En la actualidad, revisar la formación académica de cualquier profesión u ocupación exige de una mirada holística y estratégica, que sea capaz de recuperar una lectura analítica de un contexto con alta complejidad social, económica y política, global y territorial, por donde transita el ejercicio profesional. A la vez, exige evaluar críticamente el quehacer profesional reciente y su aporte real a los procesos de transformación social, para recuperar su contribución en la generación de valor público (social), especialmente porque se trata de una disciplina al servicio del bienestar y desarrollo de las personas.
En la realidad latinoamericana, donde diversos factores de la dinámica política, cultural, social, tecnológica, económica y ambiental, han dado lugar a nuevos problemas sociales y nuevas respuestas de política, no siempre democráticas, observamos que algunos indicadores sociales convencionales (como pobreza monetaria, analfabetismo) parecen reducir su impacto, pero a la vez se abren nuevas brechas sociales y nuevas formas de pobreza que exigen de respuestas profesionales especializadas. ¿Qué está haciendo el trabajo social frente a ello? ¿Son problemáticas que se recogen y discuten en las aulas? ¿Cuántas docentes actualizan anualmente sus cursos, incorporando los nuevos paradigmas y problemáticas? ¿Cuántos planes de estudio han sido adecuados de cara hacia un trabajo social enfocado en las necesidades del siglo XXI?
Este breve artículo intenta anotar algunas orientaciones para avanzar en la revisión de la formación académica del trabajo social en perspectiva de lograr algunas innovaciones, o por lo menos renovaciones para mejorar la intervención profesional.
Cualquier disciplina o especialidad académica que intente hoy posicionar su acción en la sociedad, debe partir de un ejercicio serio de análisis y planificación profesional estratégica y prospectiva, que le permita valorar nuevos escenarios de intervención y nuevos espacios de contribución social
La prospectiva es una herramienta de observación del entorno a largo plazo que tiene como objetivo la identificación temprana de aquellos aspectos que pueden tener una gran impacto social, tecnológico y económico en el futuro, los “gérmenes de cambio”. (Godet, 1997 citado por Astigarraga, E. 2016)
La utilización de la prospectiva estratégica para el análisis profesional es una herramienta potente que ya ha sido utilizada por diversas disciplinas profesionales, para proyectar su evolución social, preparar a las organizaciones profesionales para un nuevo desempeño y a las organizaciones de servicios para un cambio o transformación de su práctica. Realizar este proceso prospectivo, produce transformaciones en las personas que se involucran, ya que las provee de una nueva visión, más amplia y trascendente, la cual se constituye en una herramienta fundamental para hacer posible el cambio o la innovación.
La acción profesional, resultado de un proceso de formación, hace tiempo exige a gritos al menos revisión y renovación, y este proceso no puede limitarse solamente al estudio o reconocimiento del mercado ocupacional, como vienen haciendo algunas Escuelas. El análisis de la demanda del mercado es necesario, pero no suficiente para el impulso de una disciplina social que intenta ser algo más que una opción de empleo o de generación de ingresos.
Planificar con prospectiva la formación académica del trabajador social, supone al menos cuatro procesos importantes, que pueden contribuir a identificar escenarios potencialmente favorables para la vigencia profesional:
- La identificación y análisis de las mega tendencias
- La identificación y análisis de tendencias nacionales y las políticas vigentes
- El análisis ocupacional del Trabajo Social y el posicionamiento profesional
- Las capacidades profesionales
En primer lugar es necesario mirar el futuro, pero sin olvidar de dónde venimos y cuál es la naturaleza o esencia constitutiva de esta disciplina profesional, que ha transitado por diversos momentos históricos, de la asistencia al desarrollo; que se ha reconceptualizado para América Latina en la idea de servir mejor a la causa de las poblaciones excluidas de sus derechos. Sin perder su esencia, la formación académica deberá interpelar su capacidad para situarse en los nuevos mega procesos en curso. Algunos de ellos parecen ajenos a nuestra preocupación, pero en realidad no lo son: los cambios en la dinámica laboral y la demanda del mercado, que conllevan fenómenos de flexibilización laboral y un mayor incremento del trabajo independiente. Estos fenómenos no solo afectan a la clase trabajadora para la cual organizamos servicios de bienestar, sino a nuestra propia condición laboral, ya que crece el trabajo independiente como escenario común para muchas trabajadoras sociales, a la vez que crece la competitividad. De esta manera, el trabajo se torna interdisciplinario y transdisciplinario, y exige mayor multifuncionalidad. La aceleración de los cambios tecnológicos aplicados a la información, la comunicación, y la educación, que está llevando a la mecanización de todos los procesos de gestión, exigiendo mayor acceso a la información, y el uso de aplicaciones tecnológicas diversas para la investigación, sistemas de información, y procesos educativos, también influye en