cristo que supera toda expectativa, Pero inversamente, toda lucha contra la explotación y la alienación, en una historia que es fundamentalmente una, es un intento por hacer retroceder el egoísmo, la negación del amor. Es por ello que todo esfuerzo por construir una sociedad justa es liberador… es ya obra salvadora, aunque no sea toda la salvación. [17].

Este entronque cristológico devuelve su unidad profunda a la vida, con frecuencia como desdoblada, de los militantes cristianos: su compromiso social y político y su experiencia espiritual, orante, en la comunidad cristiana; su lucha, con muchos otros y otras, por la justicia y su acogida y anuncio del Reino de Dios. No hay que confundir, pero menos aún separar. El Reino de Dios adviene en la historia como don gratuito, se va haciendo presente en hechos históricos, y en ellos se va anunciando y acercando su plenitud. “Puede decirse –concluía Gustavo-que el hecho histórico, político, liberador es crecimiento del Reino, es acontecer salvífico, pero no es la llegada del Reino, ni toda la salvación. Es realización histórica del Reino y porque lo es, es también anuncio de plenitud”[18].

III.- UNA TEOLOGÍA “ECLESIAL”

Ahondando en el “origen” de la Teología de la liberación” y en el contexto de los 50 años del libro, me gustaría explicitar un rasgo más: el carácter eclesial de la Teología de la Liberación. Ciertamente toda teología, en la medida que expresa una reflexión sobre la práctica cristiana, es eclesial. Pero hay teologías que son reconocidas más por el nombre particular del teólogo que la elaboró. En el caso de la “Teología de la Liberación”, sin que con eso se pretenda disminuir la importancia del aporte personal de Gustavo, que todos reconocemos, lo que intento subrayar es que la Teología de la Liberación no se entiende en su origen y en su incidencia posterior, sino articulada a la experiencia eclesial (pastoral y espiritual) de la que venimos hablando.

1.- Teología y espiritualidad

Recogiendo una observación del P. Chenu, Gustavo reflexiona en un escrito posterior sobre la relación “Espiritualidad y teología” y reconoce: “la firmeza y el aliento de una reflexión teológica está precisamente en la experiencia espiritual que la respalda[19]. En este caso, como sugiere el subtítulo del libro “Beber en su propio pozo”, se trata de “en el itinerario espiritual de un pueblo”. Esta insistencia en el enraizamiento espiritual de su reflexión no significaba una especie de repliegue defensivo ante algunas críticas y dificultades, como alguno con ligereza malinterpretó. Se encuentra ya explicita y desarrollada desde la primera edición, en el “origen” mismo de la Teología de la Liberación: “Una espiritualidad de la liberación”.[20]

Espiritualidad entendida como “el dominio del Espíritu”. “una manera concreta, movida por el Espíritu de vivir el Evangelio. Una manera precisa de vivir “ante el Señor” en solidaridad con todos los seres humanos, “con el Señor y ante ellos”. En el contexto de lo que se vive en América latina, “se trata de una espiritualidad que ose echar sus raíces en el suelo constituido por la situación de opresión-liberación”[21]. De ella se indican tres notas: conversión al prójimo, al ser humano oprimido, a la clase social expoliada, a la raza despreciada, al país dominado” … “una vivencia de gratuidad”; … “una fuente de alegría”. Cierra la reflexión con una breve referencia al Magnificat: “El Magnificat podría expresar muy bien esta espiritualidad de la liberación”. Lo comenta como: “Texto de acción de gracias por los dones del Señor”, añadiendo a continuación: “Pero al mismo tiempo es uno de los textos de mayor contenido liberador y político del Nuevo Testamento”. El futuro de la historia está en la línea del pobre del expoliado. La liberación auténtica será obra del oprimido mismo, en él el Señor salva la historia[22].

La espiritualidad de la liberación, como el mismo proceso de liberación, no es una experiencia individual. “Sin respaldo comunitario no es posible ni el surgimiento ni la vivencia de una nueva espiritualidad[23]. Constituye una experiencia eclesial, que reclama por su propio dinamismo la reflexión y comprensión. Las grandes tradiciones espirituales en la historia de la Iglesia – lo recuerda también el texto aludido del P. Chenu- son las que han dado origen a las teologías.: “los sistemas teológicos no son sino la expresión de las espiritualidades… Una teología digna de ese nombre es una espiritualidad que ha encontrado los instrumentos racionales adecuados a su experiencia religiosa”[24].

