“Hay una alegría en ser sano y en ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.” (El placer de servir, Gabriela Mistral).
Autor
Juan Antonio Vega Báez, Licenciado en trabajo social, especialista en derechos humanos e intervención humanitaria, y Maestro en Estudios Latinoamericanos, por la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM; miembro de ACANITS y CONATSMAC; consultor independiente en proyectos de derechos humanos, de infancias y acción humanitaria con más de 20 años de experiencia profesional en México y la francofonía.
Correo electrónico: juanvega@politicas.unam.mx
Resumen
Se presenta la trayectoria de vida de la escritora y diplomática Gabriela Mistral, en su papel de reformadora social sentipensante y defensora de las infancias, con varios entrecruzamientos con la joven profesión de servicio social o trabajo social, a partir de las narraciones de sus acercamientos a la primera Escuela de Servicio Social en Santiago de Chile (1925) y a las escuelas precursoras en México (1921 y 1922), donde se constata un paralelismo con la acción colectiva de las trabajadoras sociales feministas mexicanas y los médicos salubristas chilenos de la tercera década del siglo XX. El escrito muestra parte de los resultados de la investigación histórico-social sobre los aportes del movimiento feminista, de la primera y segunda ola, al desarrollo del trabajo social, mediante el análisis de fuentes hemerográficas y de archivo histórico. Varias evidencias documentales, localizadas en el Archivo Gómez Morín y en el Repertorio Americano, son inéditas en la historiografía del trabajo social latinoamericano.
Palabras clave: Historia del trabajo social, feminismo, acción colectiva, Gabriela Mistral.
1.Introducción
En 2025 se cumple un siglo de la creación de la primera escuela de trabajo social en América Latina, la Escuela de Servicio Social de la Junta de Beneficencia de Santiago de Chile. Nada tiene de extraño que la ocasión convoque grandes coloquios en toda la región, en los que se buscará recuperar la memoria activa del trabajo social, porque no hay otra forma de narrar la historia social más que como construcción de sentido social frente al sinsentido del acumulado de factores de riesgo en pleno siglo XXI, que afectan la fragilidad de los tejidos sociales, la habitabilidad del planeta, a las poblaciones más vulnerables y, con ellas, la supervivencia común.
¿Para qué reflexionar sobre los orígenes y las raíces del trabajo o servicio social? En mi revisión de la disciplina “Construcción histórica del trabajo social en México” en el primer tercio del siglo XX, he constatado que la profesión del trabajo social hundió sus raíces en revoluciones sociales y agrarias-laborales, como la Revolución mexicana de 1910, que prohijó a propagandistas y luchadoras sociales que se volvieron “feministas populares” y “reformadoras sociales” a la mexicana; quienes se articularon con profesiones humanitarias y el nuevo Estado social benefactor. La necesidad de formar trabajadoras sociales surgió como una alternativa planteada ante los desafíos de la urbanización industrial y de la educación rural-indígena, con la acción social colectiva al estilo Hull House o Maison Social y de la intervención social institucional.
Mientras que, en las sociedades sudamericanas que atravesaron cambios sociales menos disruptivos, los movimientos sociales de obreras, obreros y pobladores conquistaron leyes de protección estatal a sus derechos laborales y de las infancias que requirieron “inspectoras sociales”, investigadoras con función de intervención social. Y en las naciones donde el cambio social provino de élites pragmáticas, civiles o militares, surgió la noción de responsabilidad social estatal ante pandemias y para hacer frente a la alta mortalidad infantil con apoyo de enfermeras visitadoras y de “visitadoras sociales”, como se les llamó en Chile. Más tarde, ante la crisis de desempleo de la Gran Depresión de 1929, se paliaron o “humanizaron” el capitalismo salvaje con instituciones que “compensaron” a los pobres con la ayuda de “asistentes sociales”.
A ese dinamismo social desde lo local y nacional se sumaron aliados internacionales. En el caso de Chile, antes y después del viaje de exploración social a Europa emprendido por el padre de la salud pública chilena, el doctor Alejandro del Río Soto, aparecieron reformadores sociales belgas como el médico René Sand y la asistente social Jenny Bernier, columnas de la primera escuela.
En el caso del trabajo social mexicano de la fabulosa década de 1920, éste fue hijo de cuatro raíces-madre, dos mexicanas y dos estadounidenses: primera, la Revolución mexicana y el reformismo social de las mujeres veteranas de la Revolución, como Julia Nava; segunda, las feministas sociales del Consejo Feminista Mexicano y las socialistas de Yucatán; tercera, la sociología urbana práctica de la Escuela de Chicago aliada de la antropología mexicana, a través de Jane Addams, Grace Abbott y Elena Landázuri; y la sociología rural de la Universidad de Columbia, a través de Elena Torres, aportó el constructo “casos, grupos, comunidades” (Vega Báez, 2024).
Desde luego, no se trató de historias lineales sencillas ya que, desde su surgimiento, las y los reformadores sociales enfrentaron múltiples obstáculos y hasta campañas de desprestigio. Al respecto, Bibiana Travi (2014), constató la “doble discriminación sexual disciplinar que sufrieron las primeras sociólogas (devenidas) trabajadoras sociales por parte de los varones de la academia”, como ella misma lo refirió en el caso de Jane Addams. Coincidimos, por tal razón, con el desafío lanzado de completar “un análisis crítico de la historiografía latinoamericana con respecto al surgimiento, ‘invención’ y desarrollo de la profesión” (Travi, 2014: 18 y 22).