el trabajo social. Este nuevo escenario es una oportunidad para acelerar los procesos de conocimiento, pero exige del desarrollo de nuevas capacidades transversales para la gestión de información de políticas y programas y para la creación o innovación de los servicios sociales. Otra macro tendencia global importante para el trabajo social, es el cambio de la pirámide poblacional el cual muestra evidencias notorias en el Perú. Se proyecta una reducción de la población infantil y una expansión de las personas adultas mayores, un comportamiento demográfico que alterará la demanda de servicios sociales especializados. Por otro lado, el incremento de los problemas ambientales a causa del desmedido crecimiento económico y la acción irresponsable de la empresa privada, acrecienta la demanda de medidas de mitigación y de defensa de derechos de las poblaciones afectadas, pero también de un nuevo rol de responsabilidad social desde la empresa privada. En lo social y cultural, nos encontramos al frente de nuevos problemas sociales y nuevos sectores que demandan el respeto a sus derechos vulnerados: el incremento de las personas víctimas de trata, las demandas de la población LGTBIQ, personas víctimas de violencia de género y crímenes de odio; un nuevo contexto familiar y diverso que exige de políticas sociales hechas a la medida. Otra tendencia relevante es la alta importancia a la educación como eje de transformación social, que se refleja en un incremento de la inversión pública y la diversificación de modalidades educativas y que pone en la agenda la necesidad de formación de capacidades integrales en las personas, tanto en el espacio privado (capital humano) como en el sector público. Estas, entre otras tendencias, abren nuevos espacios para la actuación social y la recreación de intervenciones estratégicas.
Asimismo, hemos señalado que en segundo lugar habrá que identificar algunos factores del contexto nacional, las reformas estatales en curso y las políticas públicas, que ofrecen nuevos campos de actuación multidisciplinaria. Entre estos renovados campos para la actuación social, podríamos citar los procesos de desarrollo territorial tanto regional como local, la gestión de riesgos de desastre, la gestión del cambio climático, el saneamiento ambiental y los servicios de agua potable, la promoción de agencias de desarrollo regional, los procesos de reconstrucción con cambios, la ley Servir y la formación de capacidades para la acción pública, las redes de protección social, las intervenciones sociales por ciclo de vida desde los programas sociales; las relaciones comunitarias, las políticas de trata de personas, los sistemas de atención de la violencia de género, entre otros campos de interés público donde hoy hacen falta intervenciones sociales y trabajo con personas.
Con una lectura más clara del contexto y las tendencias, es posible entonces avanzar en tercer lugar a un examen más fino del estado situación de los trabajadores y su campo ocupacional. Es importante plantear además cuáles son los espacios de actuación del trabajo social y que funciones se vienen cumpliendo así como cuál es el estatus profesional del que gozan los trabajadores sociales. Dichas preguntas nos permitirán cotejar el alcance del quehacer actual con las tendencias proyectadas, de manera que nos sean posibles identificar los puentes de aproximación que se están construyendo para atender las necesidades del futuro y establecer los campos no atendidos, donde la formación profesional debe llegar.
Finalmente, el cuarto elemento de análisis son las propias capacidades de las trabajadoras sociales en ejercicio, que permitirán evaluar el capital intelectual e instrumental metodológico disponible, para proyectar la intervención hacia un Trabajo Social renovado. Estas capacidades deberán ser revisadas en base a un perfil de capacidades técnicas específicas y transversales deseables para enfrentar los nuevos escenarios que nos ofrece el siglo XXI. Así, podremos identificar las brechas de conocimientos, habilidades y comportamientos en donde la formación profesional debe incidir en los próximos años.
Hacer este proceso prospectivo no será una tarea fácil, pero nos ofrece un camino posible para recuperar algunas certezas que post reconceptualización, se fueron quedando en el camino. El reto inmediato es renovar la profesión, construyendo nuevos perfiles con nuevas capacidades para asumir roles activos en las transformaciones sociales del nuevo siglo, que permitan avanzar hacia la innovación profesional: Un trabajo social recreado bajo nuevos paradigmas contemporáneos, capaz de intervenir transversalmente en diversos espacios de trabajo público, con estrategias transdisciplinares y servicios sociales especializados para la construcción de una sociedad democrática humana e inclusiva, sustentada en el respeto de los derechos fundamentales.
Bibliografía
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LIC. ELIZABETH SALCEDO LOBATÓN
Trabajadora Social de la PUCP. Doctora en Educación por la UNED de España. Magister en Gestión de Redes para el Desarrollo Sustentable por la Universidad Complutense de Madrid. Docente en la escuela de graduados de la PUCP. Consultora Sénior en Investigación Social y Desarrollo de Capacidades. Gerente de CAPACIDAD DES S.