2.- Teólogo en la comunidad eclesial

El teólogo y su reflexión teológica –si es “digna de ese nombre”- viven en y de esa experiencia eclesial, se nutren de ella y la entregan como servicio para su mejor comprensión y trasmisión abierta a nuevas experiencias que en la comunidad eclesial van surgiendo. Su teología no es propiedad privada del teólogo, sino riqueza de la comunidad, para comprenderse y abrirse –en este caso- hacia nuevas tareas y ámbitos de liberación (por raza o color, condición de mujer, o de comunidad originaria, orientación sexual, explotación de la naturaleza, maltrato de la Amazonía y de sus poblaciones naturales, etc. Por ese entronque en la comunidad eclesial comprometida en los procesos de liberación, la propuesta original de la Teología de la Liberación no se agotó en ella misma, sino abrió “perspectivas” que se fueron concretando y formulando progresivamente. Teología de la liberación, más que un sistema cerrado, es una manera de afrontar teológicamente las nuevas expresiones y los nuevos sujetos que se implican en el proceso de liberación. Precisamente por eso, continúa viva y abierta.

3.- “La Teología de la liberación es útil y necesaria”

Una última observación, y no menor, que me gustaría subrayar en la obra y autor que hoy celebramos, es su fidelidad eclesial, su terca fidelidad eclesial, peleadora, responsable y esperanzada, pese a tantas incomprensiones, tergiversaciones y acusaciones, llegadas de muy diversas instancias eclesiásticas. Finalmente, tras pacientes y lúcidas aclaraciones, precisiones y profundizaciones -no retrocesos-, la Teología de la Liberación ha encontrado un reconocimiento y acogida en la larga historia de la reflexión teológica en la Iglesia. Juan Pablo II lo expresaba a los Obispos de Brasil: “La teología de la liberación es útil y necesaria”, reconociendo precisamente que “Los pobres de este país, que tienen en ustedes a sus pastores, los pobres de este continente son los primeros en sentir la urgente necesidad de este evangelio de la liberación radical e integral. Ocultarlo sería defraudarlos y desilusionarlos”[25]. Permítanme subrayar que el texto del Papa parece fundamentar la legitimidad eclesial de esta Teología no tanto en la aprobación del Magisterio cuando en el reconocimiento y necesidad de los pobres.

4.- Liberación en la Iglesia

La presencia de personas y comunidades eclesiales en el proceso de liberación, la experiencia espiritual que se replantea, no sólo suscitan una rica reflexión teológica en la Iglesia; “replantea el sentido y la misión de la iglesia en el mundo… muchos cristianos se preguntan cómo ser Iglesia hoy[26]. Se venía sintiendo y hablando de un cierto malestar, de crisis, de necesidad de “aggiornamento” en consonancia con el mundo moderno. A eso intentó responder el Vaticano II. Ya en la propuesta de Juan XXIII se había incluido otra inquietud: ¿cómo ser Iglesia de todos y especialmente una Iglesia de los pobres”. Medellín habló de “una Iglesia pobre, misionera y pascual” (Juventud 15). No se trata sólo de algunos cambios para adaptarse mejor a los nuevos tiempos. El desafío mayor no es la modernidad, sino la pobreza y la desigualdad, la “injusticia que clama al cielo”, “la situación de pecado”. Francisco ha planteado la necesidad urgente de conversión, de “liberarse” de una experiencia secular: una Iglesia autorreferencial, clerical y poderosa, para ser una “Iglesia en salida”, Pueblo de Dios, Iglesia sinodal, servidora y samaritana. Hoy nos sentimos eclesialmente abrumados y avergonzados por una muy grave “situación de pecado”: de abusos, de silencios y de omisiones para con las víctimas. La exigencia y el compromiso radical de liberación, a la que el Cristo Liberador nos llama, como seres humanos y como Iglesia, nos urge a una conversión radical hacia los pobres, hacia los oprimidos por el sistema social y los oprimidos por nuestro propio sistema eclesial. Sin esta liberación difícilmente llegaremos a ser una Iglesia sinodal y creíble.

CONCLUSIÓN

Aunque ya lo he aludido anteriormente, permítanme concluir con la observación que hace Gustavo al finalizar su libro: “Pero, en última instancia, no tendremos una auténtica teología de la liberación sino cuando los oprimidos mismos puedan alzar libremente su voz y expresarse directa y creadoramente en la sociedad y en el seno del Pueblo de Dios. Cuando ellos mismos “den cuenta de la esperanza” de que son portadores. Cuando ellos sean los gestores de su propia liberación. Por ahora será necesario limitarse a esfuerzos que contribuir a que ese proceso apenas iniciado se ahonde y afiance[27].