Precisamente en ese trabajo de renovación de la historiografía del trabajo social mexicano hemos arribado a dos preguntas clave que nos proponemos indagar en otros casos de América Latina: ¿cuál fue la razón por la que el aporte de los movimientos feministas (sociales o liberales-sufragistas), quedó fuera de muchas narrativas académicas del trabajo social, más allá del tema de la profesión feminizada? Y, segundo, ya que la historia del trabajo social se entreteje, de forma inextricable, con dinámicas de cambio social donde la intervención profesional, la construcción metodológica y la reflexión disciplinar aparecen a posteriori: ¿Por qué las metodologías de la acción colectiva no fueron historizadas con la misma profundidad que las de la intervención social?
En esta búsqueda, basada en la consulta y hallazgo de fuentes históricas documentales, hemerográficas y testimoniales en México, Chile y los Estados Unidos, hemos logrado perfilar el papel jugado por Gabriela Mistral. La nueva información disponible nos ha permitido constatar su carácter de aliada y propagandista de las primeras escuelas de formación de mujeres agentes sociales orientadas al cambio social (de servicio social en Chile y de enseñanza doméstica en México), desde su labor como reformadora social, demandante de la construcción de rutas de justicia social para las mujeres y hombres, una especie de necesidades estratégicas de género.
2. Análisis crítico
2.1 Gabriela Mistral, poeta, reformadora y activista
La educadora humanista chilena, reformadora social, portavoz de los derechos de los niños y reconocida como la gran poeta y primera latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1945, nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña, Coquimbo, provincia norteña de Chile. Su verdadero nombre era Lucila Godoy Alcayaga.
Su padre abandonó a su madre cuando ella tenía tres años, por lo que no es extraño que, en su tierna infancia, haya enfrentado bullying en la educación básica, discriminación institucional y abuso sexual (Teitelboim, 2003: 27), obstáculos que la llevaron a formarse de manera autodidacta con Emelina, su media hermana docente. El autodidactismo y la resiliencia la forjaron como escritora de artículos sobre la dignidad de las mujeres desde los quince años.
Antes de colaborar con José Vasconcelos en la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México, ejerció la docencia como maestra rural en regiones del norte, sur y centro de Chile, donde también llegó a ser directora de liceos de niñas en distintas provincias y, al mismo tiempo, se ocupaba de impartir lecciones nocturnas gratuitas a personas trabajadoras adultas.
En 1914 sus “Sonetos de la muerte” fueron premiados en los juegos florales de la capital chilena, para después adoptar el pseudónimo de Gabriela Mistral, nombre con el que logró la publicación de poemas en libros escolares chilenos a partir de 1917, textos que trascendieron las fronteras sudamericanas.
En 1921, cuando era directora de un liceo de niñas en Santiago, contactó por carta al intelectual mexicano José Vasconcelos, quien en una gira sudamericana la visitó en Chile e invitó a colaborar en el ministerio de educación SEP que él encabezaba. Arribó al puerto de Veracruz el 21 de julio de 1922, acompañada de la joven escultora Laura Rodrig, y recibió la encomienda de ser propagandista de la educación pública, organizadora de bibliotecas y editora de textos para mujeres y niños, misión que cumplió con creces visitando escuelas, comunidades rurales y territorios indígenas. Se volvió una animadora educativa y sociocultural itinerante, provocadora dialógica desde su “aula libre”, como en sus clases nocturnas chilenas.
Sus planteamientos educativo-culturales contribuyeron a la cristalización de las llamadas “Misiones Culturales”, donde los maestros se convertían en predicadores populares, como lo describió al escritor chileno Eduardo Barrios en 1922:
“Presidí el Congreso de maestros misioneros (maestros de indios) i me cogió el corazón la obra, todo el corazón. Me resucitó el espíritu apostólico” (Mistral, 1922).
Años más tarde, fue en posterior convocatoria al programa de misioneros culturales donde por primera vez la SEP abrió el puesto de trabajadoras sociales, y contrató maestras de enseñanza doméstica o maestras rurales, como expertas en economía doméstica, higiene doméstica y pública.
Medidas apoyadas por Mistral (1925b) en sus casi dos años de estancia en México, donde se convirtió en una interlocutora de la cultura rural, indígena y femenina popular mexicana,[1] recuperando los aportes de reformadores y reformadoras como Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas, Sor Juana Inés de la Cruz; pero también de Martí, Sarmiento y Lastarria, con los que fraguó su americanismo rural. En tanto, Vasconcelos con el apoyo de socias del Consejo Feminista Mexicano (CFM), la honró con la creación de una escuela de enseñanza doméstica e industrial para mujeres jóvenes y adultas bajo su nombre: la Escuela-Hogar “Gabriela Mistral”.
Pese a tantos adelantos, Gabriela fue vista como adversaria por algunos sectores del catolicismo mexicano enemigos de la educación estatal laica y partidarios de la restauración de la educación religiosa, en un país polarizado en materia de libertad religiosa. Un factor que gravitó en ese enfrentamiento fue su posición anticolonial (hoy descolonial), con la que Mistral convocaba al magisterio latinoamericano en 1922, a cuestionar el eurocentrismo:
“Maestro: enseña en tu clase el sueño de Bolívar, el vidente primero. […] No seas un ebrio de Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano extraño, y además caduco, de hermosa caduquez fatal.”
