Cuando observamos una escena donde un hombre golpea a una mujer, utilizamos nuestros sentidos y describimos la secuencia de los hechos desde una puntuación individual, (visión lineal del problema) y afirmamos que el hombre es el agresor, el verdugo y la mujer es la víctima, la derrotada; no aceptamos otra realidad que aquella que nos muestra nuestros sentidos, restringiendo nuestro abordaje solamente a acciones de protección, mas no a la solución. La lectura de un “hecho” desde lo “observado” por nuestros sentidos y luego determinar como una “realidad absoluta” nos lleva casi siempre al fracaso.
La violencia podríamos definirla, como actos que guardan relación con la práctica de la fuerza física o verbal sobre otra persona, animal u objeto; originando un daño de manera voluntaria o accidental, el elemento principal es el uso de la fuerza tanto física como psicológica para el logro de los objetivos.
La Sociedad enquista la violencia desde los albores de la creación humana, la desigualdad, la lucha de poder entre los que dirigen y los dirigidos, los ricos y los pobres, los que aman y no son correspondidos, etc. Estas premisas o polarizaciones generan en algunas culturas insatisfacción, muchas veces crónica y conlleva a reacciones violentas, en otras es aceptado y tolerado como parte de la estructura social. Como vemos la violencia se genera en un contexto social, relacional o interaccional de los sistemas humanos, (Parejas, diadas, triadas, grupos, sociedades etc).
Hablar de los orígenes y las causas de la violencia implica emplear una epistemología recurrente o circular, no existe un factor determinante, es el producto de la conjunción de múltiples factores: Socioeconómicos, socioculturales, familiares, individuales. De ahí que ningún factor por si mismo responde del todo a la aparición de la violencia, constituyéndose de esta manera como un fenómeno complejo y multicausal.
La familia como Sistema abierto, se encuentra en constante intercambio de información con el medio externo. Ese medio social o suprasistema influye directa o indirectamente en su funcionamiento, siendo la violencia un problema que podría ser reproducida con mucha facilidad.
La familia tiene su propia estructura, organización y dinámica. El tejido relacional establecido en ella es impresionante, las diferentes formas de comunicación, las diversas maneras en que sus integrantes se organizan formando alianzas y coaliciones, la flexibilidad o la rigidez de los límites entre los subsistemas, la accesibilidad para intercambiar información con el entorno, la forma como resuelven sus conflictos, el conocimiento de estos y otros aspectos básicos del funcionamiento del sistema familiar nos permitirá abordar el problema de la violencia de manera más efectiva.
Entonces, vemos que el paradigma sistémico nos permite contemplar la realidad desde una perspectiva más amplia y no basarnos solo en lo que, nuestros sentidos nos proporcionan y la interpretación que realizamos de ellas. Desde este enfoque no se habla de agresor ni víctima en términos absolutos. Existen dos niveles de análisis es decir dos lecturas, (Ricardo de la Cruz Gil):
1.- En un nivel primario existen víctimas y victimarios.
2.- En un nivel superior existe una complementaridad recursiva entre ambos, donde ambos podrían ser agresores y víctimas a la vez. Es difícil entender la complejidad del fenómeno de la violencia; muchas veces escuchamos a personas que dicen “me sigue maltratando pero no puedo dejarlo”… “me prometió que no me volvería a pegar y lo volvió a hacer y también lo volví a perdonar”…. y nos preguntamos por qué suceden estas situaciones?…..por qué, esta mujer no es capaz de desapegarse y realizarse sola a pesar de tantos consejos y oportunidades externas?… pues, estas son personas prisioneras de su propia historia familiar, que actúan repitiendo las historias violentas de sus antecesores como fiel reflejo de las lealtades familiares que los envuelve en un ciclo destructivo violento, hasta llegar a episodios depresivos con intentos de suicidio o feminicidio. El mandato familiar creado por estas familias es como los miembros deben actuar y que papel deben cumplir cada uno de ellos al interior. Este mandato rígidamente establecido no permite que los miembros conciban otra realidad que no sea la violenta, es así cuando escuchamos a una mujer violentada mencionar “hoy mi marido me golpeara?” , cuando una madre prepara a los hijos y les dice …”tu papa vendrá molesto”, es como si el sistema se preparara para las escenas de violencia como parte de su funcionamiento.