A lo largo de las exposiciones y testimonios de este Seminario podremos ir haciéndonos una idea de cómo ha avanzado ese programa, de sus logros y sus tareas pendientes.

Y, para terminar, agradecimiento a ti, Gustavo

Luis Fernando Crespo

Sacerdote diocesano. Bachiller y licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas de España. Es profesor de Teología en la Pontificia Universidad Católica del Perú desde abril de 1964 y jefe del Departamento de Teología en varias ocasiones. Asesor del movimiento Unión Nacional de Estudiantes Católicos UNEC por décadas y fino comentarista bíblico. Autor de Revisión de vida y seguimiento de Jesús (1991 y 2020), Preparen los caminos del Señor. Comentarios de Adviento y Navidad (2011), Elogio a la misericordia (2016), y Conducidos por el Espíritu. ¿Qué hemos de hacer? (2020)

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BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA DE GUSTAVO GUTIÉRREZ[28]

Publicación fundacional

El padre Gustavo Gutiérrez publicó, en 1971, Teología de la liberación. Perspectivas, que inició una corriente renovadora que enriqueció el concepto de lo que representa una teología, poniendo el foco en “la opción preferencial por los pobres”.

“Una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado: abriéndose -en la protesta ante la dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los hombres, en el amor que libera, en la construcción de una nueva sociedad, justa y fraternal- al don del reino de Dios”. Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas

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Iglesia que estaba en renovación

Dos eventos previos que influyeron en la teología de la liberación fueron el Concilio Vaticano II, que entre 1962 y 1965 reunió a representantes de la iglesia universal, y la conferencia de Medellín de 1968, de enorme impacto entre los miembros del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

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Reformas del Concilio Vaticano II

El Concilio acercó la Iglesia católica a los fieles de a pie y a los pobres, e influyó en el activo desarrollo de un pensamiento teológico. Entre sus reformas más notorias están: El Concilio marcó un retorno a las fuentes del Evangelio y abrió las ventanas de la Iglesia al mundo contemporáneo, abrió el diálogo y fomentó el ecumenismo con otras religiones. Nadie debería ser forzado a aceptar la religión católica, emprendió una reforma litúrgica significativa que implicó la celebración de la Eucaristía en los diversos idiomas y cara al pueblo, promovió el compromiso activo del laicado en la sociedad y la solidaridad con los pobres.

Vínculo permanente con Roma

En sus primeros años, la teología de la liberación fue cuestionada por los sectores más conservadores de la Iglesia. Incluso algunos piensan que el padre Gustavo Gutiérrez había sido excluido o sancionado, lo cual nunca ocurrió.

El padre Gustavo siempre formó parte de la Iglesia, que, como toda institución, cuenta con representantes de diversas vertientes de pensamiento.

A través del liderazgo del papa Francisco, el Vaticano reconoce la influencia y relevancia de esta corriente teológica nacida en Latinoamérica para impulsar una Iglesia al servicio de las grandes mayorías. https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2018-06/papa-francisco-saludos-carta-gustavo-gutierrez-90-cumpleanos.html

Vida y obra

Gustavo Gutiérrez nació en Lima el 8 de junio de 1928 y creció junto a dos hermanas menores. Una temprana osteomielitis le obligó a estudiar en casa y se convirtió en ávido lector. Esta vocación por el conocimiento cimentó su carrera académica. Alternó cursos de Medicina en la UNMSM y de Letras en la PUCP por casi tres años hasta que, en 1950, los dejó para seguir su vocación sacerdotal, en la que completó diversos estudios.

Grados y títulos académicos

En su etapa como seminarista, viajó a Europa para formarse en varias especialidades:

1951: obtuvo el grado de bachiller en Filosofía por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica).

1952 – 1955: se graduó en Psicología por la Universidad Católica de Lovaina. Obtuvo su título de licenciatura con la tesis “Sources et premiers développements de la notion de conflit psychique chez Freud”.

1955 – 1959obtuvo la licenciatura en Teología por la Universidad Católica de Lyon (Francia).

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Posgrados en teología

1959 – 1960: Universidad Gregoriana (Roma, Italia)

1962 – 1963: Instituto Católico de París (Francia)

1985: doctorado en Teología por la Universidad Católica de Lyon

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Trayectoria pastoral

Gustavo Gutiérrez se ordenó como sacerdote diocesano a los 31 años, e inició un largo e importante camino pastoral. En el año 2009, a los 81 años, se une a la Orden Dominica, a la que también perteneció fray Bartolomé de las Casas.