En esos enfrentamientos, la escritora era consciente que, desde su adolescencia, padecía impulsos reactivos ante las injusticias que se le presentaban, y que por momentos se convertían en arrebatos de defensa contra el clasismo, el racismo y, por supuesto, contra el abuso sexual de los que fue víctima en su complicada infancia, y que la confrontaron con sectores de las élites creyentes y no creyentes de Santiago, como lo expresó en 1924, ante la Unión Panamericana:
“yo no soy una artista, lo que soy es una mujer en la que existe, viva, el ansia de fundir en mi raza, como se ha fundido dentro de mí, la religiosidad con un anhelo lacerante de justicia social.”
Su cristianismo con sentido social era incómodo para algunos miembros de las élites religiosas y civiles que la consideraban ajena, una “outsider”. Pese a coincidir con iniciativas como la del jesuita Alberto Hurtado, cuyo activismo social con las juventudes trabajadoras alabó, al reconocer que compartían una (auto)crítica del catolicismo por la falta de compromiso social de la mayoría de los adeptos católicos.
Ya fuera de México, a partir de 1924, la afamada poeta Mistral se destacó también como articulista y oradora, abordando la problemática social y cultural por la que atravesaba América Latina. En ese mismo año, por encargo del gobierno de México hizo un largo viaje de propaganda educativa a Europa acompañada de la maestra Palma Guillén “Palmita”, su asistente mexicana, amiga, comadre y cómplice diplomática. Y al volver, en su regreso a Sudamérica en 1925, fue honrada en Brasil, Uruguay y Argentina, hasta retornar a su tierra.
De vuelta en Chile fue reconocida, finalmente, como maestra con todos los derechos para recibir una pensión. En esa estancia chilena, de sólo algunos meses, acudió a la Escuela de Visitadoras Sociales de la Beneficencia de Santiago, de la que se convirtió en una propagandista, como lo publicó en el Repertorio Americano (Mistral, 1926; vid infra).
A partir de 1926 fue funcionaria internacional, contratada por organismos culturales vinculados a Sociedad de las Naciones, por lo que se mudó a Europa. En la década de 1930, en funciones como consulesa chilena en Italia, España y Portugal durante la época del fascismo italiano y de la Guerra Civil española, sufrió el desconocimiento por parte del gobierno italiano y gestionó el asilo político chileno a docentes e intelectuales españoles que huían del conflicto.
Mistral se destacó como defensora y promotora de los derechos de los niños y las niñas. En París firmó su célebre artículo sobre “Los derechos del niño” (Mistral, 1928). Este texto fue la base para su presentación en la Conferencia Internacional de Maestros de Buenos Aires, de ese mismo año, en la que denunció como insuficientes las medidas contra la miseria infantil en el continente, un esfuerzo que no dudó en calificar como “pobre, vacilante y débil”. Abogó por establecer medidas estatales audaces: “
“Habría que tentar iniciativas más totales y valerosas, yo diría más radicales”.
Con base en un maternalismo público, una clave era la formación y empleo de visitadoras sociales en pro de las infancias y las mujeres-madres (Vega Báez, 2023).
Frente al impacto humanitario de la Guerra Civil española en las niñas y niños, llamó a las mujeres de la “América Española”, para actuar como “madrinas” y atreverse a adoptar niños españoles huérfanos del conflicto:
“Sería una vergüenza para nosotras, americanas, si hay niños con hambre y niños desnudos en la España de los dos años de guerra.”
Decidió predicar con el ejemplo, al dedicar a los niños vascos huérfanos por la Guerra, los ingresos por ventas de su poemario Tala. Fue en medio de esa campaña exhortativa que volvió temporalmente a Chile, en 1938, ocasión propicia para un nuevo encuentro con la escuela santiaguina de visitadoras sociales (Tocornal, 1989). Al salir de Chile fue recibida en emotivas visitas en Ecuador, Perú y Cuba, donde se reunió con intelectualidades locales y visitó obras sociales.
De regreso de una Europa enfrascada en la Segunda Guerra mundial, vivió cinco años en Brasil, entre 1940 y 1945, país en el que recibió noticias de la guerra y otras fatales, como los suicidios de Stefan Zweig y su esposa, en 1942, y el de su amado sobrino Juan Miguel “Yin Yin”, en 1943. Una forma de superar esas pérdidas fue el intercambio que tuvo con la Escola Técnica de Serviço Social de Río de Janeiro, fundada a fines de los años 30, en especial con su directora, Teresita Morais Porto da Silveira.
Al término de la guerra fue elegida Premio Nobel de Literatura 1945, siendo la primera mujer latinoamericana en recibirlo. Fue felicitada por distintas personalidades y trabajadoras sociales. Cambió su domicilio a California, y su influencia global se multiplicó, misma que aprovechó para hacer un Llamado por el niño a nivel universal. Lo que permitió echar a andar la recaudación en favor del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF):
“Este es un día de unidad y además de reconciliación de todos nosotros en el Niño. […] Muchas de las cosas que hemos menester tienen espera: el Niño, no”.
Entre 1949 y 1950 volvió a residir en México, nombrada cónsul en Veracruz y acompañada de su asistente Doris Dana, donde fortaleció sus lazos de amistad e intercambios con intelectuales mexicanas como Emma Godoy, Margarita Michelena y con los escritores Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, entre otros.
El 10 de diciembre de 1950 recibió el Premio Junípero Serra de las Américas concedido por la Academia Norteamericana de Historia Franciscana y perfiló su alianza con la Orden Franciscana de Chile, instituto religioso al que, en su testamento, legó la administración de su obra en beneficio de la educación de los niños de su tierra natal. Año en el cual mantuvo intercambios con trabajadoras sociales de otros países, como Guatemala.