La sistémica, nos ayuda a observar que ambos cónyuges establecen una relación simétrica y están en competencia a un nivel interpersonal, pero son complementarios a un nivel más amplio, se encuentran en un ciclo recursivo de mutua dependencia que se necesitan el uno del otro para mantener la seudoestabilidad de su vínculo, de ahí la necesidad de ver al Sistema familiar como el disfuncional o patológico; ambos se necesitan, son congruentes entre sí, son complementarios, entonces podemos entender que el Sistema es el desequilibrado, es por ello que no comprendemos por que las parejas perpetúan su relación de violencia a pesar del gran dolor y sufrimiento. No podemos quedarnos solo con la visión de la interacción individual y seguir buscando culpables y víctimas debemos ir más allá y ver al Sistema familiar en su conjunto. El Paradigma nos permite abrir el camino, de no solo ver a los “agresores y víctimas”, sino ver la relación de “corresponsabilidad” en la construcción de la violencia. Esto no significa dejar de salvaguardar la defensa y protección de la cónyuge y de los niños ya que se encuentran en una posición de desventaja y vulnerabilidad respecto al cónyuge y al padre agresor.
Perrone y Nannini (2005), exploran el área de la violencia familiar y sexual desde el plano relacional y plantean 4 premisas básicas:
1. La violencia no es un fenómeno individual sino es la manifestación de un fenómeno interaccional, no se puede explicar sólo en un plano intrapsíquico sino en un contexto relacional por ser el resultado de un proceso de comunicación entre dos o más personas.
2. Todos los que participan en una interacción se hallan implicados y son por lo tanto responsables (en un plano interaccional, no legal). De hecho quien provoca asume la misma responsabilidad de quien responde a la provocación.
3. Todo individuo adulto con capacidad para ser autónomo es el garante de su propia seguridad. Sino se asume esta responsabilidad estimula los aspectos incontrolados y violentos de la otra persona, con lo que organiza y alimenta una interacción de carácter violento.
4. Cualquier individuo, en determinado contexto puede llegar a ser violento, con diferentes modalidades o manifestaciones. La violencia y la no violencia son estados opuestos o excluyentes que corresponden a una situación de equilibrio inestable en un mismo individuo. Este no es de por si violento, pero en determinado contexto o determinada interacción puede manifestar violencia.
Como vemos, para los que trabajamos con familias y parejas estos autores nos confirman y ayudan a entender la violencia desde un plano relacional o interaccional, utilizando el concepto de corresponsabilidad, distinto al plano legal que trabaja desde un plano individual.
”Una familia funcional y saludable protege a sus miembros y se interrelaciona a través del afecto, con una estructura y organización clara, con la aceptación y el respeto a las diferencias individuales, con la construcción de objetivos y metas individuales y familiares conjuntas, con normas y reglas claras elaboradas con la participación de sus miembros y la flexibilidad necesaria acorde al ciclo vital familiar”.
Bibliografía de referencia:
De la Cruz, R: Violencia Intrafamiliar, enfoque sistemico, Mexico, Trillas 2008.
Minuchin, S: Caleidoscopio familiar, Paidos, Barcelona, 1985.
Perrone y Nannine: Visión sistémica de las conductas sociales violentas, Paidós, Buenos Aires, Barcelona y México 2005.
La familia como Sistema abierto, se encuentra en constante intercambio de información con el medio externo. Ese medio social o suprasistema influye directa o indirectamente en su funcionamiento, siendo la violencia un problema que podría ser reproducida con mucha facilidad.


LIC. IDA ALFARO MOLINA DE CASTELLARES
Lic. en Trabajo Social y Psicoterapeuta Familiar y de Pareja, con más 25 años de ejercer la especialidad en el Hospital de Salud Mental y Psiquiatría Hermilio Valdizán, Departamento de Salud Mental en Familia; Autora y Coautora de publicaciones en temas de familia, Docente de Cursos de la especialidad en Universidades y entidades públicas y privadas, miembro integrante del Consejo Directivo del CELATS (Centro Latinoamericano de Trabajo Social). Conciliadora Extrajudicial especializada en Familia.