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Tareas desarrolladas

1965: participó en el Concilio Vaticano II como observador y colaborador del cardenal Juan Landázuri y de monseñor Larraín, presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM).

1967-1978: se integró al equipo teológico-pastoral del CELAM.

1968: participó en la “Conferencia de Medellín”, uno de los eventos precursores de la teología de la liberación.

1960 – actualidad: es asesor de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC).

1974-1980: fue fundador y director del Instituto Bartolomé de las Casas.

1979: fue asesor de los obispos Helder Cámara, cardenal Aloysius Lorscheider, Leonidas Proaño y otros en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla (México).

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TESTIMONIOS [29]

Teología de la Liberación: diálogo entre iglesia y mundo.

En un tiempo de profundos cambios en la sociedad y en la Iglesia, fui testigo de cómo la reflexión de G buscaba responder a las experiencias y búsquedas de los cristianos. La TL de GG surge como reflexión sobre la práctica de los cristianos, tanto en el compromiso en la sociedad y en la política, como en la pastoral de la Iglesia. Para GG la teología, como lo explica en TL (Cap. I, p. 15 ss, p.31), es una reflexión crítica sobre la praxis histórica a la luz de la fe. G siempre nos repetía que la teología es un acto segundo, que el acto primero es la práctica y la contemplación.

Mis padres se preocupaban mucho de la política y de los problemas sociales. Viniendo de un colegio religioso, yo me preguntaba qué tenía que ver la fe que tanto significaba para mí, con el mundo y la historia humana, que me interesaban y llamaban. Quizá por eso trabajé Teilhard de Chardin en mi primer año de Letras en la PUCP. Y me involucré en la organización estudiantil, la FEPUC, bajo la presidencia de Rafo Roncagliolo y la organización de Henry Pease. A esa inquietud mía y seguramente de muchos otros, respondió GG de varias maneras.

En mi segundo año de Letras en 1963 encontré a Gustavo como un maestro de teología que nos presentaba lo esencial de la fe cristiana, el amor. Nos hacía leer la Biblia y nos conectaba con escritores católicos como Bernanos y su Diario de un cura rural, o Graham Greene en El poder y la gloria. Nos confrontaba con pensadores no religiosos como Camus, Sartre y Marx; o con cineastas como Buñuel, cuya película Nazarin vimos varias generaciones de estudiantes, como un ejemplo de la fuerza del amor humano frente a una caridad entendida como deber desencarnado.

En mi primer campamento de UNEC en 1965 nos hizo trabajar textos bíblicos sobre Caridad y Amor Humano, para ver cómo el amor cristiano se encarna en el amor humano y no existe aparte. Las conclusiones de los grupos de trabajo sobre la amistad, el amor de pareja o a los hijos, fueron luego publicadas en un folleto con el mismo título. Destaco particularmente el tema de Una sola historia, charla que nos dio en 1966, donde planteaba que no hay dos historias, una profana y otra sagrada, sino que la salvación se da en la historia y por tanto ésta tiene importancia y valor; aunque no se identifica con el Reino de Dios, éste va germinando en los acontecimientos. Dios nos salva y nos habla en la historia. Este descubrimiento fue central para mí.

En su curso y acompañamiento él practicaba el diálogo de la fe con el pensamiento secular, de la Iglesia con el mundo, que sería uno de los llamados más importantes del Concilio que se desarrollaba en esos años. La atención al Concilio fue central para G; estuvo presente en Roma y nos trasmitía los debates documentos que iban saliendo, que trabajamos en el Seminario Nacional de UNEC en 1965, cuando Gaudium et Spes era todavía el esquema XIII y se hablaba de un posible esquema XIV sobre la pobreza, que no llegó a ser, pero que Gustavo trabajó en un curso con UNEC en 1967, que nos marcó muchísimo.

Por eso los temas que G planteaba en su curso y en su acompañamiento a nosotros los estudiantes significaron tanto para mí, como para muchos otros.

Cecilia Tovar Samanez

Licenciada en Educación con especialidad en filosofía y ciencias sociales por la Pontifica Universidad Católica del Perú, realizó estudios de postgrado en el Instituto Superior de Filosofía de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) obteniendo los grados de licencia y primer doctorado.