En su última visita a Chile, en 1954, recibió todos los reconocimientos de los que se le privaron en su juventud, por el conflicto con las élites. Residió los últimos años de su vida, entre California y Nueva York junto a su compañera Doris Dana. Asistió a eventos de Naciones Unidas sobre derechos humanos y a la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer. Hasta que el 10 de enero de 1957, falleció en Nueva York, a causa de un cáncer en el páncreas. Su cuerpo fue repatriado a Chile y enterrado en su tierra natal.
2.2 Escuela de Enseñanza Doméstica y Escuela Hogar “Gabriela Mistral” (1921 y 1922)
Existe un acuerdo común en los tratados de historia del trabajo social en México en señalar que la primera escuela de trabajo social operó en el país en 1933, cuando a la Escuela de Enseñanza Doméstica, dependiente de la SEP se le asignó la tarea de formación específica de las trabajadoras sociales. De modo que se reformó el nombre de dicha institución para denominarse como “Escuela de Trabajo Social y Enseñanza Doméstica”. Una de las tres pioneras mexicanas del trabajo social, Julia Nava Ortega (Conocida generalmente por su nombre de casada, Julia Nava de Ruisánchez), fungió como su directora.
Sin embargo, en los antecedentes de dicha escuela, aún no se han incorporado datos relevantes vinculados a la trayectoria de Gabriela Mistral en México entre 1922 y 1924: el primero fue la decisión del ministro de educación, José Vasconcelos, de crear una escuela gemela a la de Enseñanza Doméstica, a la que denominó Escuela-Hogar “Gabriela Mistral”, más tarde Escuela Industrial “Gabriela Mistral”. El segundo se refiere a la afinidad estratégica que la escritora tuvo con las precursoras del trabajo social en México, sin compartir su feminismo, las que tenían un denominador como socias del Consejo Feminista Mexicano (CFM).
Como antecedente es preciso recordar que, con el inicio de la presidencia del general Álvaro Obregón, quien fuera uno de los jefes revolucionarios constitucionalistas, en enero de 1921 se anunció la creación del Departamento de Enseñanza Técnica en el ministerio educativo, área anteriormente adscrita a la Universidad Nacional (Boletín de la Universidad Nacional, II, 4, marzo de 1921, p. 27). En dicho Departamento se reubicaron las “escuelas industriales para señoritas”, herencia de los “científicos” del régimen anterior, con su Escuela de Artes y Oficios para Señoritas y la Escuela de Arte Industrial “La Corregidora de Querétaro”.
Pero a diferencia del antiguo régimen porfirista que formaba a las mujeres para las labores del hogar o para ser empleadas industriales en la producción de prendas de vestir, las feministas sociales postrevolucionarias que apoyaron a Vasconcelos buscaban aportar, a través de la “escuela industrial” una nueva identidad femenina, provista de autonomía económica, con los medios materiales para lograrlo; y con la libertad para optar por un estado de vida no matrimonial, la soltería productiva. Al respecto, Julia Nava, antigua normalista y propagandista durante la Revolución mexicana, planteó la existencia de un feminismo social y emancipador: “el Feminismo de hecho existe en México, como existe en todas partes del mundo; y la prueba innegable es el conjunto de obreras, empleadas, profesoras, etcétera, que con el producto de su trabajo sostienen sus hogares” (La Mujer, 1921; citado por Lau Jaiven, 2013: 67).
Es decir, las feministas del CFM compartían la ideología del industrialismo, pero con una noción emancipadora buscaban superar la formación de la mujer del rol de género asignado de ama de casa, característico de la “enseñanza doméstica” pre-revolucionaria. Con ese fin querían “industrializar” el currículum expreso y quebrar el rol de género del currículum oculto.
En este contexto, al llegar a la capital federal el 28 de julio de 1922, en la bienvenida a la Escuela-Hogar que llevaba su nombre, Mistral (1922) pronunció un discurso en pro de la educación para el trabajo material de las mujeres, con formación social, espiritual y artística. Fabio Moraga (2013: 1221 y ss.) presentó una detallada narración de dicho evento y de su contexto.
Así decía esta tierra a la desconocida mujer del sur:
Te damos una escuela, lo cual es hacerte una invitación más vigorosa al bien y a la dádiva mental. Te damos una escuela para que tú escribas los cantos de ella, para que tú hagas las lecturas espirituales de sus niñas; para que tú les entregues, mientras haya aliento en tu boca, lo mejor de ti misma, todo lo que en ti sea, por obra de tus dolores, transparencia de verdad y brasa de sentimiento. […]
Te damos una escuela industrial. Aunque has vivido muchos años para el pensamiento, has aprendido en la madurez de la vida que el trabajo material era tanto o mayor nobleza que aquél y que la América industrial salvará de muchas humillaciones a la América política. […] [E]xpresar mi complacencia de que la escuela que lleva mi nombre no sea de mera enseñanza teórica. Se la ha hecho práctica para que sea más democrática y esté adentrada en la vida, la vida bullente, la ardiente vida […]
En su primer año de funcionamiento, la Escuela Hogar “Gabriela Mistral” ya contaba con más de mil mujeres estudiantes en sus instalaciones de la calle Sadi Carnot, con edades entre los 15 y los 30 años, cuyo único requisito era haber cursado la educación primaria.
Más tarde, la Escuela de Enseñanza Doméstica añadió los perfiles de “puericultista” y “corte y confección”, al perfil previo de formación como “ama de casa”. Un camino al que se sumaría paulatinamente la Escuela Hogar “Gabriela Mistral” que en su arranque impartía algunos temas innovadores en su plan de estudios: Enfermería doméstica y puericultura; fisiología e higiene; Sociedades de Beneficencia; historia general; industrias nacionales; qímica doméstica; canto coral; y gimnasia (AHSEP, 1922).