Miembro del Movimiento de Profesionales Católicos (MPC) y del Movimiento católico internacional de profesionales e intelectuales (MIIC-Pax Romana). Junto al P. Gustavo Gutiérrez y otros es fundadora del Instituto Bartolomé de Las Casas en 1974, donde trabaja hasta la actualidad. Autora de libros como “Ser Iglesia en tiempos de violencia”, “Una iglesia en defensa de la vida: Perú 1980-2000”, entre otros.

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En el seminario sobre “Caridad y amor humano” Gustavo Gutiérrez formuló las bases de lo que sería la Teología de la Liberación.

Yo tenía 16 años en 1963, cuando ingresé a la Facultad de Letras de la Universidad Católica. El ingreso a la Universidad me abrió no a uno sino a varios mundos y me permitió vivir encuentros con amigas y amigos extraordinarios, amistades que aún perduran en mi vida actual, ahora que soy un “adulto mayor” y que llegué a los 75 años. El cambio más notable fue el de pasar de un colegio de hombres, un “colegio de curas”, a una facultad mixta donde cultivé las amistades que mencioné previamente y que siguen nutriendo mi vida. En la Facultad de Letras, el padre Gustavo Gutiérrez fue mi profesor de Teología. El encuentro con él me marcó, como a muchos, y tuvo una gran influencia en mi vida. También me permitió descubrir a varios valiosos autores. Gracias a él y a Hugo Echegaray, descubrí la UNEC (Unión Nacional de Estudiantes Católicos) que fue para mí una escuela de vida donde conocí a muchas personas interesantes. Participé en muchos eventos, entre otros en una semana de formación sobre el tema “Caridad y amor humano” donde el padre Gustavo formuló las bases de lo que sería la Teología de la Liberación. Mi amistad con Gustavo ha perdurado durante todos estos años y he tenido el privilegio de hospedarlo en mi departamento en París en varias oportunidades. Cada vez que estoy en Lima lo veo, con un sentimiento de cariño y de gratitud.

Alberto Rutté García

Psicólogo social y educador especializado. Autor del libro “Simplemente explotadas. El mundo de las empleadas domésticas” (Lima: DESCO, 1973 (serie PRAXIS). En los años 70 trabajó en los pueblos jóvenes de Chimbote en Perú, inspirado en la pedagogía de Paulo Freire. Posteriormente obtuvo una beca para seguir estudios en Paris (Francia), donde luego ejerció como educador especializado (trabajador social). Ha trabajado con jóvenes migrantes, con personas que viven en la precariedad, en programas de prevención del Sida y ha sido profesor en la Escuela de Educadores de Aubervilliers (París).

Actualmente “navega” entre Paris –donde ha vivido 45 años– y Lima, donde piensa radicar cada vez más.

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Gustavo, siempre en comunidad creyente, con los pobres

Es conocido que Gustavo es, tanto miembro de la comunidad creyente, como caminante con los pobres de este mundo. Me permito recordar, los primeros contactos personales en un momento significativo, en gran momento de la renovación comunitaria de los laicos, en la apertura de las ventanas de la Iglesia al mundo, que implicaba un encuentro con los sujetos sociales. Los movimientos laicos se forman, para la renovación de la iglesia católica, en el encuentro con las experiencias y esperanzas de los sujetos sociales y generaciones. La Juventud Estudiantil Católica y la Unión Nacional de Estudiantes Católicos compartíamos un segundo piso en Jirón Ucayali en el Cercado de Lima. En la JEC dos tocayos veníamos de La Salle, Lete Dammert y el que escribe. En salones diferentes, juntos, pero no revueltos, al otro lado del pasillo, la UNEC donde conocí a Gustavo. Precisemos además que, en la misma casona antigua, en el primer piso, entrando por otra puerta, estaban los locales de la Juventud Obrera Católica y la Juventud Agraria Católica. Estos movimientos laicos, desarrollaron una pedagogía de inserción en el propio medio social, superando una evangelización ajena a las particularidades de la vida y abstraída de las estructuras. La teología que Gustavo elaboraba, nos aportó una perspectiva y espiritualidad liberadoras. La opción preferencial por los pobres, dio una perspectiva global y articuladora a los diferentes movimientos laicos como una liberación de todas las opresiones y de todas las personas. Esta teología y el testimonio de Gustavo, nos ha acompañado cincuenta años, en nuestra acción social y política, renovándose, leyendo los tiempos, con búsquedas y caminos de emancipación de pueblo creyente.

Manuel Iguiñiz

Un particular elemento de continuidad en mi experiencia espiritual desde esta época estudiantil, inspirada en la teología de la liberación, ha sido la de leer los signos de los tiempos desde esta perspectiva liberadora, que tuvo como piedra angular el reconocer la caridad como amor humano. A lo largo de mi trayectoria, a estas alturas, larga y feliz, me ha acompañado en diferentes búsquedas: en iglesia, en ambientes profesionales, en la política de izquierda y particularmente en la búsqueda de una educación liberadora; tanto en la promoción social de la educación popular, como en el ejercicio y conducción de la política pública como viceministro de educación.

Freire decía, en consonancia, que leer, es también leer el mundo. Aún hoy esas lecturas se siguen renovando como la vida.

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Se trata pues de una liberación integral.

Tuve el privilegio y la alegría de participar en la realización de tareas concretas solicitadas por mi “tío de corazón” Gustavo cuando redactaba su libro. Y esta –como otras de sus obras–, me marcó a fuego en el diseño y la desafiante y difícil concreción de mi horizonte de vida, que, a mi modo de ver, es propio de todas las personas: seguir luchando tierna y amorosamente durante toda su vida en este mundo desquiciado y sin brújula, compartiendo un proyecto de vida basado en principios y valores que posibiliten que “toda la persona y todas las personas” puedan florecer plenamente, contribuyendo así a crear las condiciones para que todos florezcamos juntos.

Esto, a mi modo de ver, es el sentido profundo del término ‘liberación’ que el propio Gustavo nos lo recuerda citando Justicia (Documentos finales de Medellín, Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, septiembre de 1968):

“Es el mismo Dios que en la plenitud de los tiempos, envía a su hijo para que hecho carne venga a liberar a todos los hombres de todas las esclavitudes a las que les tiene sujeto el pecado, la ignorancia, el hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio que tienen su origen en el egoísmo humano”. (Subrayado nuestro)

Se trata pues de una liberación integral.

La teología de la liberación es todavía primaveral porque en el mundo en el que vivimos sigue estando “en la flor de la edad” (Virgilio). Sigue estimulando la lectura y la relectura de nosotros mismo y el mundo. Por eso sigue renaciendo. Y no solo porque la leemos, sino porque ella misma –como diría Umberto Eco– nos lee a nosotros mismos, incluyendo a los que la rechazaron por ser subversiva al ideologizar y politizar el Evangelio. La prueba está en las obras que en todas las regiones del mundo siguen inspirándose en ella y haciéndola florecer. Así como en el agradecimiento del papa Francisco en la carta que le dirigió a Gustavo el 29 de mayo de 2018 al cumplir sus 90 años el 8 de junio:

“Me uno a tu acción de gracias a Dios y también a ti te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad, a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad”. Y le agradece “por todos los esfuerzos y por tu forma de interpelar la conciencia de cada uno para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión”.

La teología de la liberación sigue siendo para todos, un auténtico semillero que posibilita que sigamos discerniendo el mensaje de Cristo a fin de ser conscientes de los retos y exigencias que nos demanda nuestra humanidad en construcción permanente para que nuestro actuar sea cada vez más diligente y eficaz. En síntesis, tener raíces y alas fundadas en la fe de la esperanza del amor.

Y Gustavo sigue también siendo primaveral, porque sigue tenazmente fiel a su ideal.

Alfonso E. Lizarzaburu.

Ex presidente de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), ex miembro de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC) y actualmente Consultor Internacional en Educación de la UNESCO. Mi militancia en la JEC -­de la que fue asesor José Rouillón Delgado– y en la UNEC –de la que Gustavo y otros destacados sacerdotes fueron asesores–, redefinieron mi vocación profesional y de vida. Me di cuenta de que como cristiano no podía vivir sin asumir los problemas de mi país, de luchar por su liberación. Así comienza mi experiencia como educador de jóvenes y adultos, en un programa de alfabetización en una “barriada” situada en pleno centro de Lima.