Baste leer el concepto de feminismo social formativo que Luz Vera, su directora en 1923, sostenía en ese año:
“una tendencia constante de mejoramiento de la mujer, como un anhelo de perfeccionamiento de la misión social de la mujer, como un impulso de ella, pero dentro de su ruta, sin obstruir la ajena para dejar desierta la suya, tratando de llegar por propio esfuerzo, nunca por imposición o usurpando derechos que no le corresponden” (Vera, 1956).
De acuerdo con Finzer (2020) en su labor como conferencista misionera, en el campo de la educación rural, Mistral habría coincidido con las educadoras rurales y feministas al reforzar el papel de la economía o enseñanza doméstica como búsqueda de opciones productivas.
A partir de esos posicionamientos de las precursoras mexicanas del trabajo social podemos afirmar que, aunque en su visita a los Estados Unidos de 1922 conocieron la emergencia de una nueva profesión recién nombrada como “Social Work”, durante la administración de Obregón y Vasconcelos prefirieron facilitar la participación de las mujeres urbanas en la “educación industrial” y de las mujeres rurales en las “misiones culturales” comunitarias, al insertar en una y otra modalidad contenidos de género y empoderamiento bajo el nombre aceptado de “enseñanza doméstica”, en lugar de introducir un programa académico importado aún ajeno a la estrategia de movilización social y de trabajo comunitario en territorios. Fue una alianza con el modelo “Vasconcelos” de educación social, rural y femenino, y una solución de compromiso con el régimen revolucionario con el que habían luchado.
Esas medidas estratégicas fueron análogas a su militancia feminista en la primera ola anglosajona, sin abrirse al sufragismo (ni al antisufragismo). En lugar de exigir el voto para las mujeres, introdujeron sus conceptos de feminismo social al exigir educación para la vida productiva y alfabetización en el campo y la ciudad, para evitar su manipulación electoral. Y Mistral tampoco era sufragista y tampoco se opuso al consenso de la formación productiva de las mujeres mexicanas, pero abogó por reforzar su identidad y rol materno con el cultivo de su espíritu artístico y su espiritualidad, como lo plasmó en Lecturas para mujeres (Mistral, 1924).
El segundo dato tiene que ver con una afinidad estratégica que se registró entre Gabriela Mistral y las mismas precursoras del trabajo social las que, tres meses antes del arribo a México de la educadora y poeta chilena, asistieron al Primer Congreso Panamericano de Mujeres en Baltimore, Estados Unidos. En éste se hicieron presentes Julia Nava Ortega, Elena Torres Cuéllar y Elena Landázuri Gil (las dos Elenas), y la citada Luz Vera. Las primeras dos eran socias activas y líderes del CFM, y la última entró en reemplazo de las primeras. Mientras que la tercera, fungió como intérprete en dicho evento, en su calidad de estudiante de posgrado en la Universidad de Chicago. Landázuri era una feminista activa en las iniciativas de Jane Addams como presidenta internacional de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad.
Cabe aclarar que, si bien Mistral expresó en una carta privada una “falta de conexión con las feministas mexicanas”, desconexión que ella atribuyó a motivos espirituales o culturales, no se trató de un abierto rechazo como el que vivió con las feministas ilustradas en Chile, a las que acusó de clasistas, afirmando que sólo militaría en el feminismo organizado chileno cuando éste incluyera a obreras en pie de igualdad:
“[C]uando en el Consejo [Nacional de Mujeres] tomen parte las sociedades de obreras, y sea así, verdaderamente nacional, es decir, muestre en su relieve las tres clases sociales de Chile” (Mistral, 1925a: 36).
A pesar de lo anterior, la prensa centroamericana que seguía semana a semana su viaje hacia México, y en particular su escala en Costa Rica, la publicitó como una escritora feminista invitada por el gobierno de México para impartir conferencias feministas (AHDGE, 1922/06/08; SRE/Departamento Diplomático/II/(02) [I/23/33], Radiograma de la Legación de Managua). Lo anterior sólo se cumplió en parte. Al llegar a la Ciudad de México, se anunció una velada de “Homenaje de la mujer mexicana a Gabriela Mistral” (El Universal, 1922/08/04: 3) conducida por artistas y feministas. Sin embargo, Gabriela no se sintió cómoda entre la sociedad cultural de la gran Ciudad de México. Optó por privilegiar sus giras magisteriales, junto a Palma Guillén.
No se trató de enemistad, sino de una etapa de aprendizajes mutuos en un contexto donde Mistral, y la escuela con su nombre, recibían ataques en la prensa. En la carta colectiva a sus amigos mexicanos, intentó resumir algunas de las acusaciones:
“Los cargos son, en síntesis: Yo he recibido un sueldo excesivo, de pura gracia de parte de ese Gobierno. Yo me he atribuido la reforma educacional del Licenciado Vasconcelos. Yo he dado demasiada importancia a mi obra literaria i escolar i he aceptado por ellas honras que las superan demasiado.” (Mistral, 1925).
Pero luego de su salida de México se descubrió que había una afinidad estratégica encubierta, ya que Mistral hizo un doble reconocimiento a la labor comunitaria de la revolucionaria y feminista Elena Torres.