El equipo de alfabetizadoras estaba constituido por estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), todas, quechua hablantes. En una reunión con su Comité Directivo nos informaron que había unas 20 mujeres que nunca tuvieron la posibilidad de ir a la escuela, solo hablaban quechua y querían alfabetizarse para enfrentar la vida de manera autónoma, tener confianza en sí mismas, tomar su vida en sus propias manos, recuperar su dignidad y esperanzas, no ser menospreciadas como ciudadanas de segunda clase, ser reconocidas como personas, ayudar a sus hijos en la escuela, hacer sus cuentas en el mercado sin ser engañadas, rellenar los documentos en sus demandas administrativas, etc. Esta experiencia tuvo resultados muy positivos. Algunos años después, en el marco de la Reforma de la Educación, creamos y dirigí la operación Alfabetización Integral (ALFIN). Alfabetizamos a más de 250,000 jóvenes y adultos en menos de tres años. La teología de la liberación me permitió comprender que el Evangelio no es un decálogo de prohibiciones, sino un ideal de amor liberador de la explotación material y espiritual que se mide por el viejo refrán “obras son amores y no buenas razones”.

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Poemas inspirados en el carisma de Gustavo Gutiérrez

AL TEOLOGO DEL DIOS LIBERADOR [30]

A Gustavo Gutiérrez en sus 90 años

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Tu nombre se escribe
con “G” de Gratuidad
Me es imposible
dejar de mencionarlo
al celebrar hoy
el regalo
de los 90 años
de tu vida.

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I

“La caridad
se expresa
en el amor humano
.. y lo dilata”
(¡Cómo olvidar la pasión
con la que debatías sobre el drama de Nazarín
en la película aquella de Buñuel!)
“Prójimo no es aquel
que yo encuentro en mi camino
sino aquel
en cuyo camino
yo busco colocarme”.
Mensajes contundentes
que marcaron nuestra juventud…

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II

Cómo no traer a la memoria
tus orientaciones
en el estudio colectivo
de los documentos
de Vaticano II,
las lecturas entusiastas
de Populorum Progressio.
Tus reflexiones
sobre Fe y Compromiso
nos abrieron
la ruta
hacia la caridad política.

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III

La Teología de la Liberación
entroncada
a tu trabajo con Dom Helder
en la Conferencia Episcopal de Medellín.
¡Grandes Signos de Renovación
en nuestra Iglesia de América Latina!
La injusticia es violencia institucionalizada…
Pobreza: Solidaridad y Protesta.

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IV

Cuán importante es en esos años del Perú,
la voz del Movimiento Sacerdotal ONIS
…y luego las articulaciones por una Fe y Acción Solidaria
en los diferentes rincones del país.

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V

Peruano
Estudioso de Mariátegui.
Interlocutor entrañable de José María Arguedas.
Seguidor de Fray Bartolomé de las Casas.
Amigo desde la infancia de Juan Gonzalo,
también de Toño
y de nuestro Watanabe,
(por nombrar solo a algunos
de los que ya se fueron,
entre tantos otros
que todavía están.)[31]
Todos ellos,
contigo,
ligados
simbólica
y vitalmente,
al destino del Perú.

.

VI

Universal
Renovador
como Tomás de Aquino en la Edad Media
(Con razón te llama Dom Casaldáliga
“Tomasito de América Latina”).
En pleno siglo XX
supiste beber
del pozo principal
y dialogar
con diferentes voces
sembrando caminos,
plantando sólidas raíces
para una Iglesia
fiel
a los signos de los tiempos.
Por todo ello y mucho más
pronuncio hoy
90 veces
¡Gracias!

Psicóloga. Siendo joven “sanmarquina”, formó parte de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), movimiento del cual Gustavo Gutiérrez era asesor. En estas líneas expresa cómo el autor de la Teología de la Liberación marcó su trayectoria de compromiso por la transformación social. Actualmente está ligada a la acción ecosocial buscando escuchar a la vez “El Grito de la Tierra y el Grito de los Pobres”, a lo que el Papa Francisco llama a la humanidad entera en la encíclica Laudato SI.

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GUSTAVO GUTIÉRREZ

Guiña chistes y chismes escolásticos,
cortando
con el aire de su nariz incaica,
el miedo y la tristeza
de todo un Continente.

Cojeando, bajito, va muy alto y muy lejos…

La pelada testuz de un adivino
-roca del Machu-Pichu, morada del Misterio-
corona su cabeza luminosa.

(Perú
-Costa del Mar, menos pacífico,
que debería ser vaivén hermano.
-Sierra del Viento nuestro en flautas libres.
-Selva a las puertas de la Amazonía,
conquista de codicia y de masacre,
Oriente del Mañana de los pobres).

Ronca palabra de maestro antiguo,
suelta en sabias cascadas. Tiempo adentro,
recogiendo las rocas de la Muerte,
fecundando los valles de la Vida.

«Suma» criolla de Liberación.