Tenía delante de mí realizada en tierra mexicana la escuela que soñó León Tolstoi i que ha hecho Tagore en la India [sic]: la racional escuela primaria agrícola, que debiera formar el ochenta por ciento de los colegios en nuestros países. […]
La Sección de Desayunos Escolares que sostiene el Gobierno, enviaba aquí diariamente a su jefe, señorita Elena Torres, para hacer el reparto en la Escuela Primaria que daba al parque. Fue suya la idea de solicitar el gran terreno baldío a la autoridad y destinar las dos hectáreas a una Escuela Granja que sería el primer ensayo de esta índole hecho en la enseñanza primaria en México. (Mistral, 1923)
Y el segundo reconocimiento de la chilena a esta trabajadora social feminista fue por su papel innovador en los modelos de misión cultural, al incorporar a una docente de enseñanza doméstica para impartir cursos de higiene y de pequeñas industrias con mujeres. Mistral alabó ese modelo comunitario que Elena Torres plasmó en la misión cultural experimental de Cuernavaca (1924), antes de partir a Columbia como estudiante superior de educación rural.
Cuando venció mi contrato de un año con la Secretaría [SEP], quise retirarme, mi licencia de Chile estaba terminada. Entonces el señor Ministro, con la bondad infinita que con mi tuvo, me envió un nuevo contrato por el mismo tiempo. Mi país no me había abandonado: el subsecretario del Ministerio me había recordado el vencimiento de mi licencia, indicándome la conveniencia de volver; mi Liceo de Santiago dependía de mí, desde lejos. Me entusiasmó la idea de hacer una Escuela, según el tipo ideado por la señorita Elena Torres, en Cuernavaca, i firmé el contrato [sic]. La revolución vino a interrumpir estos trabajos. (Mistral, 1925b)
Mistral no estaba equivocada, pero la convulsión política (“la revolución”) y las resistencias institucionales le impidieron conducir en Chile los experimentos de educación social a la mexicana. Por su parte, décadas más tarde, y luego de una ardua lucha contra políticos que minimizaban su papel y desconocían su trayectoria, Elena Torres fue reconocida como la “iniciadora del servicio social” en la Secretaría de Educación Pública. Pero más allá de protagonismos, las integrantes sororas del CFM, precursoras del trabajo social en México, ejercieron labores de trabajo social con herramientas metodológicas de la época, más de una década antes de la existencia de la carrera académica formal en México, que arrancó en 1933.
2.3 Escuela de Servicio Social de la Junta de Beneficencia de Santiago (1925)
Durante un viaje de estudio a Europa, el médico chileno Alejandro del Río, experto en salud pública, tuvo la oportunidad de visitar la Escuela Central de Servicio Social de Bruselas, al inicio de 1924, donde conversó con el doctor René Sand[2] sobre su organización y operaciones. Por aquella época, el Dr. Sand fungía como miembro de su Consejo de Administración, en su calidad de propagandista internacional de la Medicina Social y del Servicio Social francófono, como lo había adelantado en sus conferencias como vocero del movimiento de la Cruz Roja.
El año 1924 representó una coyuntura social para Chile. Por una parte, ocurrió la discusión y aprobación de la Ley Núm. 4.054 que creó la Caja del Seguro Obrero Obligatorio, por iniciativa del gobierno de Arturo Alessandri Palma, y con la que se iniciaba la resolución de la cuestión obrera, luego de la rebelión “Ruido de sables” por los derechos laborales de los militares.
Ante esa demanda la autoridad de la Junta de Beneficencia alentó la propuesta de fundar una escuela de servicio social semejante a la descrita por el doctor Sand, y eligió una comisión de seguimiento formada por tres hombres médicos, incluyendo al propio Alejandro del Río, la que logró la apertura de la nueva institución formativa en mayo de 1925, con 42 mujeres estudiantes, aspirantes a obtener el Diploma de Visitadora Social (Servicio Social, 1927: 17).
Antes de que concluyera el primer año de su fundación, la escuela recibió a Gabriela Mistral, recién desempacada de Europa y luego de su magisterio social de dos años en México. Luego publicó la reseña La escuela del servicio social. Describió “un verdadero acontecimiento”, del que auguró el parto de la “nueva profesión femenina” que superaría en nobleza al magisterio.
¿Cuál fue el fundamento de tal calificativo? Mistral sostuvo que se trataba de una institución nueva en todo sentido, comenzando con su composición pluriclasista, “poco más de cien alumnas de las tres clases sociales”. Esa diversidad, en su opinión, le otorgaba un carácter “nacional”, es decir, representativo de los principales sectores poblacionales, y rompía con el privilegio de clase que con frecuencia gravitaba en la segmentación de la educación superior.
Es obvio que Mistral escribía desde su experiencia personal, por la historia de discriminación de clase social e ideológica que vivió en su intento por ingresar a la Escuela Normal de La Serena, donde un capellán la acusó de ser autora de artículos “ateos” y “peligrosos”.
La poeta y ensayista social destacó la composición intergeneracional de la escuela, abierta a las mujeres adultas. En su perspectiva, esa medida hacía “pensar en la fusión”, en el mestizaje de generaciones, no sólo étnico y de clase social. Algo cercano a su ideal de escuela incluyente.
Recordó que la iniciativa se originó “[a] raíz de la visita de M. René Sand a Santiago, y como diera a conocer en sus conferencias este tipo de escuelas belgas, el doctor Alejandro del Río obtuvo la creación de un establecimiento análogo”, en la calle Agustinas, discreto, modesto.
El pequeño “recado” de Mistral tenía un subtítulo: “La jefe. Una institución espiritual”, con relación al perfil de Madame Jenny Bernier, asistente belga, llegada a Chile ex profeso.
Es una mujer madura, llena del espíritu democrático de su raza; muy latina, es decir, perfectamente adaptable a nuestro medio. En sus breves meses de trabajo, ha adquirido casi enteramente la lengua. Se siente en ella, sin retórica altruista, un espíritu profundamente humano. Ha tomado moralmente posesión de lo nuestro, dándose cuenta cabal del pueblo, en sus vicios y en sus cualidades. Siente que ha venido a colaborar en la formación tardía y apresurada, de una democracia. A traer de su patria las auxiliares que necesitaba, ha preferido buscarlas entre nosotros. […]
Su hoja de servicios de Bélgica es copiosa y muestra a una mujer, sin política, conductora del pueblo. Entre lo mejor que nos trae está su independencia. De filiaciones no queremos en Chile en esta hora sino una clara filiación de honradez […] sentido de igualdad, sentido de modestia económica.
Si en México encontró una serie de tensiones entre los modelos norteamericanos y mexicanos de reforma social, en el caso de Chile el panorama era uniforme: la decisión de formar agentes sanitarios comunitarios y hospitalarios con el joven modelo belga. Ella pidió compromiso:
La visitadora social trabajará en el bajo fondo del pueblo: va a enseñar prácticas de higiene; a procurar la legalización de la familia; a denunciar las fábricas insalubres; a divulgar el arte de la habitación modesta y hermosa; a hacer las casas para los niños vagabundos, a aconsejar a las instituciones de beneficencia que no tienen preparación técnica; a dirigir la lectura en el barrio popular y los juegos infantiles en las plazas [.]
En su opinión, la clave para superar esos retos residía en la selección e idoneidad de alumnas.
Conviene que seleccione rigurosamente a sus alumnas, porque exige más condiciones morales que cualquier otra [profesión], y en ella la calidad del individuo importa mucho […] [A]nte actividades tan variadas, que no están al alcance de cualquier niña de buena voluntad. Se necesita tanta actividad como cultura, y tanto fervor como organización; ha de formarse un grupo de mujeres superiores, y aunque no sea sino un grupo, removerá el suburbio de Santiago desde sus entrañas, mejor que un ejército de ganadoras de sueldos.
Ante la imposibilidad de emprender en Chile la creación de escuelas tipo “misión cultural” para mujeres, expresó buenos deseos a la Junta: “Ojalá que la obra iniciada en periodo de desorden interior, puesta a salvo, sin embargo, de la mala política, no se malee en el régimen legal.”
3. Discusión
Con relación a las preguntas de investigación planteadas, el escrito muestra parte de los resultados de la investigación histórico-social: en el caso de México se constató una participación del feminismo en la construcción de proyectos de la acción social colectiva; no así en el caso de Chile, aunque el proyecto de las profesoras belgas era compatible con la emancipación de las mujeres. Y, tanto en las escuelas de México como en la de Chile, la acción social colectiva y sus métodos eran parte de las tareas organizativas con mujeres.
También se demostró que Gabriela Mistral no sólo fue una poeta y escritora, sino también una mujer intelectual que tuvo ideas de reforma educativa incluyente y de reforma de un estado socialmente responsable, a partir de su vivencia personal del abuso de poder, el clasismo y la discriminación, como lo plasmó en diversas encomiendas sociales que cumplió en México y en la diplomacia social internacional descolonial desde Chile, con un feminismo iconoclasta que alentaba los valores del maternalismo y la protección de infancias.
Una parte de su vida laboral y profesional transcurrió a la par del surgimiento y desarrollo de la enseñanza doméstica y la educación social rural en México y, más tarde, del servicio social en Chile, cuya Escuela de Servicio Social de Santiago tuvo un carácter no clasista, y también apreció el carácter de la acción colectiva médico/sanitaria, pero exigió ampliar sus márgenes a la atención de los sectores más depauperados, con una selección de aspirantes acorde con las exigentes demandas sociales. Y, en el caso de la educación social productiva o industrial con mujeres en México, manifestó su apoyo a la acción colectiva educativa posrevolucionaria y, en especial, a las contribuciones de la feminista Elena Torres, pero dedicó parte de su trabajo a ampliar los márgenes culturales, artísticos y espirituales de la misma, sin oponerse a las iniciativas de economía doméstica que, más tarde, albergarían escuelas de trabajo social.
4. Conclusiones
- Se ha constatado, con el apoyo de evidencias históricas, que Gabriela Mistral ejerció una destacada trayectoria como reformadora social y propagandista de las escuelas precursoras del trabajo social en México y Chile en la década de 1920.
- Los derechos de las infancias y la elevación de las mujeres fueron elementos clave de esa alianza estratégica mistraliana entre reforma social, la acción colectiva con mujeres a través de la educación social-sanitaria y la naciente profesión del trabajo social. A pesar de que la escritora no tuvo una formación en la “asistencia social” francófona, el “servicio social” o la naciente sociología aplicada norteamericana.
- En México se verificó una participación del feminismo en la formación de mujeres en proyectos productivos emancipadores, con el apoyo de la acción colectiva organizada de socias del Consejo Feminista Mexicano y feministas sociales postrevolucionarias. Estas acciones incidieron en la política educativa industrial urbana y en modelos de educación rural productiva a través de las misiones culturales.
- En Chile, aunque el Consejo Nacional de Mujeres no participó directamente, el proyecto de las profesoras belgas coincidió con los principios de emancipación femenina. De acuerdo con Gabriela Mistral, la labor de las “visitadoras sociales” chilenas debía promover una reforma urbana radical en higiene pública, vivienda, erradicación de la explotación infantil, derechos laborales y protección de las mujeres-madres.