Exegeta de Marx,
críticamente
sabe afeitarle al viejo
la dialéctica barba,
respetándole el rostro
de profeta del Lucro y de la Historia.

Testigo fiel del Verbo y de los hombres,
lleva su corazón en punto alerta
con la Hora de América Amerindia.
Agudo curtidor de odres nuevos
para el antiguo Vino.
Asesor de las células cristianas
que hacen nueva la Iglesia,
desde la base, al soplo del Espíritu.

Tomasito de América Latina
(con el perdón de la cansada Europa,
con la segura complacencia hermana
de Tomás, el de Aquino)*

*Tomado del poemario de Pedro Casaldáliga Todavía estas palabras (1990)
Disponible en 
http://www.servicioskoinonia.org/Casaldaliga/poesia/todaviae.htm

Mons. Pedro Casaldáliga

* Conferencia pronunciada en el Seminario Internacional “50 años de la teología de la liberación” organizado por el Instituto Bartolomé de Las Casas, la Pontificia Universidad Católica y el Centro de Estudios y Publicaciones que se realizó del 25 al 29 de octubre 2021 con motivo de la conmemoración de 50° Aniversario de la publicación de la primera edición de Teología de la liberación. Perspectivas de Gustavo Gutiérrez
*Nota de la redacción de la revista Nueva Acción Crítica: Las fotos incluidas en este artículo han sido tomadas de páginas web de diarios peruanos de hace 50 años, con el objetivo de ilustrar el diálogo entre la fe cristiana y la realidad, sobre lo que analiza el autor.
[1] Sobre estos temas he tomado en cuenta y recomiendo la lectura de: R. Oliveros: “Liberación y Teología. Génesis y crecimiento de una reflexión 1966-1976” CEP 1980

[2] G. Gutiérrez: “Teología de la Liberación. Perspectivas” (Lima CEP 1971) p.9

[3] O.c. p. 11. La cursiva, que busca resaltar la importancia de la afirmación, está en el original.

[4] Medellín: Justicia n°3. Paz n°1

[5] G. Gutiérrez: “Teología de la Liberación. Perspectivas”. P. 119.

En adelante cito según la edición de 2012, que reproduce la edición de 1988, en la que el autor introdujo algunas precisiones de vocabulario.
[6] G. Gutiérrez: “Teología de la liberación” CEP 2012, p. 433.

[7] o.c. p.120

[8] O.c. p.122

[9] 0..c. p.123

[10] O.c. p.124

[11] G. Gutiérrez: La pastoral de la Iglesia en América Latina” (Lima Cep.1970)

[12] O.c. p.281-287

[13] O.c. p.249 ss.

[14] O.c. p.282

[15] Medellín. Paz, n°1

[16] Medellín. Paz n°52. Citado en T.L. p.283

[17] O.c. p.284-285

[18] O.c. p.285

[19] G. Gutiérrez “Beber en su propio pozo” (Lima CEP 2004) p.61. La primera edición data de 1983. En el Prólogo escrito para una nueva edición en setiembre del 2003 insiste en la precisión: “Nuestra metodología es nuestra espiritualidad”. Y añade “Por esta razón la espiritualidad ocupa un lugar de primer plano en la Teología de la Liberación. De allí que la inserción y atención a los testimonios de personas y comunidades cristianas, presentes en el mundo de los pobres de América Latina y el Caribe. Estén en el punto de partida de esta reflexión y nutren su caminar” (p.11)

[20] O.c. p.311-318

[21] O.c. p.312.313

[22] O.c, p.317

[23] O.c. p.317

[24] Citado en “Beber,,,” (2004) p.II

[25] Carta de abril de 1986.Citada en o.c.p.46

[26] O.c.p.365

[27] O.c. p.433

[28] Esta reseña biográfica de Gustavo Gutiérrez ha sido tomada de la publicación que hizo la PUCP en homenaje a los 50 años del libro Teología de la Liberación.
https://puntoedu.pucp.edu.pe/gustavo-gutierrez/

[29] Los testimonios que aquí presentamos han sido solicitados a personas que en su juventud integraron activamente la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, asociación en la que muchos estudiantes universitarios de la década de los 70 encontraron un espacio para la reflexión sobre la fe cristiana y su compromiso con el mundo; y una guía espiritual en el pensamiento de Gustavo Gutiérrez.

[30] En palabras de José María Arguedas

[31] Se refiere a los 3 grandes poetas peruanos: Juan Gonzalo Rose, Antonio Cisneros y José Watanabe, ya fallecidos.

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