5. Bibliografía
- Anadón, J. (ed.) (2011). Confidencias de grandes amistades: cartas de Gabriela Mistral a Eduardo Barrios y otros textos mistralianos. Seminario de Cultura Mexicana.
- Finzer, E. (2020). La conservación campesina de Elena Torres Cuéllar: las mujeres, la maestría rural y el medio ambiente en México (1923-1939). A contracorriente. Vol. 18, Núm. 1: 109-130.
- Mistral, G. (1922). Carta de Gabriela Mistral a Eduardo Barrios, 31 de diciembre de 1922. Anadón, J. (ed.) (2011). Confidencias de grandes amistades: cartas de Gabriela Mistral a Eduardo Barrios y otros textos mistralianos. Seminario de Cultura Mexicana.
- Mistral, G (1922). Discurso de Gabriela Mistral. El Maestro. Revista de Cultura Nacional, agosto de 1922, Núm. 1 , T. III, pp. 14-17.
- Mistral, G. (1923). Cómo se ha hecho una escuela granja en México. Repertorio Americano. 1923/05/27.
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- Mistral, G. (1925a [2009]). Organización de las mujeres. Chile: país de contrastes. Pontificia Universidad Católica de Chile, pp. 35-42.
- Mistral, G. (1925b). Carta colectiva a los señores Genaro Estrada, Manuel Gómez Morín, Pedro de Alba i Carlos Pellicer. La Serena, 4 de octubre de 1925. AMGM.
- Mistral, G. (1928). Los derechos del niño. Repertorio Americano, 18 de agosto de 1928.
- Moraga, F. (2014). ‘Lo mejor de Chile está ahora en México’, ideas políticas y labor pedagógica de Gabriela Mistral en México (1922-1924). Historia Mexicana. Vol. LIII: 3, 2014.
- Pérez Hernández, Lorena (2021), La Secretaría de Educación Pública (1921-2021). A un siglo del apostolado cultural de José Vasconcelos. Documento de trabajo 894. Fund. Rafael Preciado. Disponible en: https://frph.info/wp-content/uploads/2023/10/DOCUMENTO-894.pdf
- Teitelboim, Volodia (2003 [1991]), Gabriela Mistral pública y secreta, Editorial Sudamericana.
- Tocornal de Romero, Luz (1989). El Servicio Social: Visión de Gabriela Mistral [Gabriela Mistral y la escuela]. Revista de Trabajo Social, Núm. 56 (1989), pp. 87-88.
- Travi, Bibiana (2014). Investigación histórico-disciplinar en Trabajo Social. Implicaciones para la formación y construcción de la identidad profesional. Prospectiva. Revista de Trabajo Social e Intervención Social, Núm. 19, octubre de 2014, pp. 17-56.
- Ulloa Inostroza, Carla (2019), La construcción de una intelectual: Gabriela Mistral en el campo cultural mexicano 1922-1924, Tesis de Doctorado en Estudios Latinoamericanos, UNAM.
- Vega Báez, J. A. (2023). Trabajo social humanitario en la guerra: Antecedentes históricos de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Revista Nueva Acción Crítica, 16, 4-23. [Enlace URL: https://celats.org/revista-nueva-accion-critica-n-16/trabajo-social-humanitario-en-la-guerra/]
- – Vega Báez, J. A. (2024). Elena Torres: pionera del trabajo social con migrantes y el feminismo social. En Jasso Oyervides, Martha Virginia, et al. (coord.). Migración y género. Experiencias desde la investigación e incidencia social. Academia Nacional de Investigación en Trabajo Social. [Enlace URL: https://libros.acanits.org/index.php/acanits/catalog/book/75 ]
- Vera, Luz. 1956. El feminismo en el México independiente. Filosofía y Letras. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras. Núms. 60, 61 y 62, enero-diciembre 1956.
Acervos documentales
- Archivo de la Escritora Gabriela Mistral. Biblioteca Nacional de Chile (AE-BNC).
- Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública (AHSEP).
- Archivo Histórico Diplomático Genaro Estrada (AHDGE).
- Archivo Manuel Gómez Morín (AMGM).
Hemerografía
- El Maestro. Revista de Cultura Nacional; El Universal; La Mujer; Repertorio Americano; Revista de la Universidad Nacional.
El autor recomienda el siguiente video:
La Gabriela: Una historia sobre Gabriela Mistral 2008
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Referencias:
- En su revisión histórica del ministerio educativo de Vasconcelos, Lorena Pérez (2021: 6) aporta el perfil demográfico de México en 1921: “el 51% de su población total eran mujeres y el 15% mujeres indígenas. El 69% de los mexicanos vivía en zonas rurales, el 66% era analfabeta y el 29% era población indígena”. ↑
- René Sand, médico belga, trabajó con la Cruz Roja Belga durante la primera guerra mundial donde conoció y valoró el modelo británico de los friendly visitors (visitadores de hogares). En Estados Unidos estudió modelos de medicina laboral y trabajo social como los Settlement Houses, lo que aplicó a la Cruz Roja Belga. Esto lo llevó a fundar la Escuela Central de Servicio Social de Bruselas (1920), y a escribir obras sobre la evolución de la caridad y los nuevos métodos de asistencia, incluida la traducción de la obra de Mary Richmond integrando la medicina social y la intervención humanitaria para responder a las necesidades creadas por la guerra. Además, fue un puente entre el trabajo social de América del Norte y el de Europa. (Vega Báez, 2023). ↑